Camino Primitivo 10ª jornada
Lugo – Ferreiras
Que importancia tiene en el Camino el estado de ánimo… supongo que como en la vida, la cabeza puede más que las piernas…
Hoy emprendía Camino más pronto que ningún día antes. A las 06:37 me hacía la foto a la puerta del albergue municipal de Lugo y, tras enviarla al grupo familiar, comenzaba a caminar por las calles de la capital lucense en dirección a la Catedral de Santa Maria de Lugo, punto de referencia para ubicar el inicio de Camino en la jornada de hoy.
La madrugada era fresca, pero sin dejarse sentir fría. Había humedad, pero de momento ni niebla ni lluvia. Tampoco viento, era una madrugada posiblemente típica de otoño en Lugo en esta época. Quizá algo más templado de lo habitual a mediados de octubre.
Ante de llegar a la Catedral, lo hacía a la plaza del Concello, la plaza Mayor. En uno de los bares-restaurantes, el primero a la derecha al pasar por lo soportales, veía luz encendida y movimiento dentro. Entraba para ver si podía tomar un cortado antes de empezar a caminar; idea con la que salía del albergue.
La jornada de hoy no iba a tener grandes exigencias en cuento a desniveles, si iba a ser otra vez de medía tirando a larga desistencia. Estaba pintada sobre el plano en 27 km, pero siempre acaban registrándose algún kilometro más hasta llegar al albergue de destino. Por lo que dado que podría considerarse como una según da jornada de trámite hasta enlazar mañana con el Camino Francés, me había propuesto hacerla con calma, si exigirme aquello que no me exigiera el propio recorrido… iba a tomar un cortado con leche fría en alguno de los bares que encontrase abierto en Lugo y saldría hacia ferreira.
En el primer bar-restaurante que encontré con la puerta abierta en Lugo, primero y único, el de la plaza Mayor, cierto es que había actividad, estaban limpiando, pero no abrían al público hasta las ocho, por lo que no pude tomar ese café que tenía previsto en Lugo.
Desde la plaza Mayor, en menos de dos minutos estaba frente a la Catedral. Hacía una última foto en la más completa intimidad y comenzaba a caminar siguiendo las señales que me llevarían, pasando bajo el arco de la puerta de Santiago, a dejar atrás la zona amurallada y emprender descenso hacia el rio Miño por las calles de un barrio antiguo de Lugo.
A las siete de la mañana estaba a la orilla del río. Antes de cruzarlo por su puente romano aprovechaba para hacer alguna foto, tanto al puente, como desde este al propio puente como a la orilla lucense que dejaba atrás. Seguía caminando en paralelo al río, con él a la derecha, sin apenas verlo y escuchándolo lo justo, posiblemente debido al poco cauce que me pareció haber apreciado levaba, al cruzarlo.
Unos cientos de metros más allá, a mi derecha, detectaba las primeras señales de actividad en el día de hoy. Junto al río, se veía a lo lejos lo que parecía un complejo deportivo. Estaba iluminado, y según me acercaba acertaba a ver movimiento en si interior. Era el Club Fluvial de Lugo, con un gimnasio en la parte de arriba, donde ya se veía movimiento. Antes de alcanzarlo veía como un coche aparcaba junto a él y se bajaba una señora que, con su bolsa de deporte, accedía a las instalaciones. Una vez alcanzada la puerta, vi en su interior unas máquinas de vending… se me pasó por la cabeza solo medio instante… no me veía tomando un café de máquina de vending, ni por supuesto una bebida isotónica o una barrita energética. Ya habría ocasión más adelante.
Había leído que la jornada de hoy discurría mayoritariamente por asfalto, pisándole muchos de esos kilómetros, y otros por un sendero en paralelo a él. Desde que dejé atrás la barriada junto al Miño, frente a Lugo, donde estaba el Club Fluvial, no he dejado de pisar o ver asfalto durante trece kilómetros. Siempre con la luz roja intermitente a mi espalda, con la intermitente blanca en el hombro derecho y apoyando puntualmente con la luz frontal, cuando el terreno que pisaba no era asfalto sino tierra, y con la linterna en algún cruce para localizar la señal que me confirmase la dirección a seguir (de frente el 95% de las veces hoy).
Durante ese largo trecho de más de una docena de kilómetros he podido observar sin dejar de caminar como despertaba el día, la semana y la actividad en el entorno.
El día amanecía de una manera muy similar al de ayer, posiblemente la única diferencia estaba en la ausencia total de niebla que reducía la humedad en comparación con el de ayer. Cuando ya había amanecido y se podía comprobar que el día era nublado, sin atisbo alguno de que el sol pudiera aparecer, hacía acto de presencia ese apocado orvallo, que nunca se sabe si es el anuncio de un posterior calabobos que puede ganar fuerza, o en unos segundos puede desaparecer con la misma sutileza que llego. Han sido varias las veces, no sé si cuatro, cinco o seis, las que me he puesto y quitado el chubasquero verde reflectante, de manera frontal, sin quitarme la mochila… a modo de batín de cirujano en las películas, metiendo las mangas intercambiadas, el brazo derecho por la manga izquierda, y viceversa, con la parte abierta hacia atrás, enganchado la parte alta, del cuello, una punta en la parte superior del tirante de la mochila, y la parte inferior de la cremallera en la parte posterior e inferior del tirante de esta, justo por dentro del chubasquero de la mochila. Algo que hoy ayer empecé a poner en practica y que hoy he perfeccionado y me es muy útil y cómodo, pues me permite protegerme de la lluvia de manera ágil sin necesidad de tener que parar, desabrochar la mochila, descolgarla, ponerme el chubasquero, volver a cargar y a amarrar la mochila… es un invento/recurso de este año que, a falta de testarlo bajo un fuerte chaparrón, bajo el que no hay nada que realmente te Mantega seco, sin duda quedará instaurado mientras no dé con otro sistema más cómodo, práctico y rápido…
En esas dos hora y media primeras caminado junto o sobre el asfalto, además he sido testigo del inicio de actividad en este entorno rural. Desde como echaban a rodar los primeros coches por esas carretas locales, siempre con poco tráfico pero también con sus “horas punta”, hasta como pasaba el microbús de la ruta en busca de los escolares, y como volvía deshaciendo el trayecto después de haberlos recogido, seguramente en distintas pequeñas aldeas y pueblines. También de como se ponía en marcha la actividad en granjas ganaderas de tamaño medió y en algún pequeño cobertizo con menor número de cabezas de ganado.
Observar esta activación, junto con hacer algunas fotos y repasar pensamientos con el propósito de mejorar actitudes, reacciones y respuestas, pensando en el prójimo, sobre todo el más cercano, y con el objetivo final de aprender a como ser con los demás, especialmente las personas que me importan, para no dejar de sentirme bien conmigo mismo… ¡para lo que da pisar tanto asfalto, eh! Bueno y con estas vistas, que el verde rebosa al gis o negro asfalto.
Aproximadamente a las ocho y media o nueve menos cuarto, cuando cruzaba por la carretera San Vicente do Burgo, con poco más de media docena de construcciones pegadas a la carretera, se me presentaba una nueva posibilidad para cumplir el propósito de hoy, tomar algo antes de llegar a destino… un cortado con leche fría iba a ser que no podría ser… la opción era nuevamente un vending muy bien ubicado y montado como cobijo a los peregrinos en días o muy soleados o muy lluviosos, pero como no era el caso, me acercaba solo para verlo y aprovechaba para poner el sello que tenían junto a las máquinas, donde también tenían espacio para poder sentarse y dejar las mochilas, sin duda un oasis en días con climatología extrema. Yo, aprovechando que el día, aunque nublado me estaba respetando, continuaba avanzando con la esperanza de encontrar algún sitio abierto donde tomar algo más adelante, por ejemplo en el siguiente pueblo, San Roman da Retorta, supuestamente a nueve kilómetros de aquel vending.
Cuando en el kilómetro trece dejaba por fin el asfalto para adentradme en un sendero boscosos, de los de cuentos y películas, recuperaba las ganas e ilusión por volver a coger el móvil y hacer fotos, el entorno lo merecía… el mullido suelo, una moqueta de tierra húmeda, que no encharcada, cubierta de hojas caducas y frutos maduros, principalmente castañas y bellotas, flaqueado a tramos por muros de piedra enverdecida, a tramos por vegetación, helechos, robles, acebos, castaños… o vallado de los prados donde pastan o vacas rubias. En esos dos tramos en los que se abandona la carretera hasta llegar a San Roman, he bajado el ritmo en el caminar, y lo he aumentado en el de fotografiar.
A las once menos cuarto llegaba a San Roman da Retorta, y concretamente a la Taberna San Román, abierta. Antes de entrar me descolgaba la mochila y la dejaba fuera, junto al bordón, en la puerta, a cubierto. Entraba y, después de saludar, me sentaba en una silla alta, aprovechando para estirar un poco el lomo y le preguntaba a la señora si tenían bocadillos. Después de escuchar solo las opciones calientes, me decantaba por uno de tortilla con queso y para beber… un tercio de Estrella Galicia.
Como me ha sabido y sentado el generoso bocadillo! Era más alto que el tercio, de pan de barra gallega y bien relleno de tortilla con queso fundido en el interior.. muy bien hecha la tortilla y muy rica, con energía suficiente para afrontar el último tramo hasta llegar a Ferreira… sobre el plano a solo ocho con dos kilómetros.
Desde allí, además, ya no habría casi carretera, lo que me restaba, salvo la llegada a Ferreiras, sería principalmente por caminos, senderos, pistas de tierra, surcando algún bosque de pinos y eucaliptos, también alguna zona boscosa como las anteriores, de ensueño. Por fin, a las doce y media llegaba al termino de Ferreira, correspondiente a Palas de Rey, antes de llegar encontraba el desvío al uno de los tres albergues que hay, el de Cruz Ferreira, cerrado desde el 1 de octubre, unos cientos de metros más adelante alcanzaba el de A Nave de Ferreira, junto a la Cantina de Ferreira; esta opción la desestime ayer, al leer algunas reseñas. Mi opción para hoy, la que reserve ayer en previsión de problemas de aforo, fue la de Ponte Ferreira, en el mismo Camino, pero pasado el pueblo (por llamarlo algo), como un kilometro más adelante.
A la una menos cuarto me hacía la foto a la puerta del albergue y se la enviaba a la familia. Me descolgaba la mochila y me dejaban pasar a una sala a esperar que llegase la hora de apertura, las 13:00, para poder hacer el registro de entrada… mientras me quitaba las zapatillas y calcetines para ponerme las chanchas y estiraba, hacia un breve resumen mental de la jornada de hoy, más larga que la de ayer, también en un día gris, con mucho asfalto, también como la de ayer, en la que por suerte y a diferencia no me había llovido… pero la principal diferencia no había sido la jornada en si, no el perfil, ni las condiciones atmosféricas, ni el suelo que había pisado… la gran diferencia hoy con respecto a ayer ha sido como he afrontado yo la jornada, mi cabeza era la misma, pero no mi estado de ánimo, mi motivación y mis pensamientos… hoy he disfrutado, lo que he podido, nuevamente del Camino, de la jornada…
Ayer no fue un buen día… la vida es así… somos personas y aunque hagamos todos los días lo mismo, en este caso caminar, lo hacemos como personas, no como máquinas… Los humanos tenemos sentimientos, algo que las máquinas, por mucha inteligencia de la que se les dote nunca tendrán sentimientos.. y si los tienen serán como la supuesta inteligencia… artificial!
Ahí lo dejo… que es un tema farragoso y estoy de vacaciones… en el Camino.
Mañana tocará llegar a tierra conocida… mañana este Camino Primitivo confluye en Melide con el Camino Francés. Este año estaba previsto que Marian, mi compañera de Vida y Camino, llegase también mañana a Mellide para incorporarse y continuar hasta llegar juntos el viernes a Santiago. Por circunstancias laborales y logísticas, no ha podido ser. A cambio el viernes nos reencontraremos en Santiago, a donde llegará en vuelo directo a primera hora de la tarde y no caminará conmigo desde Melide, pero si celebraremos ,como teníamos previsto, que hemos hecho un Camino más juntos, este año el Primitivo… que todavía no ha tocado a su fin, porque mañana… mañana más.
#BuenCamino