Recuerdos.
6ª 2020 – Sarria – Portomarín
Desde ayer, poco después del mediodía, cuando recibí la llamada de Ana, la persona con la que había hablado a primeros de septiembre para reservar la noche de hoy, sábado 31, en la humilde Casa Molar. Un lugar normal y sin ningún lujo ni parecido, pero, al menos para mí, un agradable albergue (más bien posada u hostal) que conocí en nuestro Camino en 2014. Desde ese momento, desde la llamada, en el que me decía que sintiéndolo mucho, no podía atender mi reserva para mañana (por hoy), dada la situación y el endurecimiento de la normativas para poder ofrecer servicio a los peregrinos. Que lo sentían y habían esperado hasta el último momento por si, como estaba sucediendo, volvían a cambiar la reciente normativa… desde ese momento, toda mi organización y mis esquemas se venían abajo, y con ello parte de mi animosidad.
Insisto, para los que no me conocen, soy un “cuadriculas”. Me organizo y disfruto haciéndolo con mucha antelación porque es una forma de tenerlo organizado, y además disfrutarlo e ir visualizando y viniéndolo con antelación… soy así, que se le va a hacer. El caso es que yo lo tenía todo organizado con jornadas personalizadas, distintas a las “estipuladas”, para poder alcanzar (si nada lo impedía) Finisterre, desde Muxia, justo dentro de una semana, el sábado 7.
Ayer había hecho casi cuarenta kilometros para, con los treinta y seis de hoy, en dos días, haber cubierto tres jornadas y media… pero, las cosas del Camino, el castillo de naipes que había milimétricamente montado se venía abajo por el hecho de no poder hacer noche en Ventas de Narón, ya que me obligaba a hacer noche hoy en Portomarín, o forzar la maquina y alargar, la ya de por si larga jornada de hoy planificada de treinta y seis a cuarenta y ocho Kmy, además, justo después de haber subido O’Cebreriro y de la intensa y extensa jornada de ayer.
Me acostaba con las dudas, no estaba convencido de si directamente renunciar o intentarlo, el problema es que si pasaba de largo Portomarín, según está el percal, me arriesgaba a no hallar nada abierto hasta Palas de Rey, y el exceso de kilometros acumulados, así como el sentido común me decía que quizá podría hacer los cuarenta y ocho, pero lo difícil sería poder arrancar al día siguiente… no obstante me “ensaque” debatiendo internamente que hacer. Sabía que era mi decisión, pero sabía que hoy había hecho un sobre esfuerzo, más de treinta y nueve kilometros en ocho horas, y lo peor de todo, más que las molestias y fatiga muscular en general, la peor sensación de todas, es que si, estaba hecho un toro, pero no lo había disfrutado…
A mi me gusta el Camino porque, sobre todo, lo disfruto! Contemplando paisajes, detalles, haciendo fotos a planos posiblemente prescindibles o quizá inapreciables para otros. Disfruto quedándome extasiado, ensimismado, mirando a ningún punto en concreto pero maravillado por la lluvia de hojas caducas, al tiempo que me deleito con el murmullo de un pequeño riachuelo o el trinar de algún pajarillo, o simplemente del silencio roto por el silvar del viento… además y por supuesto de todos mis pensamientos y “recuerdos”.
Algo que ayer, por mi imperiosa necesidad de cubrir la larga distancia sin excederme en el tiempo invertido, no hice. Ayer ande como un jabato, como un cuasi atleta, me demostré que estoy en forma y preparado, pero no disfruté, porque yo no he venido a competir, ni con el tiempo, ni con las distancias, ni mucho menos conmigo mismo, yo he venido a hacer el Camino, con sufrimiento, pero sobretodo disfrutando, tanto del propio Camino como de mis paradas contemplativas o para hacer fotos, y especialmente para escuchar mis pensamientos. Ayer, casi todo eso, me lo perdí.
Anoche, después de un primer sueño, abría el ojo por primera vez y miraba la hora en el teléfono, eran las 02:06, comprobaba que tenía un aviso de mensaje de Whatsapp en el grupo de la familia, cogía las gafas y lo leía. En esta ocasión era Marian por un lado y Carlos por otro, ella entre otras cosas, me pedía que descansase, que creía que estaba durmiendo muy poco para la actividad que llevaba acumulada; Carlos me decía que no forzase la máquina…
Leer esos dos mensajes fueron la confirmación de lo que, sin lugar a dudas, debía hacer hoy, que era… bajar el ritmo, no dejar de disfrutar ni un día más del Camino y obviamente parar hoy en Portomarín, por mucho que eso provocase un efecto dominó en mi puzzle de reservas. Con esa seguridad me volvía a guarecer en mi saco y hacía por volver a dormir. Intentaba hacer eso que Marian me había dicho… “poner la mente en blanco”, algo que sinceramente no sé si sé hacer porque nunca lo he intentado, siempre tengo cosas en las que pensar, pero me conformaba con haber dejado de verlo todo gris gracias a los mensajes leídos, y sin darme cuenta conciliaba, nuevamente el sueño, esta vez, mucho más relajado, sosegado y seguramente soñando en colores…
Volvía a recuperar la conciencia y consultaba nuevamente el movil, las 04:53, aprovechaba para retrasar quince minutos la hora de la alarma, fijándola a las 06:30. Estaba decidido, hoy intentaría descansar un poco más y me iba a tomar todo con más calma, sin tanta exigencia propia, absurda a todas luces, especialmente teniendo en cuenta que al final iba a ser una jornada “corta”, solo un kilometro más de lo que ayer había hecho para parar a desayunar en Triacastela. Hoy iba a salir sin la puntualidad que yo me había impuesto. No volvía a dormir, pero, al tiempo que echaba un vistazo a las RR.SS. y consultaba la previsión meteorológica en mi punto de partida y de llegada, aun dentro del saco ponía a prueba el tren inferior buscando sensaciones estirando lo que buenamente podía estando sobre la cama y boca arriba, tenía alguna zona sensible pero no con un dolor importante, nada que no fuese subsanable con los estiramientos serios y los masajes previos al inicio de cada jornada.
A las 6:38 abandonaba la horizontalidad y comenzaba, sigilosamente, con los preparativos para no incordiar al vecino de habitación de aquella noche, alguien que solo un poco antes iniciar mi jornada averiguaría que era italiano, todo lo que supe hasta el momento de partir, bueno eso y que llevaba un secador de pelo…
Eran las 07:45 cuando disparaba la autofoto en la puerta del albergue, activaba las de apps de seguimiento, enviaba de mensaje a la familia y comenzaba a caminar…
La jornada de hoy era de repisar, repasar y recordar… volver a pisar y pasar por donde antes ya lo había hecho, tanto andando como en bicibleta, e inevitablemente, además de gustosamente, recordar muchos momentos gracias a mi memoria, privilegiada al lado de otros, por ejemplo mi querida Marian… ella siempre descubre mundo aunque haya pasado por ese mismo sitio seis veces… su memoria la emplea para cosas importantes (según ella) no para recordar por donde ha pasado si no ha pasado nada… (que no le falta razón, pero somos distintos, sobretodo complementarios) yo, en cambio, malgasto mi memoria y muchos de sus megas o gigas por culpa de mi, creo que privilegiada, memoria fotográfica…
Como decía, me la tomaba sin prisas, tenía intención de disfrutar haciendo fotos y demás… solo en la primera media hora he hecho, yo solo, más fotos que una excursión de dos autobuses de japoneses en Toledo. Pero es que, el despertar del último día de octubre, bien lo merecía. Como pronosticaba la app del tiempo, amanecía nublado… pero bendito amanecer nublado, Me he vuelto loco haciendo fotos a diestro y siniestro. No sé lo que he tardado en hacer los tres o cuatro primeros kilómetros, pero tampoco me importa.
La salida de Sarria, normalmente inicio de Camino para multitud de peregrinos que hacen por primera vez su Camino, es un surtidito, un completo variadito…. tienes subidas, exigente alguna pero no exagerada, bajadas, estas si, algunas con muy mala baba para tibiales anteriores y rodillas no muy acostumbradas, pero todo ello sobre terrenos agradables, solo un pequeño tramo que se desciende, pero moderadamente, sobre piso de piedra irregular, pero no peligroso. Se pisa asfalto, más del deseable (pero para mi gusto), se camina sobre tierra, graba considerable, zahorra, alfombra de hojarasca, seca, húmeda, encharcada y “encagada” de mierda de vaca rubia gallega, lo dicho… un surtido! Para todos los gustos y disgustos, y sobre todo para que el que se inicia en estas andaduras haga una cata bien surtida.
Los parajes son típicos gallegos, a falta aún de los bosques de eucaliptos, para deleitarse con esas vistas y esos aromas ya falta poco pero aun hay que esperar… lo de hoy son grandes extensiones de prados verdes, delimitados por lindes de piedra milenaria cubierta de vida en forma de verde musgo, pequeñas aldeas salpicando el recorrido, tanto a través del sendero como a ambos lados a mayor o menor distancia de donde la vista o la orografía te permite alcanzar, algunas de las que se atraviesan viven exclusivamente de la explotación ganadera de las vacas rubias, algo que salta al olfato según te aproximas… y, hoy, aunque ayer ya hubo alguna pequeña muestra, hoy toman gran protagonismo lo que yo particularmente llamo, desde que los vi por primera vez, los túneles del tiempo…
A lo largo del Camino francés, que es el que realmente conozco en profundidad, es frecuente, no solo en Galicia, también en otros puntos, pero con mucha más frecuencia, frondosidad y arrebatador encanto aquí, cuando caminas por un sendero bien definido y marcado en sus laterales por muros de piedra, vallados separando prados para el pastar de ganado, ademas de la frondosa vegetación… helechos, robles, castaños, pinos, olmos, algún acebo… todo ello, hace que el sendero, visto en la distancia según te aproximas, de la sensación de estar entrando en un túnel natural, al que yo le añado lo de “tiempo” porque pienso que están ahí, contemplativos, viendo pasar el tiempo y a multitud de peregrinos desde hace años y años y muchos años, algunos centenarios, dato que no he corroborado ni corroboraré nunca con la prueba del carbono-14, pero que, a simple vista conozco un par de ejemplos, que no descarto que lo sean, ayer, sin ir más lejos, pasé junto a uno de ellos, en Ramil, antes de llegar a Triacastela y que estaba en una de las fotos subidas en la jornada 5ª. Pues eso, que cuando camino hacia esos túneles naturales, al verme en él, me siento aún más ínfimo como peregrino frente a los que me precedieron hace muchísimos años, cuando las cosas eran mucho más complicadas que ahora, por mucho que ahora creamos estar viviendo el peor momento de todos los tiempos e historia… lo que creo es que tendemos a creernos más que nunca nadie jamas… en lo bueno, pero también en lo malo… la mayor diferencia está en que, en esta era que nos ha tocado vivir, padecemos mucha contaminación y no solo medioambiental, que por supuesto también, pero la que más incide en el mal al que me refería es la contaminación mediática… una lacra intencionada de nuestra era!
Perdón! que me salgo del Camino… así, por estos parajes, de firmes y perfiles tan variados y dispares, ha transcurrido la jornada de hoy, en la que hacía dos paradas. La primera cuando llevaba caminando algo mas de dos horas y media, a las 10:25, en le primer lugar abierto fuera de Portomorín. Lo hacía porque había acordado, conmigo mismo, parar para soltar la mochila y posar la nalgas al menos una vez antes de llegar a destino, y porque además lo he creído conveniente, al menos moralmente, para contribuir, por poco que fuese, con mi minúsculo grano de arena, para intentar reflotar económica y anímicamente a las gentes que han vivido (muy bien algunos) de los peregrinos y que hoy, son contados los negocios que, a duras penas y con gran incertidumbre, siguen ofreciendo su servicio a los pocos peregrinos que, incluso estando mal vistos, nos negamos a dejar de vivir y a disfrutar de la vida, por mucho que insistan desde los medios de comunicación… en mi opinión, muy cuestionable como todas, pero también respetable por lo mismo, no creo que deba de ser cuestión de recluir, prohibir y privar de derechos y libertades (pero sin aparentes dictaduras), sino más bien aprender a vivir con las nuevas circunstancias, aprendizaje que debería salir de cada uno de nosotros, aplicando coherencia, sentido común y respeto al prójimo, y al que no sepa, o se le enseña o se le castiga para que aprenda, pero no tirar por la calle de en medio e, interesadamente, castigar a todos, privando de libertad de manera generalizada amparados en leyes democráticas.
Y ahora si que sí, vuelvo a mi Camino! La segunda parada la hacía, porque me salía del alma, en algo muy parecido al mítico Café del Mar, pero casi en las antípodas nacionales, de las aguas ibicencas…
Faltaba muy poco para las doce, debían separarme al rededor de seis kilometros del destino. Al ritmo y con la soltura que iba, en poco más de una hora lo alcanzaría. Caminaba tranquila, sosegada y felizmente, acababa de empezar a transitar las cuatro callejas empedradas y/u hormigonadas de Mercadoiro, una pequeña aldea, pueblín o parroquia (no sabría distinguir entre unas y otras), parecida a otra que había ya surcado hoy… al girar a la izquierda, siguiendo indicaciones de una flecha amarilla, me tropezaba con un pequeño, tirando a mediano, oasis, que me llamaba la atención especialmente por la musiquita que estaba emitiendo de manera tenue pero notable, sin ser estridente ni molesta en aquel entorno, de hecho solo la percibí cuando estaba pegado al recinto… no lo dudé, accedí a la terraza mientras escuchaba música chill out y contemplaba en un primer vistazo las dimensiones y “lujazos” del establecimiento… desaprovechados y vacíos en su totalidad, únicamente, junto al banco de piedra contiguo al ventanal que daba acceso a la zona de bar y restaurante, junto a un pozo, había una mochila en el suelo, y unas zapatillas sobre el banco de piedra. Apoyaba el bordón entre el banco y el pozo y dejaba mi mochila sobre le banco, seguía observando el resto de las instalaciones mientras entraba en el bar y pedía un tercio bien frío de Estrella… el sitio, la música y la jornada no merecían menos… me lo acompañaban de un “canapé” (ya quisieran los canapés) de pan gallego con aceite bien denso y una generosa porción de queso de cabra (de la zona me indicaba quien me lo servía), me salía fuera para disfrutar de aquel momento y, mientras hacía alguna foto y grababa un vídeo para enviárselo a la familia, sabedores de mi debilidad por esta música y por este tipo de entornos… me he echado hasta algún bailecito torpón dejando fluir cierto flow por mis castigadas piernas y caderas… poco después salía de allí y retomaba el Camino, con una sonrisa de oreja a oreja e intentando que me acompañase aquel flow y con el regustillo de la rebanada de pan gallego, el aceite y el queso de cabra y el regustazo de una Estrella Galicia bien fría, en aquel momento y lugar…
Cuando me quería dar cuenta estaba comenzando la fuerte bajada a Portomarín, pero no por la carretera asfaltada de siempre, sino por una paralela por la derecha, la habitual está cortada, posiblemente y por lo que pude intuir desde el extremo del puente que da acceso al destino de hoy, por unas obras considerables a tenor de las indicaciones y parafernalia que había en la zona.
A las 13:09 me hacia la acostumbrada foto delante del cartel de entrada al destino y, en esta ocasión, con la reconocible y peculiar escalinata que da acceso a la población a los peregrinos caminantes, no así a los bicigrinos…
Subía por ellas, más fotos y a buscar alojamiento para esta noche ya que, hasta hoy era era el único sitio donde, no tenia concertado o localizado albergue. No fue complicado, el primero con el que me tropecé de frente, del que además me llamo agradablemente la atención su nombre, fue el elegido, sobretodo, por estar abierto.. Albergue “pasiño a pasiño”.
Lo decía al principio, hoy ha sido de repisar, repasar y recordar… hoy he vuelto a disfrutar del mismo surtidito y variopinto Camio, pero con esa añoranza de la compañía de las otras ocasiones, que en cada punto donde rememoraba la vivencia me dibujaba una feliz sonrisa en el rostro proyectándome, interiormente mayor cariño, querer y amor por el o los protagonistas de aquella vivencia original… han sido muchos y distintos puntos, que por fortuna y gracias a ese don memoria fotográfica guardo, y espero guardar, con mimo el resto de mi vida para poder recurrir a ellos cuando mis piernas y el resto de mi me impidan venir hasta aquí para volverlo a revivir… hoy he puesto el valor la gran riqueza que tienen los recuerdos, algo que muchos de nuestros mayores, desgraciadamente, cada vez más, pierden en vida y para siempre…
Y con esa lección bien aprendida para mis restos, hacía todo el protocolo diario a mi llegada a destino, añadiendo una novedad e importantísimo extra… hoy tenía, además de todo, que hacer la colada…
Me iba a comer a un local cercano, frente al Miño, recomendado (a petición mía) por la señora que me daba la entrada al albergue (de su hijo, que estaba en Lugo y por eso me atendía ella…), el sitio se llama El Mirador, por razones obvias dada su ubicación.
He comido bien! No como en Ponferrada (inolvidable), pero con mejores vistas… hoy he tomado hasta postre! Después del consabido caldo gallego de primero y del churrasco de “los sábados”, no me he podido reprimir a probar mi tentadora tarta de Santiago… y mientras degustaba posiblemente mi postre favorito, antes del café… me lanzaba a por mi sobre número 6!
Lo habría en directo… grabando un audio para la familia, mientras degustaba y ensalzaba los matices en boca de aquella tarta de Santiago… con lo primero que me encontraba era con una foto en la que se nos ve algo a todos, incluso también a Alicia un poco la verdadera protagonista de la fotografía… su barriga! con Alicia y Manuel aún agazapados y ocultos a simple vista, el pié de la foto era inmejorable… “un sueño compartido” y la carta…
La carta era de la culpable de todo esto que estáis leyendo… la persona que me leía ya cuando escribía algo en facebook haciendo mis Caminos y que ella, como periodista y escritora, a modo de sugerencia, que no consejo ni recomendación (podría parecer lo mismo pero para mi tiene grandísimas y notables diferencias), un día, tomando una cerveza al mediodía en la plaza de Quintana, me dijo: “Rafa, a ti se te da bien, podrías crearte un blog y escribir ahí las vivencias de tus Caminos….” y un día te hice caso, Ana, y desde ese día disfruto, aún más, de mis Caminos…
Gracias Anita, gracias eternas por impulsarme a sacar y compartir mis andanzas, experiencias y pensamientos en esta pasión por el Camino, tú tienes la bendita culpa de que esté escribiendo hoy y mañana…
Y mañana… más!
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