Tristeza…

 

4ª 2020 – Villafranca del Bierzo – O’Cebrerio

Hechas mis “rutinas”, afrontaba la mítica jornada de hoy, la tan comentada subida a O’Cebreiro, como todas las anteriores, abandonando el Albergue a las 07:00, enviando la rutinaria foto de rigor y activando las App de seguimiento… solo faltaba lo más importante, y que repetiría una y otra vez toda la jornada, dar el primer paso…

Lo hacía como de costumbre, siendo aún de noche, pero sin necesidad de linterna, eso sí, con los led destellando intermitentemente en rojo a mi espalda, asidos a ambos lados de la mochila, una hueva ubicación que me permite llegar hasta ellos sin necesidad de descolgar la mochila, pudiendo encender y apagarlos sobre la marcha. No precisaba de linterna de mano por estar de sobra iluminado con la luz urbana que arrojaban las faroles y faroles (no es una broma lingüística de mal gusto como las que hacen ahora los politicos y “políticas”), había ambos, o al menos yo, me refiero como farola a la luz que se proyecta desde una posición fijada en la parte superior de una base vertical, mientras que para mi el “macho” es aquel que pende anclado a una fachada, que igual no es correcto, pero para mi es como los diferencio…

El caso es que sin necesidad de linterna por la suficiencia de luz y por no haber peligro, en cuando a pisar “barro”, el suelo estaba húmedo pero era adoquinado, granito o cantos, además de conocer el recorrido de la vez anterior, pues un “achiperre” menos del que estar pendiente… la linterna en el bolsillo! Parece una tontería, pero con el bordón en la derecha y la linterna en la izquierda, cuando quiero hacer una foto, entre que llevo al principio la mascarilla (solo no la llevo puesta mientras camino fuera de las poblaciones, sean grandes o pequeñas), pues eso, que el movil no me reconoce, no sabe que soy yo, y tengo que meter la clave de seis dígitos para activar la cámara… sí se que se puede hacer desplazando el dedo en el acceso directo, pero es que a primera hora, con guantes, pues es también una lata… por muy guantes táctiles validos para uso de móvil… gato con guantes… ya se sabe, no caza ratón, en fin que siempre “agiliza” el trámite no llevar la linterna en la mano.

Enseguida llegaba al puente que cruza el río y unos cientos de metros más adelante te suelta en la carretera de salida, que al mismo tiempo es también el propio Camino. Seguía estando oscuro, ya sin la luz de las farolas de Villafranca, aún más, pero el alba empezaba a dejarse notar, lo cual me permitía seguir sin linterna, la vista se adapta perfectamente y de manera rápida a la escasa luz natural, además que no a cada paso, pero si cada minuto, la oscuridad se va debilitando y la distancia y nitidez a la que se alcanza a ver es mayor progresivamente. Hecho que me permitía confirmar la veracidad de mis sospechas, no había niebla, pero si nubes bajas, a pocas decenas de metros del suelo, por lo que, casi con total seguridad, entre las nubes y la orografía que me rodeaba, el amanecer de hoy iba a ser insulso, flato de ese momento “deslumbrante” justo cuando el sol se empieza a dejar ver.

 

La temperatura era agradable, el móvil indicaba 4º, y la sensación térmica así era al no haber viento en movimiento, sentía quizá un pelín de fresquillo en las orejas, por lo que icé la braga que llevo al rededor del cuello hasta cubrir las orejas, al igual que la boca y nariz. Ahora la sensación era más agradable y cálida.

Enseguida, ni media hora después de haber partido desde el albergue, llegaba a la nacional, la antigua N-VI, la cual cogía, siguiendo las indicaciones para peregrinos, por su lado izquierdo en dirección a A Coruña, un carril paralelo sobre el propio asfalto, delimitado de la propia carretera por un continuo bloque de hormigón, algo que no es bonito, pero si muy seguro, ya que es el camino a recorrer mientras se comparte con el escaso trafico rodado actual de la nacional, el cual, desde hace años, discurre por la autopista A-6, muy próxima también, por momento se puede escuchar el tráfico rodado de gran tonelaje, concretamente a la izquierda, pero en un plano muy superior. Lo dicho, tanto hormigón, tanto asfalto y el siempre molesto ruido del tráfico, hacen que el recorrido no sea idílico, pero si agradable a la vista si se saben contemplar, y admirar, los contrastes de la fusión entre la naturaleza y las necesarias infraestructuras creadas por el hombre.

Prácticamente ese ha sido el panorama durante gran parte de la mañana, solo abandonándolo puntualmente para alcanzar por la carretera local y transitar, primero por Pereje, como una hora desde el inicio de la jornada, y volver inmediatamente después al mismo andadero y que vuelve a abandonarse otra hora después para alcanzar del mismo modo y surcar, Trabadelo, más adelante y por sendero similar, alcanzaba La Portela de Valcarce y como a las diez de la mañana, después de tres horas de continuo caminar, solo parando para hacer fotos y beber agua, alcanzar Ambasmestas ya alejado de la N-VI, pero si caminando por la carretera local. Media hora después llegaba por la misma carretera a Vega de Valcarcel, donde, en previsión de lo que me aún me faltaba y ante el temor de no encontrar ningún sitio abierto donde poder desayunar, aprovechaba un local junto a la carretera que se anunciaba como Panadería, pero también decía tener cafés, zumos, refrescos, bollería y BOCADILLOS!!!!

 

 

Eran las 10:30. Soltaba la mochila que llevaba cargando a la espalda desde las 7 de la mañana, solo la había soltado hasta entonces para hacer una foto en Ambasmestas, el pueblo anterior, hacia media hora, para hacer una foto en el mismo lugar donde en 2009 había hecho esa misma foto pero con nuestras cuatro bicicletas apoyadas junto a las placas informativas de la DGT indicando la dirección a tomar para ir a Vega de Valcarce y a Villafranca del Bierzo. Pedía un bocadillo de bacon con queso, con una Estrella de Galicia… ha habido un momento que les he dicho por WhatsApp a mi familias que no sabía si podría con todo, luego he rectificado y les he dicho lo que realmente quería decir… no sé si podría con otro… jejeje obviamente “solo” me he comido uno, pero me hubiera traído tres o cuatro para poder echar mano de ellos de vez en cuando…

Veinte minutos después volvía a caminar sabiendo que, por mucho que ya no encontrase nada abierto, energías no me iban a faltar y que, además, ya había rebasado el meridiano de la jornada de hoy, llevaba unos 17 Km y la distancia prevista para hoy era de 29.

A las 11:15 estaba en Ruitelán y un cuarto de hora después en Las Herrerías, último pueblo antes de afrontar los primeros repechos de la jornada de montaña de hoy… Si, si!!! La mítica jornada de montaña del Camino Francés, y hasta el momento, cuatro horas y media después de haber salido de Villafranca, únicamente había llaneado o incluso descendido levemente. Nada más salí de Las Herrerías me topaba con el primer “aperitivo”! Y bien serio! Ante mi tenía una carretera con un fuerte desnivel que me exigía al máximo al tiempo que testaba mi estado de forma para afrontar lo que viniese después, que por lo que he leído y oído (aunque siempre hay mucha leyenda al rededor de lo mítico), era aún peor en algunos tramos. Nada más verme en aquellas, lo primero que hacía era parar, quitarme primero la mochila y despues la chaqueta de travesía (mi neopreno), el cielo se había despejado por completo y el sol dejaba claro en aquella subida que se iba hacer notar. Con la carga ya bien acomodada y ajustada a la espalda, apretaba mandíbula y empezaba a jugar musicalmente con el compas dela respiración. Es un ejercicio que me ayuda a marcar un ritmo constante, ajustado a las exigencias de la subida, y que me gradúa de manera constante el “fuelle”, al tiempo que me entretiene y motiva. La exigente rampa no cesaría durante los siguientes quince minutos minutos, los que he empleado hasta llegar al punto en el que abandonaba por fin el asfalto, tomando el camino que indicaba a la derecha para los caminantes, no así para los bicigrinos, a los que les lleva por el recorrido que aún recordamos Marían, Alicia, Carlos y yo, a pesar de haber pasado ya tantos años.

Por fin pisaba un sendero… daba igual que fuese de tierra húmeda, con más o menos manto de hojas y castañas caídas, embarrado, con alguna piedra o con más o menos mierdas de vaca, más grandes o más gigantes, pero agradecía poder caminar sobre algo que no fuese la inalterable y agotadora firmeza del asfalto, has sido exactamente 23, VEINTITRES kilometros de asfalto hasta dar con aquel sendero, el cual comenzaba con un leve descenso que a escasos veinte metros se convertía en falso llano durante doscientos o trescientos metros y luego empezaba a picar hacia arriba, cada vez con más ímpetu, al tiempo que el firme iba variando, por momentos era un cómodo y agradable manto de hojas como de repente empezaba a esconder bajo estas y las toneladas de castañas buenos “pedrolos”, en bloque o sueltos. He recurrido a la misma técnica de respiración sonora, pero aminorando la velocidad de ascenso, tanto por el desnivel, en algún punto descomunal, como por el irregular y resbaladizo firme que se pisaba.

Eran las 11:45 cuando afrontaba el primer repecho sobre el último asfalto, las doce cuando tomaba el sendero y en teoría, según mis cálculos, faltaban unos seis kilometros desde que deje la carretera… no tenía prisa, había que dosificar bien y medir fuerzas, llevaba la botella de un litro de agua llena, la acaba de llegar en una fuente en Las Herrerías, daba igual lo que tardase en subir… pero inevitablemente hacía una estimación y me decía a mi mismo… sin parar, imaginando que en La Faba (una pequeña aldea por la que he de cruzar) todo está también cerrado, yo creo que entre las 13:30 y las 14:00 tengo que estar coronando y entrando en O’Cebrerio… realmente no llevan a ningún lado estas estimaciones, pero a mi me ayudan a intentar mantener un ritmo, sin bajar los brazos o desanimarse por el esfuerzo y lo que aún debe de quedar…

Un poco antes delas 12:30 llegaba a La Faba, lo peor creo que ya había pasado, en cuanto a desnivel y dificultad del terreno. Efectivamente era una aldea fantasma, ni albergue, ni bar, ni tienda, todo cerrado, todo en silencio y nadie por las cuatro callejuelas que se ven al surcarlo. Proseguía y, tras un pequeño tramo arbolado bajo el que ascender (como había sido desde que tomase el sendero inicial), de repente, desaparecen los arboles, la sombra que siempre brindan en días soleados, al igual que ya no hay hojas caducas sobre el piso… se abre un gran claro bajo el sol que permite admirar el paisaje en medio de las montañas… desde ahí el sendero es mayoritariamente de tierra, solo puntualmente de piedras, y en tramos muy puntuales y delimitados con tal exceso de humedad que convierten la tierra en barro mantecoso en el que se hunde unos centímetros la punta del bordón así como las superficie de las zapatillas.

Seguía subiendo a buen ritmo, en estos tramos sin gran exigencia ni necesidad de ritmos respiratorios, con cierto sofoco o fatiga, pero muy llevadera. A las 13:00 en punto alcanzaba la entrada a una pequeña pedanía o más bien un lugar que albergaba un par de explotaciones ganaderas, de vacas concretamente. Justo a la entrada me encontraba con “tráfico congestionado de salida” frente a mi… por un estrecho sendero de poco más de dos metros de ancho, delimitado por las lindes de, a la derecha una de las explotaciones y a la izquierda el vallado de otra de ellas, de frente me venían,en contra dirección, en una fila india mal hecha, un rebaño de poco más de veinte vacas gallegas… he intentado orillarme sutilmente a la derecha para que pasasen ellas y yo pasar desapercibido y ellas si han pasado, pero yo debe ser que no lo he conseguido, por que no solo me miraban, alguna se me acercaba curiosa arrimando incluso sus astas a mi cara más de lo deseable y su pesadas pezuñas demasiado cerca de mis sensible pies… el momento lo he recogido en video pensando que iba ser menos arriesgado, no por embestirme, pero si ser golpeado o pisado por alguna de ellas… cinco minutos despues de aquel simpático y anecdótico encuentro he tenido la suerte de encontrar un local de servicios al peregrino abierto, un bar en el que poder soltar por un momento la mochila, sentarme al sol y disfrutar de una Estrella de Galicia, bien fría, en tres tragos… con el reposo de diez minutos sin mochila y el que da posar el culo en una silla de plástico bajo el sol de finales de octubre en estas tierras, más el brío que siempre aporta una cervecita gélida, volvía a cargar la mochila y afrontar el último tramo, que por los cálculos hechos, no debían ser más de dos kilometros.

Pronto cogía buen ritmo, me sentía y encontraba en perfectas condiciones, únicamente alguna leve molestia a la altura del calcáneo, en la parte de atrás del pie derecho, unos pequeños pinchacitos pero sin mucha importancia, lo había notado en los momentos de mayor desnivel y mientras pisaba el firme menos homogéneo en textura y relieve…. pero vamos, que la jornada estaba apunto de concluir y, sinceramente, me maravillaba el ritmo que había llevado toda la mañana y la solvencia con la que estaba alcanzando la mítica cima. A las 13:35 alcanzaba el reconocible muro de piedra a modo de adarve que en paralelo al camino tenía que desembocar en mi destino. Cuatro minutos después me hacía el selfie delante de la reconocible palloza de la entrada para enviarla informado a la familia de que la 4ª había concluido.

Llegar a O’Cebreiro es trasladarse a otra época, es como si aquí el tiempo se hubiese congelado eternamente mucho tiempo atrás. Es un pequeño conjunto de edificaciones de piedra, en medio de multitud de montañas en todo su derredor, de un lado las montañas leonesas, del otro las gallegas, en el que de manera especial, para mi, destacan dos construcciones, la antes mencionada palloza y la iglesia de Santa María la Real, hasta el momento, la que más me ha llamado la atención, no solo en el Camino, ene general. Me cautivó la primera vez y guardaba en la memoria cada detalle de su construcción, no por su grandeza ni majestuosidad, sino por todo lo contrario, tiene un modesto encanto, pero una rudeza y entereza que es como si no hubiesen pasado los años por ella, un tamaño y una proporcionalidad, a ojos míos, desconocedor o inexperto, en muchos temas y de arquitectura o arte eclesiástico mucho más, pero me conquisto entonces y hoy, cerrada, también! El albergue que está a las afueras, también tiene su aquel, pero es muy distinto, mucho más moderno, pero en un enclave privilegiado, situado a modo de mirador de la vertiente gallega. Llama inevitablemente también la atención.

 

 

Tras hacer la entrada en el Albergue y elegir cama en la habitación asignada, una pequeña nave abuhardillada con una veintena de camas dispuestas a ambos lados, lo de siempre, estiramientos, ducha, organización de ropa y demás, me he ido a uno de los dos bares o mesones que hay abiertos, para comer y después el postre habitual… mi regalo. Hoy de primero ha sido sopa de ajo y de segundo pasta bolognesa.

Hoy, he de reconocer que venía algo sensiblón, por lo que envuelve a este Camino en particular, y no solo por la especial carga emocional que llevo dentro, sino por como de diferente está el propio Camino con respecto a otros años. En mis distintos contactos con el Camino, incluso cuando inicié este que este año espero concluir, en diciembre de 2016 en Sant Jean Pied de Port, momento en el que solo coincidí a mi llegada a Roncesvalles con cuatro peregrinos más, que desde la siguiente jornada de Zubiri en adelante solo fueron tres, pues incluso aquel año, con menos peregrinos, la sensación era de mayor jolgorio, y no precisamente por que ninguno de los peregrinos contribuyésemos a ello, para nada, pero el ambiente que envolvía el caminar era muy distinto, al cruzarte en cada localidad con los lugareños, nunca faltaba una palabra de aliento o un simple “buen camino”, por contra, este año, la mayoría de las poblaciones, salvo las muy grandes, parecen aldeas o pueblos deshabitados y si por casualidad ves o te cruzas con alguien, aunque amablemente les saludes, con un buenos días, cuesta recibir respuesta y ni te cuento recibir la muletilla de “buen camino”… creo que en estos cuatro días que llevo caminando me sobra un dedo de la mano para poder enumerar las veces que lo he oído… por no hablar de lo desolador que es ver prácticamente todos los negocios, más del 80%, que daban servicio al Camino, cerrados…

 

Hoy que inconscientemente la tristeza me acompañaba por ser testigo de esta nueva e impensable situación en el Camino, estaba algo más que de costumbre y durante algún momento en el llanear sobre asfalto, recordaba de manera especial a aquellos que ya no están y se que siempre han estado en mayor o menor medida pendientes de mis andanzas… cierto es que cuanto que el perfil se ha puesto exigente, me he centrado en mis estrategias para superar el pedazo de escollo que tenía por delante dejando a un lado las tristezas…

Cuando he abierto el sobre número 4, la alegría que me ha dado ver la foto y leer el texto al pie de la misma, decía “siempre ella”, me ha aflorado nuevamente la sensibilidad, que no tristeza, lo siguiente que he leído, por como he sacado lo que el sobre contenía y como estaba doblada la nota, ha sido el nombre y apellido de quien lo firmaba… ahí, en ese momento, todas las lagrimas contenidas por la tristeza de la que hablaba has salido de golpe, pero alegría y gratitud por tener la mejor hija y por haber hecho que él, uno de mis mejores amigos y sin duda al que con menos frecuencia veo, haya participado en este multiple regalo entregado a diario cada día de mi Camino… lo siguiente, con los ojos encharcados, ha sido leer enseguida el escrito y volver a llorar, pero de risa y sin parar… Mil gracias, Andrés, AMIGO!!! Eres un tipo excepcional, ya ni me acuerdo, o solo tengo como anécdota, que una vez, que digo una,dos veces, fuiste mi jefe!!! Pero eso lo borró nuestra amistad! GRACIAS, ANDRÉS!!! GRACIAS, HIJA!!!

 

 

Y así, con la tristeza desplazada por la alegría, pero oxigenada por las siempre sanadoras lágrimas, hacia a un lado el servicio del café del que apuraba el ultimo sorbo, abría el iPad y empezaba a escribir lo que ahora y de este modo concluyo… y sin más tristezas por hoy! Mañana… mañana más!

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#novoysolo

#vamosjuntos