Camino Frances 2019 · 1ª jornada · !QUE GANAS TENÍA!
Probablemente fuese el ansia, mis ganas por empezar a caminar, el principal motivo por el cual me costase coger el sueño anoche, y por lo que me he despertado varias veces para mirar la hora 01:22; 03:17 y 05:24, está última, al ver las horas que eran, he cogido las gafas, colgadas por una patilla de una de las cinchas de la bolsa de pierna amarrada a los barrotes de la litera (similar a la que gastan ahora los moteros y que me he agenciado para esta ocasión), y ya con gafas he empezado a consultar en el móvil la actividad acumulada desde que, a eso de las 22:45, lo dejase conectado a la batería externa que llevo en la misma bolsa de pierna, es lo que tiene llegar tarde al albergue, no hay opción posible de elegir la cama inferior, donde normalmente suele haber algún enchufe a mano. Unos mensajes familiares en WhatsApp e interacción en redes como respuesta al prologo que colgué a última hora, eso ha sido lo que he hecho antes de salir del catre.
En mi segundo hospedaje en el albergue El Corro, nada ha sido igual; a mi llegada ayer, poco antes de las diez de la noche, la actividad era ya casi nula… salvo un grupito de cuatro que estaba recogiendo y fregando los cacharros de la cena en la cocina, el resto estaba descansando. Una parejita, posiblemente de franceses o belgas, lo hacían charlando sobre los palets colocados en el patio a modo de sofás, otro grupo formado por tres hombres y una mujer, en la sala/comedor de la 1ª planta, parecían hacer tiempo hablando en español e italiano, con apoyo en el socorrido inglés de andar por casa. El resto estaban ya en la habitación, algunos dentro de sus sacos y aparentemente bien dormidos, el resto, tres o cuatro, sobre su litera interactuando con su móvil. Hemos compartido barracón aproximadamente una veintena de humanos… y tengo que decir que ha sido mejor de lo que inicialmente había imaginado, pues aunque ha habido de todo, como es casi normal… alguna tos, algún respirar fuerte, y demás sonidos humanos en la noche, los respirares fuertes, y demás, no han estado a la altura que hacía presagiar alguno de los morlacos italianos que departían haciendo sobremesa.
El despertador lo había puesto a las 06:00, pero a las 05:32 estaba ya en el baño, no sin antes haberme llevado un buen testarazo en la ceja izquierda con una viga de madera que cruza la habitación a una altura de unos 160/170cm, y que de sobra tenía bien localiza desde la visita y noche anterior aunque, eso si, olvidada a esas horas en la oscuridad. Por suerte solo ha contribuido en el despertar sin tener que lamentar males mayores. Mientras, el resto de la compañía seguía encamada. Cuando he salido del baño ya había cierta actividad en un par de literas, les delataba el movimiento y la luminiscencia del móvil. Yo, ya duchado y uniformado con el pantalón y la camiseta del día (de hoy y de ayer, hay que optimizar recursos) pero en chanclas; en este albergue los palos y el calzado de andar se deja en unas baldas junto a la puerta de acceso al patio, el objetivo es salvaguardar el medioambiente en la habitación, un detalle muy de agradecer, sinceramente! De esta guisa, casi a oscuras, solo con la luz atenuada del móvil, he ido recogiendo bártulos (saco, pareo, bolsa, mochila y demás) y sacándolos en dos viajes de la habitación, una vez todo fuera y revisada la cama para no dejarme nada, he bajado a la primera planta para acabar con la rutina de preparativos… doblar y recoger saco y pijama, guardar y colocar todo en la mochila para después bajar a la planta baja y allí, ya con el calzado a mano, proceder al ritual de cada mañana vaselina en mano, antes de enfundarme los calcetines y posteriormente mis inseparables zapatillas del Camino.
Después de despedirme del único compañero de habitación que ha aparecido por allí, un italiano enjuto cercano a los cuarenta, he salido del albergue con la mochila a cuestas, el palo en la mano izquierda y tras el selfie de rigor, por fin he empezado a caminar. Eran poco más de las 06:30 pero la temperatura era agradable, con cierta humedad, esos sí, pero muy agradable. En lugar de ponerme a buscar la senda oficial marcada del Camino, he decidido dirigirme al punto donde me había dejado el autobús de línea la noche anterior, en la N-120, para llegar por ella hasta las afueras de Belorado donde había visto una indicación que señalaba el cruce del Camino. No he tardo mucho en alcanzar ese punto y dejando a la derecha la nacional y Belorado atrás, comprobar, ya sin la iluminación del pueblo, que la noche era cerrada y que además no había luna, vamos que no se veía nada, por lo que he tenido que recurrir a la linterna para poder ver al menos donde pisaba y con el haz de luz ajustado poder ver lo que había aproximadamente a cinco metros. Tras cruzar el rio Turón casi a tientas por un puente de tablones, he alcanzado un sendero de grava flanqueado por vegetación aparentemente monte bajo pero irreconocible en la oscuridad. La pista, muy cómoda, sin desniveles y bien allanada. Nada que destacar, salvo algún agujero tapado recientemente con escombro y algo curioso que me ha llamado la atención en la distancia y que solo he descubierto cuando estaba justo encima… cuando avanzaba con la linterna alumbrando el sendero, a una distancia de unos 4 o 5 metros he visto algo que parecía una piedra o una pequeña caca de vaca o gran caca de perro, la curiosidad me ha podido y he centrado el foco y la vista para descubrir, solo cuando estaba a pocos centímetros lo que era… un sapo! Era mi primer contacto con un ser en este Camino… un sapo! Ahí estaba, inerte, con los ojos bien abiertos y supongo que pensando, por qué no te metes la lucecita esa por algún sitio, o te alumbras tú lo que yo te diga… o no, igual no ha pensado nada porque los sapos igual no piensan nada cuando se les molesta en octubre con una linterna a las siete y pico de la mañana… en fin, mis cosas, foto y a seguir alumbrando el camino, el cual, un poco más adelante, llegaba al primer pueblo, Tosantos. Eran poco más de las 07:30 y la noche todavía era bien cerrada, igual que cualquier tipo de servicio que pudiese ofrecer el pueblo, por lo que no había más alternativa que seguir caminando en busca del siguiente pueblo.
Por una pista similar, con la misma oscuridad inicial, he dejado atrás el pueblo inactivo y, poco a poco, paso a paso, percibía lo que parecía iba a ser el amanecer. La negrura iba tornando progresivamente en tonos oscuros para de manera lenta y sutil tornarse en azules oscuros, al mismo tiempo se empezaba a intuir una lejana cortina que parecía ser niebla, momento que aprovechaba para apagar la linterna y, aunque algo atenuado por el filtro que la niebla le imprimía, disfrutar del espectáculo, porque un amanecer siempre es un amanecer y más cuando se vive apartado de cualquier posible contaminación lumínica. Pocos minutos después de las 8 llegaba a Villambistia y a la entrada del pequeño pueblo encontraba un albergue al que justo llegaba un coche, del que se bajaban 3 hombres y una mujer, con ropaje de cazadores, les acompañaba un precioso Braco, que me recibía olisqueándome de manera efusiva. Me he descolgado la mochila para dejarla apoyada al palo y en la fachada, junto a la puerta de acceso, y he entrado para tomar algo distinto a agua, que era lo único que había tomado desde la noche anterior. Visto lo visto, me he conformado con un café cortado y después de pagar y pedir por favor que me rellenase la botella de agua, he retomado el camino. Han sido escasamente 10 minutos, pero suficientes para comprobar que la noche era ya pasado y que efectivamente había niebla, además de la meona, pero la temperatura era agradable, nada de frío.
Después de invertir poco más de 3 minutos en cruzar Villambistia, paradas para hacer alguna foto incluido, vuelta a un sendero similar por el que iba avanzando escoltado por una niebla en forma de aureola, cuyo punto central era yo! Mirase donde mirase solo podía ver hasta donde mi escolta me permitía… iba cómodo aunque con el sentido de la vista limitado, pero disfrutando del momento y de la curiosa simetría visual. Unos minutos después el encanto se ha desvanecido, al tropezar nuevamente con la N-120 para volver a cruzarla, extremando la precaución por la falta de visibilidad, y volver a enganchar un camino discurría en paralelo a la carretera y por el que he alcanzado enseguida el siguiente pueblo, Espinosa del Camino. A partir de aquí el sendero se ha ido salpicando de peregrinos, no muchos pero al tiempo que la nieva iba levantando, evaporándose, se atisbaban caminantes tanto por delante como por detrás, lo cual es siempre una referencia visual al tiempo que aporta cierta seguridad ante un indeseado imprevisto. A las 09:30, tras caminar un trecho por un estrecho sendero junto a la nacional y cruzar un riachuelo por un puente de madera con bastante margen de mejora, he llegado a Villafranca Montes de Oca, pueblo importante, con todos los servicios y además algunos abiertos a pesar de ser festivo, como la panadería con horno de leña propio y que se anunciaba en nariz a una considerable distancia. He comprado una barra de pan, a 95 céntimos!!! Algo que me ha llamado la atención por parecerme elevado para ser una barra, no un colón ni una hogaza… he pasado por la puerta de dos bares que he ignorado, pensando hallar otro dentro del pueblo. Al llegar a la plaza de la iglesia he preguntado a un lugareño si sabía si había un bar para comprar agua más adelante, en el recorrido del camino, antes de abandonar el pueblo y me ha dicho que no, que en la panadería había agua o en los dos bares de la entrada… pues ale, gracias y media vuelta, a desandar los 200 o 300 metros, que no es nada, pero en el Camino todo suma. He comprado una botella de 2 litros en el primer bar, a 1,20€, después de lo del pan se me ha hecho hasta barata… y a volver sobre mis pasos a la plaza y desde allí a coger una importante subida que sale del pueblo dejando a un lado el cementerio y que no afloja durante un largo kilómetro, concretamente hasta llegar al mirador de La Demanda y San Millán, lugar y momento idóneo para “tirar de cheira” y hacer las primeras trizas al chorizo, al jamón y valorar el precio pagado por la barra de pan.
Que sabio refrán ese de “lo barato sale caro”. Un nombre tan popular, “pan”, induce a error al llamarlo igual en Madrid que en Villafranca… Dicen que rectificar es de sabios! nada más que añadir!
Cuando me he detenido para contemplar primero las vistas desde el mirador y luego almorzar algo, he coincidido con un peregrino que me ha preguntado ¿no sabrás si hay alguna fuente por aquí? Me ha sorprendido la pregunta. Quizá yo sea un poco friki o raro, pero siempre me gusta leer un poco, por encima, antes de empezar una jornada, para conocer posibles dificultades y tener alguna referencia, de otro modo es ir un poco a la aventura, que se puede, pero no sé si se debe, bastante riesgo existe ya con la sola posibilidad de una lesión por un inoportuno traspiés, un esguince, un problema en una articulación o un tendón, como para evitar lo evitable. En cualquier guía, en cualquier escrito, destaca en esta jornada que desde Villafranca hasta llegar a San Juan de Ortega, no hay nada de nada, ninguna opción de comer ni beber en aproximadamente tres horas, por lo que recomiendan desayunar o aprovisionarse bien de agua y/o fruta antes de empezar a transitar por los Montes de Oca. Por lo que le he preguntado ¿cuánto agua llevas? Poca me ha dicho, y me ha enseñado la botija… llevaba dos dedos de agua!!! Le he dicho que no había nada hasta 12 km y le empezado a rellenar su botella, cuando se la estaba llenando e iba por la mitad me ha dicho “vale, vale, no hace falta que me eches más, de verdad, gracias”, y, acordándome de la frase de mi amigo Chesco le he dicho, “no hombre no, siempre será mejor dos heridos que un muerto”, y he acabado de llenársela mientras el tipo debía pensar… joder que ánimos! ????
Mientras él descansaba y consultaba su móvil me he puesto a almorzar y he compartido con él un par de lonchas de chorizo y un trago de vino, mientras alababa mi fórmula para avituallarme y me daba un poco de conversación… que si venía desde Roncesvalles, que si había parado un día en Logroño para recuperar los pies, que iba solo hasta Burgos y alguna cosilla más. Acabado el ágape he recogido, me he recompuesto y a caminar… con el tipo al lado. He de reconocer que era de tono agradable y conversación aparentemente interesante, pero inoportuno! Era mi primer día, llevo mucho tiempo deseándolo y no me apetecía distorsionar los sentidos… por lo menos en ese momento! Por lo que a los 4 minutos de ir en paralelo, he aflojado el ritmo intencionadamente y le he dicho que tirase a su ritmo, que yo iba más lento y además me paraba mucho para hacer fotos… así lo ha hecho y yo también, me he parado a fotografiar cualquier cosa y le he dado espacio para poder ir conmigo mismo y mis cosas…
La travesía por los Montes de Oca ha sido cómoda, más del 90% es llano, solo un par de toboganes en forma de “V, por una pista forestal ancha que hace las veces de cortafuegos y la segunda mitad un curioso senderito estrecho en el lado izquierdo que surca con cierta profundidad la hierba que lo flanquea, y que me ha recordado a esas parodias de un militar haciendo guardia y paseando de un lado a otro una y otra vez, una y otra vez y así repetidamente mientras va haciendo un surco y acaba siendo un foso… pues esto era algo similar, la erosión sobre el terreno con los pasos de cientos, de miles de peregrinos… curioso, simplemente.
Por el camino me ha pasado algún bicigrino solitario al igual que yo he pasado a algunos peregrinos que o bien paraban para descansar o iban a un ritmo más suave. Ha habido un momento en el que he dado alcance al peregrino parlanchin de tono agradable, iba a un ritmo tranquilo y he aprovechado para aflojar y ponerme en paralelo para sanear más mi conciencia que la posible impresión que él se hubiese podido llevar tras mi contacto anterior. Hemos intercambiado nombres… Miguel Angel, Miguel para los amigos, yo Rafa, a secas… es de Madrid, sale con un grupo de senderistas una vez a la semana, lo miércoles, tiene 64 años, le he dicho la verdad, que no los aparentaba, lo ha achacado a la jubilación… hace dos años que se jubiló y le ha cambiado la vida… y bla, bla, bla, bla, bla… aprovechado que llegábamos a la altura de un grupo de 3 peregrinos que él conocía; estaban reiniciando la marcha tras una parada, he ido acelerando el paso y soltándolo de la cuerda sin mirar atrás. A los pocos minutos ya no solo no les oía, sino que cuando me he girado sutilmente para comprobar la distancia que los sacaba, ya no los veía…
Y así a buen ritmo, poco antes de las 12:30 he llegado a San Juan de Ortega, donde pasada la iglesia, en un banco frente a un albergue, he hecho una nueva parada para soltar la mochila, quitarme las zapatillas para descansar los pies y vaciarlas de chinillas, y para volver a cortar un par de lonchas de chorizo, un trocito de jamón y un trago de vino. 15 minutos después iniciaba la marcha sabiendo que el objetivo estaba como mucho a 4 km, o lo que es lo mismo una hora como muchísimo…
A las 13:15 llegaba a Agés, me hacía el selfie justo a la placa que había a la entrada y en 2 minutos estaba en el albergue El Pajar de Agés, donde he podido elegir litera y cama, la de abajo por supuesto, junto a un enchufe, y después poner la sabana y la funda de la almohada, poner el saco sobre esta y colocar un poco los aperos, he estirado un poco y me he dado la gratificante y reponedora ducha, me he cambiado de camiseta, la de mañana y después de masajear con crema los pies y piernas me he enfundado las chanclas y he ido a elegir el bar donde comer. Me he decantado por el pequeño, el otro estaba muy lleno de lugareños tomando el vino de los domingos y festivos, además de que muchos de ellos aún olían a caza y yo estaba recién duchado… ????
Mañana más… #BuenCamino