Camino de Invierno · 8ª jornada
Rodeiro a A Laxe · 28 Km · 6h 18m
Octava recorrida. Y ya hospedado en el primer albergue público de este Camino de Invierno en suelo gallego, el primero y único anterior es el de Ponferrada, de donde partía hace hoy una semana. Después de más de 210 kilómetros recorridos por las provincias de León, Ourense, Lugo y Pontevedra, hoy en A Laxe, en una pequeña población a poco más de seis kilómetros de Lalín, población que antes de llegar a A Laxe ofrece todos los servicios, se encuentra este albergue público y no es por casualidad…
Ayer mientras terminaba de escribir, cuando compartía como de costumbre el escrito con Marian, además de con mi nuevo “editor jefe”, observaba atónito que a la cafetería del albergue privado en el que estaba, entraba un peregrino para alojarse. Eran las ocho la noche, era de noche desde hacía horas. Discretamente lo observé. A cierta distancia se percibía que era un hombre mayor, no sabría decir la edad, pero bastante más mayor que yo.
Algo que también me llamaba la atención era que, además de que lo estaban esperando, la sensación que me dio era que había cierto trato familiar, como que se conocían, de hecho, la señora que regenta tanto el albergue como el restaurante, que bien podría ser de la misma edad que el recién llegado peregrino, le reprochaba, casi regañándolo, por llegar tan tarde. La verdad es que, sin querer ser cotilla, no podía dejar de observar, que no de escuchar pues no tenía los audífonos, ni puestos ni encima…
Después de que el peregrino desapareciera por la puesta que daba acceso tanto al albergue como al hostal, volvía a mis asuntos para de dejar preparado el escrito y, una vez con el comentario de mi rubia y las correcciones del editor jefe, subir el post con alguna foto comprimida.
Con todo ya terminado, me dirigí a un bar que había como a 400 metros, lugar sugerido desde el propio albergue ya que ellos no daban cenas.
Lo primero que me llamó la atención nada más salir era el frio que hacía. Eran las ocho y media y la sensación térmica, con el viento que soplaba, era heladora… fui lo más rápido que pude hasta llegar al bar, donde cené lo que parecía haber improvisado la señora que me atendió al otro lado de la barra… las opciones de primero eran únicamente dos, sopa o entremeses fríos. Obviamente, según estaba la noche, además de que a mí una cuchara me tiene siempre ganado, pedía la sopa; de segundo la opción era más amplia… empanadillas, tortilla francesa o chorizo frito. La francesa era una opción, aunque según lo dijo me sonó falta de chispa; el chorizo frito seguro que estaba riquísimo pero podía ser un puñal clavado entre el esternón la tráquea durante toda la noche, o sea que me decante por las empanadillas, sin preguntar si eran de carne, de bonito, de coquinas o de queso de cabrales…
Enseguida me llego la sopa. De fideos. Me pareció de gallina por su color amarillo intenso. La probé con cuidado, para no quemarme y tuve que dejar la cuchara, no para qué se enfriase, sino para levantarme y llevársela a la señora para que, por favor, me la calentara bien, bien, que quemase, por favor, que estaba fría. Mientras esperaba a que me llegase la sopa caliente, veía cómo entraba el peregrino rezagado y se sentaba en una mesa distante de la mía y de espaldas a mí. Al poquito me llegaba la sopa, ahora si bien caliente y mientras disfrutaba de aquella sopa de polvos, Starlux, Gallina Blanca o similar, me llegaban las empanadillas, ocho para ser exactos, en una fuente de acero inoxidable… era mi segunda decepción… nada tenían que ver con las que había visualizado mentalmente al pedirlas, obleas dobladas sobres sí mismas y cerradas con un tenedor haciendo esos pliegues que una vez fritas quedan doradas o incluso churruscaditas y con abultadas pompitas de distinto tamaño y que, con solo comerte un par de ellas, tres a lo sumo, tienes más que suficiente y te dejan un sabor de boca y un regusto que perdura hasta un rato después… pues no! Eran empanadillas congeladas, de las que se les sale el lacre.
Me acabe la sopa y con decepción, sin esperanza alguna de sorpresa, me anime con una empanadilla. El calor que le faltaba a la sopa en principio seguía acumulando el relleno. ¡De verdad! ¿Qué llevan las empanadillas congeladas, lava volcánica? Partí tres, para que se aireasen un poco y bajasen la temperatura hasta ser comestibles, sin peligro de que me saliesen ampollas también en la boca… finalmente me comí dos y media y tras rechazar la posible oferta de postre, seguramente también “casero”, pague ocho euros; tengo que decir que la estrella de Galicia estaba bien fría y muy rica, me fui camino al albergue para una vez allí tomarme un menta poleo para coger temperatura y asentar la cena, antes de irme al saco.
En ello estaba, sentado a una mesa junto a la estufa de pellets, cuando entraba de nuevo el peregrino tardón. La señora, salía de la barra y le ponía una silla junto a la estufa para que se sentase a calentarse que estaba la noche muy fría, le decía. El renunciaba a sentarse tan cerca y lo hacía frente a mí, compartiendo mesa. La señora se quedaba de pie y primero entablaban conversación entre ellos, le interrogaba sobre hasta cuando se quedaría esta vez, a lo que el respondía en mal castellano, que se iba al día siguiente, pero que se iría después de desayunar, que bajaría sobre las 10:30 u 11, como siempre, le decía ella. Y me miraba a mi para decirme, “así pasa, que luego llega a las tantas; como un año, que tuvimos que coger el coche para ir a buscarlo a A Feira. Que no pasa nada porque está al lado, pero claro, eran las diez y pico de la noche y estaba en el O Recanto”, el bar que hay poco más de dos kilómetros antes, donde ayer yo hice la parada para tomar una cervecita y una tapa de jamón, a la que además fui invitado por Jaime, un lugareño que estaba ya en el bar cuando yo entré, y mientras tomábamos la cerveza me preguntaba, lo normal, ¿de dónde saliste hoy? ¿dónde haces noche? ¿de dónde eres?… un tipo muy agradable, de los que da conversación pero sin agobiar, con experiencia en las relaciones publicas sobre la barra fija, mientras comentábamos, entraban cuatro hombres más de la zona, conocidos entre sí, primero lo hacía un grupo de tres, que venían de trabajar, no sabrás decir en qué, pero que venía para tomar algo y después quedarse a comer; después lo hacia otro, también conocido, se ponía a mi derecha, y mientras íbamos comentando, Jaime y yo, el resto iban también añadiendo comentarios, a Jaime lo entendía, hablaba castellano con cierto acentillo gallego, al resto, entre que no llevaba los audífonos y que falaban galego cerrado, no les entendía nada de nada… una pena, porque era un grupito super agradable y que seguro que me había dado mucha chicha para luego plasmarlo aquí.
El caso es que aquel lugareño espléndido pagó, como él dijo, la primera ronda, supongo que el resto haría lo propio, yo en contra de mi voluntad, me salía de la rueda de rondas, sin invitar, no por tacaño, sino porque tenía aun por delante dos kilómetros, y los últimos además, los que más cuestan después de una paradita, y porque si me llego a quedar, igual tienen que venir a por el peregrino francés y a por mí, como le ocurriera aquella vez que comentaba la buena señora.
Estuve un ratito departiendo con aquel peregrino francés, entendiendo lo justo por mi falta de idiomas y de audífonos, pero alcancé a entender que tenía 77 años, que llevaba desde que se jubiló viniendo al Camino, que el que más le gusta es este, el de invierno, aunque ha hecho el francés y el inglés. Mientras me hablaba, no podía dejar de imaginar, a pesar de vérsele con relativa forma física, como era posible, me costaba imaginarle en el tramo del Miño, en la Ribeira Sacra, con lo que me había costado a mí, 23 años más joven… No pude por menos que preguntarle… enseguida me dio la explicación, medio en francés, medio en español, medio con signos y gestos… El Camino cae en vertical por la falda de la montaña, se cruza el río Miño por el puente y sube nuevamente en vertical por la ladera de la montaña, es el Camino oficial y el más corto, pero también está la carretera… hay más distancia, pero la inclinación es mucho más moderada, por mucho que en algún tramo pique hacia abajo y posteriormente hacia arriba. Está claro, en el Camino como en la vida, la veteranía es un grado y querer es poder.
Nos despedíamos, yo me retiraba al albergue privado y él lo hacía al hostal, en el mismo edificio solo que yo en la 1ª planta en una de las tres habitaciones comunes, pero de uso individual, por volver a ser el único huésped. El hostal estaba en la 2ª planta, supongo que con habitaciones individuales y baño privado. Me encamaba encantando con el ratito de charleta con aquel experimentado peregrino alguien a quien nada se le ponía por delante, era cuestión de buscarse la mejor opción, aunque pasase por llamar al albergue para que viniesen en coche a buscarte al pueblo anterior porque se te había hecho muy tarde…
Esta mañana, tras los preparativos de costumbre, bajaba a desayunar un cortado y un par de tostadas con mantequilla y mermelada para, después de la foto e informar en el grupo a los míos, partir hacia A Laxe. Lo hacía a las 07:40, con una temperatura de 3º. El primer día que veía la escarcha tanto sobre los coches aparcados como sobre el verde de los prados que enseguida encontraba en el recorrido. Hacía frío, pero era muy agradable para caminar. Por primera vez en este Camino de Invierno recurría a los guantes, además de portar encima todas las capas de la cebolla.
Arrancaba ilusionado, con ganas de volver a disfrutar de la jornada, sabiendo que “solo” eran dos kilómetros más que la de ayer, es decir, como media hora más, pero lo hacía muy pendiente de una nueva dolencia que había descubierto durante la noche y que esta mañana la había estado tratando con crema y masaje para intentar calmarla y calentarla. Era en el tobillo izquierdo, por la zona del tendón de Aquiles. En principio era muy dolorosa y molesta, pero una vez andando y bien calentado, se volvía solo molesta, por lo que era asumible y entendía podía ser más una agujeta que una lesión… supongo que tanto tiempo pisando mal, lo normal es que pase eso y haya zonas que se recarguen más por repetir durante tantas jornadas una mala postura… El hecho es que enseguida conseguía aislar la molestia y comenzaba a disfrutar de las vistas y de los paisajes. En principio tocaba caminar entre prados completamente empolvados de blanco por la escarcha y a medida que iba ganando altura el sol, se convertían en un precios verde intenso y bajo un cielo completamente despejado.
La jornada ha sido muy llevadera en cuanto a perfil, sin grandes desniveles, aunque con un continuo sube y baja, pero de moderadas inclinaciones. Hoy también he podido disfrutar del caminar por zonas boscosas surcadas por riachuelos o arroyos, con ese soniquete tan agradable del discurrir del agua, en ocasiones más brava por tener cerca un salto, en otras ocasiones como un chorrito zen, en cualquier caso, súper agradable y relajante.
Hasta más o menos las doce y media, ha sido muy agradable, muy llevadera, luego me ha empezado a costar un poco más, sobre todo pasado Lalín, la gran población, que además de tardarse en atravesar, aunque luego se camina por un precioso paseo fluvial, se hace girando continuamente a izquierda y derecha, siguiendo el cauce del rio, que sí que es muy bonito, pero con mi dolor de pies y añadiendo que me faltaban unos siete kilómetros, hubiera preferido una línea recta. Tras el paseo por la vereda, el Camino surca un bonito tramo entre arboleda y posteriormente te lanza a la trasera del polígono industrial de Lalín, o sea un trayecto poco agradable de ver y además con molestias.
Poco antes de las dos me hacia la foto en la puerta del albergue e informaba a los míos de la llegada a destino. Hacía la entrada, cogía ligera y preguntaba donde podía comer, así como cuántos peregrinos estaban recibiendo en los últimos días. A la primera, me contestaba con dos opciones, desagradables de escuchar, la opción A era Restaurante Mª José, a 450 metros, probablemente cerrado. La opción B era desandar algo más de un kilómetro para ir al restaurante del polígono industrial… En cuanto al número de peregrinos, me decía que ayer había ya menos, solo habían aparecido ocho…
Y es que este es el primer albergue público en este Camino de Invierno, porque es aquí, en A Laxe, donde confluyen tres Caminos, el de Invierno, por el que yo vengo, el Sanabres, que parte desde la Granja de Moreruela, en la provincia de Zamora, y el Camino de la Ruta de la Plata, que viene desde Sevilla. Por lo que, en teoría, desde mañana, supuestamente, puede que comparta Camino con algún peregrino más, aparte de la incansable Caperucita Roja y del sabio y tranquilo peregrino francés, ambos alejados de mi Camino, la primera por veloz y el segundo, por lo contrario.
Como de todo se aprende, he ido desde el albergue hasta la opción A, el Restaurante Mª José para ver si había suerte y estaba abierto. Estaba “Pechado”. La opción B estaba descartada… He hecho lo que supongo habría hecho el peregrino francés, he llamado a un taxi para que me trajese a Lalín y, por favor, me sugiriese un sitio donde comer comida casera y poder pasar la tarde escribiendo. Me ha propuesto llamar a Julio, del Restaurante del Hotel El Palacio, creía que menos los domingos, tiene menú y precio especial para peregrinos, algo que le ha confirmado por teléfono y le ha pedido guardase una mesa para un peregrino, que en cinco minutos le dejaba en la puerta. Todo esto en gallego profundo y luego traducido por Marcos, el amable, locuaz y eficiente taxista que me ha dejado a la puerta del hotel. Este me ha explicado las tres farmacias que había alrededor pues necesitaba comprar gasas, de manera que he quedado en llamarlo sobre las nueve para que volviera a llevarme al albergue, porque allí, cuando vuelva no sé si habrá más peregrinos que vengan por este u otro de los dos Caminos, pero lo que si se es que no hay ni wifi, ni cobertura, ni un bar a menos de un kilómetro a la redonda.
Mañana volverá a ser una jornada larga, de las que pinto en rojo, de más de 30, concretamente unos 33 kilómetros… son solo cinco más que hoy, es decir como una hora y cuarto o y media más que hoy… estoy seguro de que se hará dura, pero será, si Dios quiere, la penúltima y habrá que disfrutarla, porque pasado mañana ya no habrá opción. Además, el hecho de que desde aquí confluyan los tres Caminos, supone que los servicios se incrementan y las posibilidades de encontrar sitios donde poder parar a tomar algo, a descansar, o incluso donde dormir si hubiese un forzoso cambio de planes (que esperemos no sea el caso).
Pero eso será ya mañana, porque mañana, mañana más!
#CaminodeInvierno
#CaminodeSantiago
#Camino
#Novoysolo
#Caminamosjuntos
#LosCaminosdeRafa