7ª 2019 – Decisiones.

Ayer, al llegar al albergue Los Templarios, en Terradillos, tuve que tomar una decisión y pronunciarme ante la diversidad de oferta que me ofrecía la «Hospitalera» ¿qué tipo de alojamiento quieresTienes habitaciones de diez, de cuatro de dos e individuales. Mi respuesta era obvia. ¿Qué precio tienen?, 8 la de 10, 10 la de 4, 25 la de 2... y no la deje terminar… la de 4, ponme en una de 4, al tiempo que dejaba sobre el mostrador un billete con el que estaríamos en paz.

Aquella fue, por suerte, una buena decisión. Cierto es que me la jugaba, podía volver a tener de compañeros de habitación a uno, dos, o incluso a los tres mamuts que me rodearon toda la noche, l i t e r a l m e n t e, en mi litera, la noche anterior en Carrión de los Condes (donde la monjita persuasiva), pero me la jugué y me salió bien.

Fui el primer inquilino de aquella noche en esa habitación, por lo que podía elegir cualquiera de las opciones, de arriba, de abajo, la que estaba frente al baño o la que estaba a la derecha de la puerta de entrada, todo esto distribuido en 6 metros cuadrados. Después de echar un rápido vistazo opte, claramente, por la que tenía el único enchufe a mano. La de abajo junto a a puerta de entrada.

Después de estirar lo mejor posible los músculos y zonas más perjudicadas, de sacar el saco y dejarlo sobre la cama elegida, marcando territorio. Tras la ducha de rigor y el tratamiento diario podal posterior al «paseito», me acerque al comedor del albergue, frío como un hotel de carretera, para comer y reponer fuerzas. Cuando acabe con los espaguetis con tomate y el filete a la plancha con patatas, volví a la habitación a recoger el portátil y los cargadores para poner a escribir en la misma mesa que había comido, por suerte ya recogida y limpia. Ya tenía un huésped, peregrin@, instalado, aunque desconocía quien, únicamente estaban sus pertenencias. Estuve escribiendo, sin mucha inspiración como pudieron comprobar los que lo leyeron, hasta tarde, después releí y subí las fotos, cuando termine observe que era de noche, no quedaba rastro de luz diurna, como podía comprobar por una de las ventanas que tenia a mi vera. Antes de cenar un bocadillo de tortilla con bonito que había pedido en barra, fui a la habitación a dejar las cosas y comprobé que ya estaba completa, aunque sabia sin saber quienes eran mis compañeros para aquella noche. Volvían a estar únicamente sus enseres, de ellos, no había rastro.

Cuando me acosté seguía sin tener más información, pero estaba tan cansado, que quería dormir y eso que llevaba adelantado por si accedía algún mamut a mi guarida. Ya con la luz apagada, pensando en coger el primer sueño, se abrió la puerta y entro alguien, a oscuras, intente averiguar quien era pero no se veía, había dejado la puerta abierta y comprobado que alguien estaba en la cama de abajo junto a la puerta, no quería dar la luz para no molestar, y aunque era una buena señal a mi me podía la curiosidad, aparentemente no era un mamut, eso ya era algo… finalmente dije en voz alta, puedes dar la luz, no estoy dormido. Debió entenderme, porque dijo gracia y dio la luz, era una peregrina que había visto en Carrión, en el adosado de Babel, estaba en la cama de arriba frente al baño. Estuvo con sus cosas sin más conversación entre ambos, al rato llegaron los otros dos compañeros, un brasileño que vive en Irlanda y con quien también coincidí donde las monjitas, y junto a él la para mi indefinida Alba, la de Girona o Gerona, que puede parecer lo mismo, e igual lo sea, pero que hoy, más que nunca, conlleva matices incluso en el Camino.

Viendo que la fortuna me había sonreído también en este aspecto, me di media vuelta y me dormí más feliz que una perdiz.

Esta mañana sin nada importante que destacar, salvo que me despertó el suave sonido del despertador a las 05:45, que no es poco! A las 07:00 salía del albergue, con solo un cortado poco afortunado, digamos que era un manchado en taza pequeña, y sin tostada ni más historias, un desayuno a la altura del cálido albergue de carretera. No accedí, ni por precio ni por saludable, al plato desayuno, consistente en una palmera de chocolate industrial plastificada, acompañada de un tortel de qué sé yo qué, que junto al aguachirri de café tenía el módico precio de 3€. Opte por el donativo de 1,40€ aunque tuviese que tomarme aquel brebaje en taza mediana.

 

A partir de ahí, bien dormido, aunque mal comido, el día ha vuelto a sonreírme, y de que manera!!!

Junto a mi, arrancaron dos holandeses que me ganaban en edad, eran dos tipos que iban sin luz, ya se veía algo pero no lo suficiente como para ver bien donde se pisaba. Yo, además de la luz roja intermitente, llevaba la linterna en la mano para poder esquivar los charcos que, aunque no muchos, había. Entre que no quería ir junto a ellos, para no molestarles con mi luz, y que ellos no paraban de hablar, no muy alto, pero si en una conversación continua que me robaba el silencio deseado, apreté un poco el ritmo, algo que no acostumbro a hacer con tan poco calentamiento, pero que, como me encontraba bien, probé a ver que tal y funcionó, en breve su murmullo continuo perdió fuerza y solo agudizando el oído, cuando el viento soplaba suave en mi espalda, podía percibir mínimamente.

La temperatura y humedad eran maravillosas, el hilo musical era únicamente el de la propia noche, acompañado del golpe de mi palo, cada cuatro pasos, sobre el camino, golpeando en la zahorra, y el de mis pisar… pisadas que al apoyar en el suelo producían un sonido similar al del masticar, rítmicamente, unos cereales crujientes, sin asomar, o recién asomados al tazón de leche… todo me acompañaba, especialmente la soledad.

Aún era de noche, pero el momento era tan especial, tan sublime, que cada pocos metros, paraba para hacer una foto, como queriendo guardar cada cambio de matiz o intensidad de oscuro azul que tenia al frente, y a ambos lados, en el horizonte. El resultado, obviamente, es lamentable, mi móvil no es la ultima versión, este aún no fotografía afganos en la oscuridad, como para hacer buenos paisajes a las 7:50. Pero solo ocho minutos después la cosa cambiaba… a todas las sensaciones ya descritas que embebían a oído y piel, se sumaba el recreo de la vista… empezaba a clarear y, mientras seguía caminando y parando para hacer fotos en todas direcciones, como queriendo guardar ese momento en la memoria del móvil para llevármela conmigo y, en los días grises que surgen en Madrid, poder revivirlo. Tras cada paso y cada foto, los sentimientos y una indescriptible emoción me han invadido y se me han llegado a encharcar los ojos… ha sido un momento, no mucho, un ratito, lo suficiente para dar sentido a esta locura mía por el Camino. Ha sido maravilloso! Cuando he sido consciente de lo vivido he intentado recogerlo en un vídeo, no para guardarlo, ya lo había vivido, sino para compartirlo. Por supuesto el resultado nada tiene que ver con la realidad.

Y así, en solitario, siendo hoy la liebre de todos los galgos que hicieron noche en Terradillos, he caminado con una temperatura ideal, por unos parajes que no eran ningún vergel pero tampoco ningún polígono, disfrutando, y parando para hacer fotos cada dos por tres, y aproximándome poco a poco a Sahagún, primer gran pueblo, grandísimo y no muy bonito, después de haber dejado atrás Moratinos y San Nicolas del Camino Real, mucho más pequeños pero con mayor encanto.

Quince minutos antes de llegar a Sahagún, he tropezado con un rincón idílico, la ermita de la Virgen del Puente, sencillamente precioso. Poco después de cruzar la nacional, el camino llega a una chopera y a la izquierda aparece una pequeña ermita, coqueta por sencilla de por sí, a la que, el puente romano que se ha de cruzar para llegar hasta ella, multiplica exponencialmente su belleza. Frente a esta, ya enfilando el sendero que lleva a algo más de un kilómetro a Sahagún, llaman poderosamente la atención dos columnas con la leyenda «Sahagún, centro geográfico del Camino». Una vez atrás ambas columnas, el recorrido hasta salir de Sahagún mejor me lo evito para no herir susceptibilidades a posibles lectores Facundinos o Sahagunenses.

Así como la llegada y acceso es difícil de elogiar, la salida de Sahagún es muy distinta. Cruzar el río Cea por el puente el puente de piedra es una delicia, así como enfilar el paseo arbolado que supongo hará las delicias de los peregrinos cuando el sol aprieta, especialmente en los meses de verano. El encanto se rompe un poco más adelante, cuando el sendero se convierte en andadero, paralelo a la carretera, al principio una vía de mayor entidad, luego una local de comarca sin apenas tráfico, este andadero no se abandona hasta llevar, primero a Bercianos del Real Camino y posteriormente al destino, El Burgo Ranero.

Desde la salida de Sahagún hay poco que destacar, salvo la parada para almorzar, hecha un poquito antes de las once, nada más pasar el desvío a Calzada del Coto, una alternativa reconocida que lleva a Mansilla de Mulas, pero sin pasar por Bercianos y El Burgo Ranero, haciéndolo por Calzadilla y otra serie de pueblos. Hoybha sido el primer almuerzo sin agobios por avispas, he degustado y saboreado el chorizo que me compro mi rubia donde José, el carnicero de debajo de casa, una bendición de chacina! Con su punto justo de pimentón, sin estar seco por exceso de curación ni blando por lo contrario, de esos chorizos que según cortas una rodaja, puedes quitarle la tripa de un tirón sin llevarte chicha en ella. Vamos, una locura de chorizo, que con pan, vino y hambre… no os podéis hacer una idea de como me ha sabido y alimentado. La verdad es que era para tener hambre, solo había tomado el aguarrichi de café del albergue y la manzana (del postre de la comida de ayer), que me he comido justo antes de llegar a la ermita de la Virgen del Puente, bueno y un trocito de tortilla de tapa que me han puesto en un bar de Bercianos, donde he parado a descansar un poquito, unos veinte minutos, y a tomar un vino.

Pues este ha sido el resumen de hoy, otro fantástico día en el Camino, en el que he llegado a El Burgo Ranero a las 13:45, después de casi siete horas desde que saliera de Terradillos, y sin lluvia! Mañana la cosa pinta distinta. Hablan de lluvia todo el día, ya se verá. Además, da la casualidad de que mañana es el único día en el que aún no sé lo que voy a hacer… tengo dos opciones; opción A: El Burgo Ranero – León; opción B El Burgo Ranero – Mansilla de Mulas. 18 km diferencian la A de la B… o 19 hasta Mansilla o 37 hasta León. No quiero hacer planes, mañana, en función de como vaya el día, y de como me encuentre, veré sin paro en Mansilla o sigo adelante con intención de llegar a Leon. Pero eso será mañana, porque…

Mañana más!

#Buencamino