7ª ’16 · ¡EL CAMINO!

Torres del Río – Logroño (21 de diciembre 2016)

El de hoy empezaba más tarde que nunca, pasados unos minutos de las ocho y media. El motivo era que el desayuno lo servían a partir de las 8 y que… bueno, me he levantado increíblemente tarde!

Ayer, cuando me metí en el saco, no tarde mucho en dormirme, caí en un sueño profundo enseguida, pero como de costumbre, de repente, me desperté y con cierto espabile… miré el reloj y eran las 01:29, vi que había alguna notificación de whatsapp, cogí las gafas y vi que era un mensaje directo, personal (fuera del grupo) de Carlos, de mi hijo, lo leí y antes de llegar a la mitad tenía los ojos encharcados… eran poco más de una docena de renglones pero escritos con una sensibilidad, con un cariño , sensatez y madurez que me hizo sentirme tan orgulloso, que me hubiese levantado y puesto a escribir sentimientos… No lo hice, le contesté brevemente, después de releerlo un par de veces,  deje el móvil… con una sensación tan placentera de satisfacción que contrariamente a lo que podría imaginar, me fue imposible volver a conciliar el sueño. Abrí el face en la tablet, estuve leyendo comentarios, volviendo a ver fotos… recuperé hasta la que tengo colgadas del primer camino, el que hicimos los cuatro, Marian, Alicia, Carlos y yo, en bicicleta… me levante al baño, hacía frío fuera del habitáculo donde estaban las más de una docena de literas, dispuestas longitudinalmente una tras otra en dos filas a ambos lados, junto a cada pared. Me apresuré a volver dentro del saco con la intención de conciliar nuevamente el sueño, eran las 03:17. No hubo manera, la última vez que miré el reloj eran las 04:14, desde ahí no tengo recuerdo hasta que fui retomando la conciencia pensando, tiene que estar a punto de sonar la suave melodía que cada mañana a las 05:43 comienza tenuemente a sonar y que desconecto antes de la séptima nota musical… me pregunto, que hago? Espero a que suene o miro a ver cuánto falta para que suene? Qué hago? Espero? Miro? Espero! No! Miro! La 06:36!!!! Jajajajajaja me ha entrado casi la risa floja!!! Coño!! Me he dormido y me entra la risa floja? Pues sí, total, estoy de vacaciones, las obligaciones me las marco yo, nadie más… jajajaja seguía con mi sonrisa exterior y mi carcajada interior al tiempo que salía del saco, (había claridad, toda la noche la hubo gracias a los obligatorios indicadores de salida de emergencia), me incorporaba y posaba ambos pies sobre las chanclas dispuestas perfectamente paralelamente entre sí, perpendiculares al lateral izquierdo de la litera y a mitad de camino entre el cabecero y los «pies» de la cama. Un vistazo rápido a la litera que ocupaban Kem y Lee, dos literas más a la derecha de la mía y en la pared contraria, así como a la de Ineskaya, en mi mismo lineal, separado por otra litera, frente a la de la pareja asiática, me desvelaba que ellos tampoco se habían levantado aún.

¿Eso quería decir que yo era el despertador de mis temporales compañeros? Pues supongo que así ha sido desde el primer día en Sant Jean. Me da que han padecido mi bendita costumbre de madrugar, jajajajaja.

La rutina diaria, ducha, preparación corporal… vaselina en los pies, crema en gemelos y tibiales… algún estiramiento mientras iba recogiendo mis cosas y disponiéndolas para guardar en el petate por última vez, en esta ocasión. La próxima manipulación será ya en casa, cuando lo deshaga! Por último, me acerque a por las botas que ayer, cuando llegue, antes de ducharme, deje bajo un radiador que había al final del barracón, para que se secasen y, aunque creo que no apestan, algo siempre huelen, así no molestaban. Cojo primero las plantillas, luego las botas, meto la mano en una de ellas para ver si está bien seco el sudor y me da la impresión de que había algo de humedad, la giro y dejo boca abajo sobre el radiador, cojo la siguiente y sin meter la mano dentro, suponiendo que estaba igual, la giro para ponerla igual que la derecha, boca abajo sobre el radiador y zaaaaaaaassssssss…. según le doy la vuelta caen como dos vasos de agua del interior de la bota izquierda! Me quedo perplejo mirando al suelo encharcado, y me entra una risa floja, que rápidamente se transforma en carcajada al tiempo que compruebo que la tubería superior del radiador, donde está la llave de graduación, hay una fuga, un goteo lento pero continuo, que caía justo sobre la bota izquierda y que entiendo que salpicaba sobre la derecha… jajajajajajajaja dejo las gotas para que se sequen y me las encuentro encharcadas!!!!

No pasa nada, son las cosas del camino, por suerte venía desde casa con plan «B», cargaba desde el inicio con otro par de zapatillas por si acaso, si bien es cierto que cuando las he probado dándolas caña para amoldarlas a los pies, no me han resultado muy confortables, pasadas un par de horas las he tenido que cambiar porque me molestaban de manera casi insoportable… no obstante y para intentar recuperar el calzado habitual durante estos días, además de dejarlas boca abajo sobre el radiador y subir a máxima potencia el termostato, las he metido dentro papel higiénico para que se empapase bien y ayudar al secado. Así las he dejado mientras acababa de organizar la mochila y subía a desayunar calzando las confortables chanclas…

Desayunito, a la par que lo hacían mis 3 compañeros, café cortado con leche fría, dos tostadas de pan-pan con mantequilla al que en lugar de un poco de mermelada he preferido incluirle un blister de jamón de pavo, un zumo de naranja artificial, cepillado de dientes y a recoger las plantillas y las botas que… increíblemente estaban secas!!! Bueno un poquito húmedas, pero muy poco… me compensaba sin duda calzármelas y no hacer probaturas con las otras zapas el último día.

A las 08:34 salíamos los 4 del albergue y empezábamos a trepar , pasito a pasito, la fuerte rampa que no llevaría atravesando el pueblo de Torres del Río a las afueras para coger camino a Viana. Comenzábamos nuevamente andando juntos sin estar previamente pactado, deseándonos mutuamente buen camino, pero con una despedida! KEM se me acercaba de frente, me ofrecía sutilmente sus dos manos acercándomelas lentamente casi juntas, palmas casi hacia el cielo, formando entre sí un hipotético ángulo de 90 grados, al tiempo que me decía en voz baja y muy suave, «Gracias Rafael, le debo mucho, muchas gracias» y hacía una semi genuflexión, yo le cogía las manos primero mientras y le contestaba, gracias a vosotros, ha sido un verdadero placer y, soltándole las manos, levantaba mis brazos para abrazarlo y desearle buen camino, algo que el correspondía del mismo modo. Después el mismo acto, solo que no espontáneo pero si sentido, con LEE y al ir a despedirme de Ineskaya me decía, » No, in Logroño, is ok?», ok, ok, no problem, in Logroño… e iniciábamos en comitiva la jornada de hoy.

 

 

Andábamos en grupo pero no juntos. Cada uno se paraba y hacia las fotos donde y cuando quería, yo inicialmente me rezagaba, tenía motivos. Estaba amaneciendo y era un espectáculo increíble. ¡Qué nubes! ¡Qué cielos! ¡Qué contrastes! ¡Qué paaaaasaaaadaaaa!!!! Foto aquí, foto allí, otra foto más, y otra!!! En fin, me he vuelto loco y me he descolgado un poco de ellos. Por primera vez en estos días eran ellos quien me abrían camino y yo, a no mucha distancia, andaba sobre sus pasos. Pasado el arrebato fotográfico inicial, centrado ya en la obligación, Logroño me esperaba y allí una ventanilla donde comprar un billete de vuelta a casa, fijaba un ritmo una cadencia continua de pasos mientras avanzaba por un sendero llano que se perdía unos cientos de metros al frente y que una vez alcanzado daba paso a un leve descenso y mostraba a mis compañeros caminando por un camino serpeante flaqueado por monte bajo, tomillo, romero, jaras y otras especies que no sabría identificar. Pasados unos minutos volvía a tomar contacto con ellos y caminábamos juntos durante un buen trecho, por los últimos llanos de Navarra, La Rioja estaba más cerca y Viana también.

 

 

En el último repecho importante antes de Viana, como a 3 o 4 Km de esta, Ken y Lee perdían el ritmo e iban separándose, Ineskaya y yo manteníamos el paso, yo incluso lo intensificaba tenuemente, necesitaba llegar a este punto intermedio, soltar la mochila y echarme algo para el cuerpo. Un pincho de algo, lo que fuese, pero sobre todo soltar la pesada mochila. Al fin Viana se atisbaba detalladamente y al poco empezábamos a pisar sus calles de «extrarradio», obviando un primer bar que, como sería, a pesar del deseo por soltar momentáneamente lastre y probar bocado, optaba por emprender una considerable pendiente, que supuestamente y por orientación nos llevaría al centro, junto a la iglesia, seguro que ahí habría ofertas más interesantes.

Efectivamente, escasos 5′ después, enfilábamos la calle mayor, pasábamos frente a la preciosa fachada de la iglesia y poco metros más allá encontraba un lugar perfecto donde soltar la mochila y almorzar. Dejaba palo y mochila en la puerta para que Ken y Lee nos localizasen al pasar y volver a reagruparnos. Tras echar un vistazo a las viandas, y tras descartar opciones también sugerentes, he optado por un bocatín de francesa, jamón y pimiento verde frito, al que he acompañado de un torrezno del 15, un poquito de salta picante casera (pero no de bravas, de guindilla severa roja) y una copita de Rioja, tempranillo, para ser exactos. Mi compañera de fatiga optaba por su habitual café americano y un pinsho de omelet guit poteitos an onions… lo que viene siendo un pincho de tortilla con cebolla… estos celiacos polacos lo del gluten lo llevan a raja tabla consumiendo solo lo que guisan salvo cuando tienen en frente la tortilla de patata española… ????

Mientras daba buena cuenta de mi almuerzo y esperaba el reagrupamiento, ha surgido una aparición; por la puerta que estaba frente a mí, aparecía un personaje singular… era un tipo de unos entre 40 y 50 años, alto, enjuto, de aspecto desaliñado, que no desagradable, en el que predominaba el color negro en su vestimenta, así como en el sombrero abombinado que cubría unas curiosas rastas que caían por delante y por detrás de sus hombros, en el que únicamente destacaba una flecha amarilla, típica del camino, incrustada en el lateral izquierdo (a la altura de la oreja, más o menos), nos miraba y saluda cordial y cortésmente con un «buenos días, buen camino» se acercaba a la barra y se sentaba en una mesa a mi espalda. Cuando me he levantado a pagar mi segundo desayuno, he mirado a su mesa y estaba tomando un café con leche y un bollo recubierto de chocolate. Le he mira y me ha preguntado, pausadamente, en castellano, con un acento inicialmente inidentificable para mí, que donde habíamos pasado la noche anterior, ¿de dónde veníamos? Le he respondido que en Torres de Río. ¿En un albergue municipal? me interrogaba. No, el municipal, en Torres también está cerrado, en uno privado, Albergue San Andres, 10€ la noche sin incluir desayuno, un poco caro pero es confortable. Le he respondido. Entonces nos ha contado que estaba haciendo el camino de vuelta. Volvía de Santiago, era Italiano, se llamaba Andrea y se dirigía, desandando el camino, hasta su casa en Italia! No he preguntado donde estaba su casa en Italia, sinceramente, ¡qué más da? Madre de Dios!!! Desde Italia!!!! Ida y vuelta!!! Aunque sea desde la frontera franco-italiana más próxima a España, ¿qué más da…! es una barbaridad. Nos ha dicho que estimaba que iba a tardar en total 5 meses y yo no he podido por menos que pedirle si le importaba que nos hiciésemos un selfie, posiblemente con la misma admiración con la que cualquiera se lo pide a su artista o deportista admirado. Me ha salido así. No soy muy de pedir selfies a famosos, pero me ha salido así, de dentro. Ha accedido gentil y amablemente, con una sonrisa y diciendo, «Viva el Camino, Buen Camino, amigos». Con estas, tras una visita rápida al baño, he salido del local, él ya había salido dejando su equipaje, una mochila (que más bien parecía un morral grande) y dos varas de avellano de distinto tamaño y forma irregular, al lado contrario de la puerta donde había dejado yo la mía. Mientras me colocaba y ajustaba la mochila, hacía acto de presencia nuevamente Andrea, salía de una tienda de al lado, nos saludaba y ofrecía, de una bolsa transparente, para que tomásemos cada uno una pasta de un surtido que acaba de compra, diciendo «probadlas, son bueniiiisimas, muuuy ricas, de verdad» con acento italiano, ahora si bien marcado e identificable. Así lo hemos hecho, ella una, yo otra, la mía alargada, sin chocolate, azúcar ni nada que la decorase o cubriese. Me la he llevado a la boca y probado, uhmmm estaba realmente buena, nada dulzona ni empalagosa, crujiente, no dura, suave al gusto y oliendo a bollo dentro de la boca, si señor! Muy rica! Le he dicho y hemos emprendido caminos contrarios al tiempo que decíamos ambos al unísono, Buen Camino! Y yo le añadía un… y Feliz Navidad, Andrea! El respondía, «igualmente, caminantes!”.

 

 

Ahí se separaban nuestros caminos para siempre, la probabilidad de que volvamos a encontrarnos es ínfima… decía adiós para siempre a Andrea y también a Ken y a Lee, no había servido para nada mi «audaz estrategia» de dejar fuera la mochila, casi con total seguridad ellos habían optado por aquel primer bar-cuchitril que yo había descartado, probablemente las molestias que desde el principio han acompañado a Kem le han hecho descartar la opción de subir esa empinada cuesta sin antes descansar y volver a coger resuello… se hacía efectiva la despedida que horas antes habíamos ejecutado a la puerta del albergue… Buen Camino, muchachos, Buen Camino y Suerte! Les deseaba mentalmente y para mis adentros sin comentar nada al respecto.

El camino desde Viana a Logroño se me antojaba ordinario, corriente, posiblemente sin nada especialmente reseñable, digno de elogio o de una «fotaca». La proximidad de ambas poblaciones, desde una, aparentemente casi se podía distinguir la otra, además de que ambas son grandes; Viana es un pueblo grande y Logroño una capital de provincia, me invitaba a pensar que principalmente sería un terreno casi industrial… como así ha sido. Salvo un pequeño bosque de pinos y unos campos de viñedos incrustados casi de manera forzada entre naves industriales, el resto era andar sin casi posar la mirada nada más que al frente. Dos horas después del fugaz contacto con ese personaje llamado Andrea, cruzábamos el puente de entrada a Logroño, allí mismo, al otro lado, estaba el albergue donde pasarían noche mis tres compañeros durante esta semana. El albergue estaba cerrado, no abrirían hasta pasada una hora, a las 3. En la puerta me despedía de Ineskaya, estrechando la mano derecha primero y dándole una abrazo después y un solo beso, igual que sucedió con Lee, la deseaba Buen Camino! Y daba media vuelta para ascender dirección a la estación de autobuses por el camino que previamente me había encargado de localizar en un cartel situado en el primer extremo del puente que había que cruzar para entrar en Logroño. Ella tomaba dirección contraria buscando una shop donde abastecerse para su siguiente guiso que le servirá de repetido sustento, toma tras toma, hasta agotarlo y repetir el proceso… adiós Ineskaya, pensaba para mí, Buen Camino, le deseaba sinceramente.

Y así aceleraba mis pasos, apoyando fuertemente el palo por las calles de Logroño rumbo a la estación, no sin antes hacer una paradita en una administración de lotería para comprobar los cupones que tenía atrasados e invertir unos eurillos en «una columna de todo para toda la semana», es mi frase habitual en estas ventanillas, y pedir un décimo para el sorteo especial de Navidad de mañana, porque… y si toca? Eh?

He comprado el billete, he mandado una foto de éste por whatsapp al grupo familiar y he localizado un mesón con wifi para comer (unos filetes de pollo empanados con patatas fritas), picar mientras lo preparaban un par de pinchos de piparra, con anchoa uno y con huevo de codorniz el otro, regados con un riojita y rematar con un café solo. Después a escribir un ratillo haciendo tiempo a que llegue la hora de coger el bus. Ahora ya de trayecto dirección Madrid, tras relatar lo que ha sido el día de hoy, me dispongo a intentar explicar lo que es para mí el encabezamiento de hoy y que adelantaba en el post de ayer… EL CAMINO…

 

 

¿Qué, por qué, de donde surge está pasión, este sentimiento por el Camino de Santiago? Pues… sinceramente no lo sé muy bien, aunque creo que algo tengo identificado. Me lo he preguntado a lo largo de estos días, ya lo había hecho con antelación, cuando salgo a caminar en mi entorno habitual, y creo que puede tener un origen en el que, por supuesto, tiene algo que ver mi chica. Me explico:

Hace unos 7 u 8 años decidí regalarle una bicicleta a Marian, era una réplica de las antiguas, de esas de sillín cómodo, manillar ancho y cambio de tres velocidades pero sin piñones, el cambio iba incorporado en el buje trasero, de esas de paseo que pesaba un quintal pero era estable (rueda ancha de carretera) y sobretodo muy muy cómoda. Salíamos, Marian, Carlos y yo, de vez en cuando los sábados y/o domingos a dar un paseíto por caminos a las afueras de Alcalá. Cada vez el recorrido era más largo y lo disfrutábamos más. Recuerdo que una tarde de domingo le propuse la idea que me había surgido una mañana mientras pedaleábamos. Inicialmente se lo comenté a Marian y le sorprendió la idea, le parecía arriesgado (carreteras, muchos kilómetros, no se consideraba en forma, etc., etc., etc…) pero no le pareció descabellado ni imposible, en cierto modo le resultaba atractivo e interesante, quizá hasta un disparate divertido… con el tiempo le dimos forma y embaucamos a Carlos y Alicia, sobre todo a ella… no tenía ni bici, había que comprar una y salir para ir cogiendo forma… el caso es que acabamos haciéndolo. Salimos desde Astorga, donde llegamos con los dos coches, el de Marian y el de Alicia, y las cuatro bicicletas sobre las vacas de ambos (2 y 2). Fue una experiencia maravillosa, enriquecedora, distinta a todo lo anterior, cada mañana partíamos pedaleando por caminos, carreteras, pedaleando o andando y portando por el manillar la bici en las subidas intratables, kilómetro a kilómetro, día a día fuimos desde Astorga a Santiago de Compostela, con días mejores, días peores, unos días uno, otros días otro, pero todos tirando anímicamente del que peor le tocaba estar ese día, por la razón o motivo que fuese; días con frío, días con mucho calor, otros con lluvia, pero fue una experiencia que nos marcó a todos, a unos de una manera a otros de otra, pero a todos de manera positiva… nos encantó! Yo reconozco que el camino me sedujo, me conquisto hasta quedar prendado de él.

Hace unos tres de años, en el verano, volvió a aparecer la oportunidad de entrar en contacto con el Camino. En el grupo de amigos que tenemos en Albares, surgió la idea de hacer el camino juntos, de verdad que no me acuerdo de quien partió la idea, pero el caso es que lo planificamos, organizamos y decidimos que sí! Que lo hacíamos, desde Barbadelo a Santiago, poco más de 110 km. Todo estaba pensado para que lo hiciésemos los 4 matrimonios amigos, Alicia, Pedro, Mariajo, Rouco, Marian (Triñaque), Aurelio, Marian y yo… un día, en el pueblo, concretando los preparativos, un par de meses antes, andaba Carlos, mi hijo, por allí y dijo que él se apuntaba, que él quería hacer el camino otra vez, ahora andando y con todos nosotros. Me encantó que partiese de él, nosotros no habíamos contado con incluirle, suponíamos que para un chaval adolescente (14-15 años) hacer el camino con 4 matrimonios no resultaría algo atractivo, pero a él le apetecía y a nosotros nos encantaba que así fuese. Finalmente, por temas familiares, Alicia y Pedro, con todo el dolor en el corazón de todos, no podrían hacer el camino, físicamente claro, estuvieron presentes cada día junto al resto de la expedición y en contacto diario, a través de WhatsApp o por Facebook. La experiencia volvió a ser maravillosa, el camino me volvió a enamorar, esta vez más aún, cuando se hace andando se perciben más los detalles, los paisajes, se conversa más (si apetece, claro), se vive, se disfruta de otra manera, con mayor intensidad. Aquel grupo de 7 caminantes, de amigos con Albares como nexo de unión entre todos, llego a Santiago y disfruto de la experiencia, nuevamente, de una manera distinta, sufriendo en algunos momentos, pero con un sobrecogimiento especial, con unas sensaciones y vivencias reconfortantes y siendo conscientes de que habían sido unos días especiales que siempre recordaríamos.

Al año siguiente, Carlos tuvo la oportunidad de volver a tomar contacto con el Camino gracias a que su colegio lo había organizado. Se iban un grupo numeroso de compañeros, chavales de su misma edad, para hacer algo más de 100 km y llegar hasta Santiago. Volvió a venir encantado con la experiencia, lo vivido durante esos días le había seducido nuevamente.

El caso es que no sé lo que tiene, desconozco que te da, pero el Camino enriquece, te da paz, te limpia, te hace buscar por qués, te convierte en más humano, más sensible, más reflexivo y creo que convierte en mejor persona… y todo esto malo no puede ser, no?

En fin, que aquí pongo fin a mi jornada de hoy y desvelo un poco que hay tras esta estrecha y especial relación mía con el Camino de Santiago, espero no haberos aburrido mucho al tiempo que me gustaría haberos hecho llegar esta invitación a que algún día os acerquéis a él, si no lo habéis hecho ya, lo experimentéis en vuestros propios cuerpos y mentes y, si así fuese, por favor, si sentís algo diferente, no dejéis de contárnoslo, con vuestras palabras, al resto… será un placer leerlo, al menos para mí.

Para finalizar, solo deciros que mañana habrá un último post, prometo que en ésta ocasión será el último relacionado con el Camino. Me he reservado mañana para desvelar mi verdadero objetivo de este Camino. Con ello pondré punto y final a MI CAMINO, desde Sant Jean Pied de Port, Diciembre 2016.

Gracias a todos, de corazón, por vuestro tiempo y compañía y… Buen Camino