6ª Jornada Cº Inglés (y última).

Sigueiro – Santiago de Compostela 16,7 Km

La última jornada en el Camino es sin suda siempre especial, al menos para mí.

Bueno, sinceramente, hablando en primera persona, todas lo son, pero la última siempre de manera extraordinaria por distintos motivos, ya que a la satisfacción que produce haber podido cumplir el propósito, se le suma esa sensación de sentimientos enfrentados; la alegría por lo anterior y esa profunda tristeza al saber que la vivencia toca a su fin y que al día siguiente no habrá más caminatas, más senderos ni amaneceres contemplativos por esos parajes, algunos de ensueño, y que posiblemente, como cantaba Serrat, serán sendas que no se han de volver a pisar… Cuando además ese final te lleva a Santiago de Compostela, se le añade la incontenible e inexplicable emoción que se vive al entrar en la plaza del Obradoiro al son musical que marca un gaitero, no siempre fácil de localizar, pero imposible de no escuchar.

Serían quizá estos los motivos, o no. El caso es que la noche previa a la última jornada caminando me costo más que ningún otro día, en este Camino, no solo dormirme, sino también encamarme.

Esa tarde, después de haber comido un menú del peregrino en el mismo restaurante donde tomamos la primera estrella acompañada de una generosa y riquísima tapa* de lentejas estofadas con verduras, como de costumbre nos retiramos al albergue, muy cercano, con la intención de que mi compañero descansase y yo me aislase frente al teclado de mi tableta y escribiese la crónica de ña 5ª Jornada. Y así fue! Al menos la intención, que aunque dicen que cuenta, no siempre sirve… Los hechos fueron distintos de la intención al 50%. El bravo vikingo cumplió con su propósito mientras que un servidor, cuando comenzaba a teclear con sus dedos de trapo, cayo en la tentación y se dejó mecer en brazos de Morfeo… a pesar de intentar ganar la batalla, el esfuerzo fue infructuoso y tuve que doblegar e ir a echarme un ratito la siesta para ver si me recuperaba y podía ponerme en serio a escribir. Por suerte fue algo rapidito… una hora y media de siesta alcanzando con total seguridad la fase NREM o NMOR, o más… y de la que por suerte me levante con energía e inspiración suficiente para poder empezar a escribir.

Posiblemente esto fue lo que motivó mi demora en encamarme aquella noche. Me dio la una de la mañana zascandileando vagamente por redes sociales, sin buscar nada concreto y por supuesto sin hallar apenas contenido interesante… Vamos que entre la siesta y que estaba frente a mi última jornada de este segundo camino del año, lo de dormir volvió a ser una asignatura pendiente!

Por ser el último día y por tratarse de una distancia considerablemente asumible para dos “experimentados conquistadores” de jornadas caminando, acordamos retrasar ligeramente la salida con respecto a la hora de inicio en días anteriores. La idea era salir entre las ocho y las ocho y media, pero cuando ya se tiene “callo” en eso de levantarse al alba, es la propia litera, el saco o la ayuda de tu compañero, los que te susurran, invitan o insisten para abandonar el camastrón que vive dentro de ese cuerpo de vikingo.

A las 07:58 disparabamos la autofoto a la puerta del albergue y comenzabamos nuestra última caminata, hoy más que nunca como peregrinos al saber que alcanzaríamos nuestro destino final. La mañana era fresquita y húmeda. No llovía ni había viento. En lo meteorológico, la niebla acaparaba todo el protagonismo, la llevábamos cosida a poca distancia en derredor nuestro. Nuestros primeros pasos coincidían en tiempo y espacio con el de algunos lugareños, no así en forma, ellos se dirigían en un día laborable a sus obligaciones o necesidades; trabajo, estudios o demás… nuestro caminar era gozoso a pesar de cargar con la mochila y con los kilómetros acumulados en cinco días en cada unos de nuestros músculos y puntos de apoyo, especialmente en las zonas más sensibles y castigadas de mi fiel y leal compañero… su inseparable ampolla en el interior de la planta del pie derecho, pocos centímetros más adelante del talón (dolencia que arrastra desde el primer día); su contractura en el área de influencia de su escápula izquierda y la sobrecarga en gemelos y tibiales, algo que otros también padecemos en silencio demanra habitual en cada camino… Nosotros no estábamos ahí ni íbamos a ningún sitio, ni por obligación ni por necesidad, estábamos e íbamos porque queríamos… algo difícil de entender para profanos pero que enseguida se comprende, incluso tratandose de un aspirante a rudo vikingo.

 

 

Enseguida dejábamos atrás las calles y gentío de Sigueiro, no así la contaminación acústica del tráfico propio y el que lo atraviesa, posiblemente por su cercanía a Santiago y al aeropuerto de Lavacolla. La primera hora caminamos en contacto con el tráfico, yendo en paralelo a la derecha de la nacional, a veces con contacto visual, otras solo con su insoportable sonoridad; de hecho era lo único que enturbiaba la envolvente sensación de calma y paz que el entorno rural, a cada paso más rural, aderezado con esa densa niebla, nos proporcionaba. Era evidente que hoy estábamos volviendo a ser testigos del amanecer pero no íbamos a poder disfrutar de la salida del sol. Es lo que tiene andar entre las nubes, que no te permiten ver el cielo…

 

Nuestro caminar era despreocupado, con una cadencia no exagerada pero si sorprendente. Me llamaba gratamente la atención cuando observaba a mi compañero, en algún tramo en moderado ascenso al inicio, teniendo en cuenta que había recuperado y cargado con su segunda mochila; la primera se ha comprometido conmigo a que será el último camino en el que la porte. Algo que me alegra sobremanera, porque al final son siempre kilos demás y no solo en el Camino de Santiago…

Poco antes de las nueve de la mañana la niebla parecía que se nos despegaba y nos permitía alcanzar a ver unos cientos de metros más allá. Y afortunadamente que vistas, especialmente por la izquierda! Íbamos a tener la bendita suerte, contra pronóstico, a pesar de la niebla, de poder ver la salida del sol… era nuestra última jornada caminando y nos brindaba ese regalo divino, al menos para mí, íbamos a poder contemplar y disfrutar de la salida del sol en medio de ningún sitio.

 

 

El ritmo constante nos llevaba a alcanzar y rebasar a otros peregrinos, nunca vistos hasta entonces. Este Camino tiene la particularidad de que en Hospital de Bruma confluyen los dos posibles origines del Camino Inglés, los que partimos de Ferrol y los que lo hacen desde A Coruña; luego están los que llegan a Hospital de Bruma por el trazado de Ferrol y se dirigen en transporte público hasta A Coruña para caminar por ese trazado, volver a llegar a este punto y desde aquí retomar el Camino dirección a Santiago, previo alto para pernoctar en Sigueiro.

 

Hoy, como viene siendo costumbre en este Camino, hemos parado (mejor dicho, “he parado”) solo para hacer fotos y poco más. Mi rudo, constante y sufridor compañero solo lo ha hecho en dos ocasiones; para tomar un Cola-Cao poco antes de las 09:30, acompañado de un pequeño hojaldre bien nevado de azúcar glass, al que yo acompañé con mi cortado con fría, y para posar en una foto para su Manuela junto a un cartel que anunciaba la entrada en un “BOSQUE ENCANTADO”. El resto del día no ha parado ni para encenderse los pitillos que se ha fumado… el es así! Este vikingo fuma incluso haciendo pesca submarina!

 

 

Y así, pasito a pasito, charleta a charleta, silencio a silencio, con solo paradas más para hacer alguna foto, hemos alcanzado primeramente el polígono industrial de Tambre en las inmediaciones del destino, pasado frente al cementerio de Santiago (que hasta ahora desconocía) y al poco comenzabamos a caminar por Meixonfrío, lo que parece un pequeño barrio muy rural y ancestral limítrofe al propio Santiago y que nos llevaba callejeando hasta la preciosa ciudad de Santiago de Compostela, pero de una manera sutil, embaucadora y agradable para todos los sentidos, y nunca vivida antes por mi! ni en el Camino Francés ni en el Camino Portugués, donde la entrada a Santiago, se hace desde respetivamente por el Monte do Gozo o desde la zona residencial de Milladoiro, para luego acabar discurriendo por la larga avenida de Rosalía de Castro, antes de alcanzar el parque de la Alameda y posteriormente la rúa do Franco en el portugués, ambas se hacen tediosas, cansinas e inacabables, algo que no ocurre en este final por el Camino Inglés, donde alcanza el destino final, la plaza del Obradoiro, por la calle peatonal de San Francisco, donde justo antes de llegar al final conecta con la propia plaza, y se pueden empezar a sentir en cada poro de la piel las alegres notas emitidas por el gaitero que celebra la llegada de cada peregrino.

Lo que se vive, se siente y envuelve a un peregrino en ese momento solo se puede vivir y sentir como peregrino, para el resto es ficción, y lo digo con conocimiento de causa! También yo he llegado a la plaza, frente a la majestuosa catedral de Santiago, como visitante o turista, e impresiona, pero no transmite, ni por asomo, lo que se experimenta cuando se hace tras caminar durante días hasta alcanzar ese destino. No se puede explicar! Solo se puede disfrutar.

 

 

Tras los abrazos, las palabras, los besos, más palabras y agradecimientos mutuos, y más abrazos apretados, besos y muestras de cariño, respeto y admiración, salíamos del trance y nos encontrábamos con el tridente español, la RHO. Tanto el de Ronda, como el de Huelva o el de Orcasitas, con evidentes síntomas aún en los ojos y en la voz por la emoción, nos recibían con brazos abiertos, chocábamos la mano y nos abrazamos celebrando compartir esa felicidad que emana de cada peregrino, de cada dueto, trío, cuarteto, quinteto o grupo incontable de peregrinos en ese momento en la pletórica y feliz plaza del Obradoiro. Nos hacíamos las fotos de rigor, en solitario, en trío, en dúo y en grupo, esas fotos que enseguida se distribuyen entre los seres más queridos y en RR.SS, y que perduran el resto de la vida en la retina de cada peregrino y provocan una expresión de satisfacción cada vez que se ven o simplemente se recuerdan.

 

 

Y así se pone punto final a este “improvisado” Camino Inglés compartido que inicialmente iba a ser del Norte en solitario, pero que ya se sabe, en el Camino, como en la vida, si un amigo inconscientemente te silva a lo Rigodón, no hay planes que respetar, solo un Camino que afrontar, el que sea. Ahora, una vez culminado, solo puedo decir que es uno de los Caminos en los que más he disfrutado, porque si hay algo que el Camino me ha enseñado en cada uno de ellos, desde el primero en 2009, es que lo más satisfactorio y gratificante es sentirme útil y hacer el bien… tanto en el Camino, como en la Vida!

Y mañana? Pues mañana será domingo! Porque hoy es sábado y este escrito, que tenía previsto escribirlo el viernes, cuando viniese en el tren de Santiago a Madrid, no pudo ser por tener que viajar en autobús por la huelga de maquinistas de tren, y que como suele pasar en las huelgas los que las padecen son lo usuarios, y nosotros ayer fuimos esos sufridores. Salimos en bus de Santiago a las 14:15 y llegamos a la estación Sur de Madrid a las 23:00, ocho horas y cuarenta y cinco minutos de viaje en un autobús, sin apenas movilidad, sin poder comer ni quitarte la mascarilla, si paradas para estirar las piernas o echar un cigarro (los fumadores), con solo permiso para poder beber y miccionar puntualmente, y todo ello al módico precio de 62,50€, más caro que el billete de tren que debía haber salido a las 11:45 de Santiago y llegado a Madrid a las 17:35. Ayer no puede escribir desde el autobús, principalmente por el agobio que me producía tener la mascarilla puesta y me empañaba las gafas, además de marearme más de lo deseado. De ahí este retraso, pero que mejor sitio para escribir la última entrega de este Camino Inglés que mi refugio favorito, mi atalaya en el futuro, la casita de Albares, con la chimenea encendida caldeando el ambiente, el mejor entorno posible donde espero algún día, posiblemente cuando ya me cueste caminar, como al gran Ovidio, me siente y ponga a escribir todo lo que el Camino me enseñó. Pero eso no será ni hoy ni mañana… de momento mañana, mañana, Dios dirá!

 

 

#Buencamino