3ª Jornada Cº Inglés

 

Pontedeume – Betanzos  21 Km

El día de ayer había discurrido de manera bastante satisfactoria, al menos hasta el momento de acabar de escribir la crónica de la segunda jornada y subirlo al blog, fotos incluidas,que suele llevar su tiempo ya que el wifi en los albergues suele ser de la misma calidad que un smoking en una tienda de disfraces… que si, pero no.

Cuando por fin acabe de subir todas las fotos adjuntas al texto, lo primero que hice fue ir en busca del supuesto vikingo, ese que se hace llamar no sé como de Garnar, Agnar, Nazgar, o algo así, pero al que yo me voy a referir como Halvar, que no es lo mismo, pero para mí era un buen vikingo y el mejor padre que su hijo podía tener… un tal Vicky; más de mi época que los vikingos estos a los que el pretende emular, aunque el mío fuera de dibujos animados…

Al salir del albergue a su encuentro lo primero que sentí no fue frío, ni siquiera fresco, como debería ser de esperar estando prácticamente en octubre y en Galicia. Tampoco la lluvia sobre la cara, algo que sería lo lógico por a estas alturas del año, o simplemente por esta zona como habitualmente nos “venden” en la información meteorológica en cualquier medio… lo primero que percibí fue algo parecido a una cornada de doble trayectoria, una de ellas centrada, como tres centímetros por debajo del esternón, de abajo a arriba, de izquierda a derecha y a la que le cruzaba la segunda de manera asimétrica pero en dirección completamente contraria, pero ¿como podía ser si no había habido lidia de por medio?

Enseguida deduje que se trataba de algo parecido a una X en el aparato digestivo provocado por una digestión compleja de la media ración larga de sardinas que con tantas ganas me había comido y que a la postre resultaros ser algo indigestas, y me estaban produciendo una sensación similar a la de tener dos raspas cruzadas y completas de cola a cabeza, girando a su antojo en el estomago…

Después del paseito hasta encontrarme con Halvar y tras intentar ahogar y fundir esas raspas con un par de tercios de Estrella, parece que se consiguió el objetivo y me recuperé para poder acabar de enterrar la sensación con un buen montado de jamón extremeño del bueno, traído retractilado desde casa para poder apañar alguna cena antes de encamarse, ensacarse además en el caso de ayer.

A las 21:10 estábamos en la cama, dentro de nuestros sacos, el padre de Vicky en el módulo o cubículo superior, yo bajo este con la intención de dormir, descansar y recargar pilar para la jornada de hoy. Lo de descansar, si!, recargar energías, también! Dormir… a salpicones… hoy he consultado la hora al menos seis veces, la primera a las 00:34, la última a las 05:50, momento en el que he decidido abandonar el intento y echar pies al suelo para comenzar sigilosamente con los preparativos previos al comienzo de la jornada como caminante.

A las 05:12 había consultado la ve anterior el reloj, para saberla hora que era y para consultar en la app del tiempo si según esta quedaba mucho para que dejase de llover a cantaros como lo estaba haciendo, o si no estaba previsto que lo hiciese; por suerte la previsión indicaba que a las 6 la probabilidad era del 100% (lo estaba clavando) y a las 7 está descendía hasta el 50%, mientras que para las 8 la predicción era de nublado pero sin precipitaciones… rezaba para que siguiese clavándolo como hasta ahora.

Después de la ducha y de recoger con la mayor cautela posible todos los bártulos del dormitorio, para no interferir desagradablemente en el sueño de los otros tres compañeros de sala, mi fiel compañero y una parejita que hizo su entrada a media tarde de ayer y que enseguida me dio pistas de donde venían ya que él promocionaba visiblemente cual era su origen en una camiseta azul turquesa con letras en blanco en las que se podía leer “Universidad de Alcalá” y junto a estas el para mi reconocible emblema, logotipo o escudo que la identifica. En el momento que lo vi le pregunte espontáneamente

– ¿De Alcalá de Henares?

– Si!

– Claro, esa camiseta no miente.

Cruzamos cuatro palabras, yo estaba acabando de escribir, cinco o seis después, tampoco mucho más. No me gusta dar el turre ni que me lo den… por lo que no obtuvimos ninguno mucha más información, pero tampoco se precisa.

A las 07:15 volvía al cuarto para despertar de sus vikingos sueños a mi compadre y tras su protocolo de rigor de cada mañana, ambos con todo ya bien pertrechado dejar atrás el Albergue río Eume cerrando por fuera la puerta de este y, tras el selfie de costumbre, a las 08:01 comenzábamos a dar nuestros primeros pasos de esta tercera jornada, con el objetivo a una distancia superior a la de los dos días anteriores que nos debería servir para medir las fuerzas de cara a la próxima, la cual será el mayor escollo en cuanto a distancia se refiere ya que sobre el papel será aproximadamente un 33% más larga que la de hoy, pasando de los 21 a los 28 Km…

 

 

Escasamente diez minutos después, al llegar a la altura del puente que ayer nos recibía en Pontedeume, girábamos a la izquierda y comenzábamos a escalar, sin arneses, mosquetones ni pies de gato, la primera de las paredes de hoy. Estábamos a nivel del mar y en poco más de 2 km, alcanzaríamos los 160 m. Sobre el nivel de este, algo de lo que yo me había informado en uno de mis varios develes esta noche y de lo que en cierto modo informe a mi vikingo escasamente diez segundos antes de girar a la izquierda y se encontrarse con las primeras envestidas de aquel morlaco que se nos presentaba a primera hora del día, aun fríos y sin echar al cuerpo más que un trago de agua antes de salir del albergue.

Por suerte lo más exigente no nos ha llevado más de media hora. Pero que exigencias!!! A mmi compañero le sobraba hasta la gorra. Yo, que a veces iba por delante y a veces por detrás ya que aunque rompiese mi ritmo no quería dejar de inmortalizar cada momento o rincón del entorno con la mejor luz posible, esa que dura muy poquito, desde que empieza a amanecer hasta que el sol se deja ver de forma clara y molesta. En ese espacio de tiempo he disparado con el móvil como un amigo tonto, bebido y con barra libre en la caseta de tiro en las ferias del pueblo… en estas, cada vez que llegaba a la altura de mi compañero, o el a la mía, y me fijaba en él, se le apreciaba chorrear el sudor por la raíz de lo que un día fue su melena…. Que malamente lo ha pasado en ese arranque a traición, sin avisar! Como me ha dicho cuando ha podido recuperar el fuella al coronar… ¡A quien se le ocurre poner un pueblo ahí abajo, o este camino tan arriba? ¿Que sentido tiene?.

 

 

Desde el momento en que hemos hecho cumbre en aquel primer gran obstáculo, hasta encontrarnos con el siguiente, el segundo de los cinco que hoy inevitablemente teníamos que superar, el sendero se ha convertido en una fuerte pendiente en principio y posteriormente se ha ido suavizando hasta convertirse en algo moderado y acompañado por una salida del sol, un entorno, con unas postales y una banda sonora, dignas de fusilar para una clase me meditación.

El recorrido, surcando zonas boscosas y parajes de cuento con distinta variedad de arboles, entre los que obviamente destacaban los enormes eucaliptos, los castaños y nogales proveyendo al camino de su alfombrado manto con sus frutos, era otro espectáculo, distinto al de ayer pero incluso más maravilloso, que el Camino nos ofrecía de manera “gratuita”, bueno que solo se cobraba con sudor, agitación en la respiración y alguna molestia muscular o corporal, por la que en ese momento no costaba pagar y que incluso era tal el éxtasis, que nos permitíamos hacer hasta un “eagle” en el hoyo 14 de un campo de golf colindante al propio camino… ????

 

 

El plan no establecido para hoy pero si improvisado cuando llevábamos caminados aproximadamente 10 km, era parar a tomar un café y descansar la mochila una vez que hubiésemos cubierto la mitad dela distancia de hoy, es decir, a partir del kilometro 11, de este modo, psicológicamente reforzaríamos la idea de que nos queda menos de lo que llevamos. Alcanzábamos el kilometro 11 habiendo dejado atrás recientemente Miño, y posteriormente el 12 y el 13… y el 15, pero no había atisbos de bar, cafetería, restaurante ni nada similar… por lo que tras confirmar con una lugareña con la que nos cruzábamos en una de las aldeinas que atravesábamos que no hallaríamos nada parecido hasta llegar a Betanzos, decidíamos hacer una parada para soltar la mochila, echar un trago de agua y que mi compañero echase algo al cuerpo en forma de pulguita improvisada con un trozo de pan y unas lonchas de jamón del que nos sobro en la ceremonia del nuestro entierro de la sardina particular la noche anterior.

 

 

Ocho minutos han bastado para esto y para estirar mínimamente y proseguir dirección a nuestro objetivo. Por delante ya solo nos quedaba hacer cumbre en el último escollo, por suerte más moderado que el primero y el segundo de la jornada, pero más contundente por elevación y distancia que los dos que le habían precedido.

Treinta minutos después de la primera parada hemos hecho una segunda, igual de corta que la anterior, pero sin soltar las mochilas, para hacer uso y disfrute de lo que aquel oasis en lo alto del último gran repecho nos ofrecía. Era una mesa plegable extendida sobre la que había cuatro neveras típicas de camping y unos cestos/cajas que ofrecían pequeñas chapatas de jamón, bollería industrial en blister individuales y plátanos, además de zumos, refrescos azucarados, cervezas y botellines de agua… todo ellos por la voluntad que el necesitado peregrino quisiese depositar en la pequeña caja de caudales que había sobre la mesa…

Hemos optado por un plátano, un bollito industrial, un botellín de agua y uno de los otros, total cuatro artículos por los que hemos depositado cuatro con veinte por la ranura de la cajita metálica. Con los cuerpos algo más apañaos hemos enfilado nuevamente el camino si parar más que para hacer yo alguna foto, mi compañero a piñón fijo pero algo más perjudicado a cada rato y deseoso de alcanzar el albergue de peregrinos casa de pescadería de Betanzos, algo que por fin hemos hecho a las 12:50, a regañadientes, ya en las últimas empinadas cuestas dentro de Betanzos, el rudo pero castigado vikingo.

 

 

A las 13:00 abrían las puertas del albergue y tras esperar el turno, habíamos llegados sexto y séptimo, hacíamos entrada para soltar definitivamente la mochila, instalarnos en uno de los pabellones y proceder con las procedentes rutinas e irnos a comer, hola la bien merecida Tortilla de Betanzos regada con una estrella y un albariño, o incluso con dos, que hay que reponer fuerzas que mañana tenemos “etapa reina” en distancia… 28 Km para llegar hasta Hospital de Bruma!

 

 

 

 

Pero eso será ya mañana, porque mañana, mañana, más!

 

#Buencamino