Camino Portugués 2018 · 1ª jornada

Se ha hecho desear, pero por fin está hecha! Tui · Porriño, primera jornada finalizada y sin incidencia alguna.

Tras llegar anoche sobre las 11 a Vigo y poco antes de las 12 a Tui, esta mañana, a una hora intempestiva para lo que acostumbro, abandonábamos el Albergue Villa San Clemente, el alojamiento privado elegido como lanzadera para esta ocasión. Eran las 08:34 y tras inmortalizar el momento con un selfie, como es tradición, iniciábamos, paso a paso, por la Rua Calzada, desandando los 200 últimos metros recorridos en el taxi la noche anterior y girar a la derecha por la Rua San Bartolomé, siguiendo la indicación de la primera flecha amarilla que encontrábamos en este Camino, uno de los más deseados, e incluso necesario casi a nivel terapéutico, hasta hoy.

 

 

En aquel primer cruce surgía la primera duda, ¿seguíamos aquella indicación que tenía pinta de alejarnos del centro neurálgico de Tui sin haber desayunado nada aún, u olvidábamos  momentáneamente la flechita y seguíamos toda la Rua Calzada hasta llegar a la carretera que cruza Tui para buscar un bar o cafetería? La duda se ha resuelto con determinación… concretamente Marian me ha preguntado .-¿tú qué harías si no viniera yo?.- la respuesta ha sido tajante… .-¿Yo? ¡Tirar¡ más tarde o más temprano encontraré un sitio para desayunar-. Así lo hemos hecho. Con nada más que un trago de agua dado en el albergue, después de la ducha, los preparativos y antes de dejar la mochila de Marian en la deshabitada recepción del albergue para que una empresa de mochileros la recoja y deje en el siguiente albergue, debidamente detallado en un boleto que cuelga de una de sus correas, hemos seguido callejeando por “ruas” periféricas que nos iban alejando del centro de Tui y encaminaban dirección Porriño.

 

 

La mañana era fresca, húmeda y casi despejada. Faltaba poco para que diesen las 9 en los campanarios que dejábamos atrás, pero la sensación era distinta a la habitual, no solo por la falta de actividad a nuestro alrededor y la ausencia de los sonidos que ello conlleva; a luminosidad, la claridad y el tono de la mañana no se correspondía con la hora que era… enseguida nos percatábamos de que estábamos en la vertiente más occidental de la península, concretamente donde el meridiano fuerza un quiebro para no excluir a Galicia de la franja horaria del resto de España, por mucho que razón y/o lógica la geo ubiquen en la misma que las islas Canarias y… ¡Portugal! Pues eso, que aquí se nota, y mucho, que anochece y amanece más tarde que en el resto del país.

Antes de abandonar definitivamente Tui, mientras descendíamos una pequeña pendiente por algo parecido a una carretera comarcal, la mañana cogía fuerza con un bonito amanecer a nuestra derecha, en el horizonte, más allá de la neblina aun enganchada al terreno, tras un perfil marcado por una arboleda y una pequeña cadena montañosa de fondo, se atisbaban en el cielo, en las nubes, los primeros tonos que anuncian la inminente presencia del sol. Mientras embobado compartía con mi compañera de vida y Camino el momento y mis sensaciones, escuchaba a Marian que me decía, .- ahí se le han caído un par de plátanos a un peregrino-., su comentario me devolvía a la realidad y dos segundos después le preguntaba, .-¿el qué? ¿dónde?-. Efectivamente me señalaba 20 metros más atrás y, allí en el suelo, había dos plátanos. Iba tan absorto en lo que estaba viendo a mi derecha, que pasé junto o sobre los plátanos sin verlos y por suerte también sin pisarlos. Di media vuelta sobre mis pasos para recogerlos y tras comprobar que estaban perfectamente, agradecer al destino como ha dicho Marian, que otro peregrino haya puesto de manera involuntaria una pieza de fruta para cada uno, justo hoy que no habíamos desayunado nada. La verdad es que nos ha sabido a gloria, estaba en su punto de madurez y temperatura… riquísimo y gratis!

 

Los primeros dos o tres kilómetros han transcurrido por una carretera nacional, por un arcén bien señalizado y con tramos protegidos que dan cierta seguridad al peregrino. La carretera discurría por una zona boscosa con multitud de altísimos eucaliptus, pinos y demás especies difíciles de identificar para mí. La temperatura era súper agradable, calculo que entre 14 y 17 grados. La humedad que de por si debe tener la zona estaba además acentuada por las lluvias caídas el día y la noche anterior, al parecer ha estado lloviendo hasta las 4 o 5 de la madrugada. La sensación al respirar profundamente era de purificación… ese olor intenso de la mezcla de eucaliptus y tamuja de pino mojada, la humedad y estar por fin lejos del mundanal ruido rutinario y de ese olor y sequedad típico de los aires acondicionados, y sin aquel ambiente hospitalario vivido la última semana… ese machacante sonido constante del oxígeno asistido gorgoteando a su paso por el depósito de agua destilada… Hoy, en distintos momentos, he llenado los pulmones, he respirado con fuerza disfrutando del momento y sintiendo que aquello me estaba purificando… y no solo el sistema respiratorio.

 

 

Una vez hemos abandonado la carretera por un camino que salía a la derecha la jornada de hoy solo ha hecho que mejorar, más aún! El recorrido hasta aquel sendero había sido fantástico, pero por carretera, y aunque el asfalto parece agradable y seguro para caminarlo, con el tiempo resulta cansino a la pisada, por no hablar del robo de sonidos que inevitablemente hace el trasiego de vehículos en una y otra dirección. Según nos adentrábamos en el bosque y dejábamos a tras la carretera, se acentuaban y potenciaban las percepciones… se intensificaban los olores, se percibían el trinar de algunos pajarillos, el ruido del agua de un riachuelo que nos acompañaba y que hemos cruzado en distintas ocasiones, los colores ocres y cobrizos de muchos de los helechos a estas alturas del año, los verdes de la vegetación en general y de los musgos en particular, tamizados por los rayos de sol que se filtran entre los arboles… una maravillosa vivencia, difícil de describir y de recoger en fotografías, pero que aun sabiéndolo intento hacerlo tanto de un modo como de otro.

 

 

Cuando llevábamos aproximadamente 6 o 7 km, algo menos de dos horas andando bajo el deleite que el paraje nos ofrecía, nos hemos tropezado con un pueblecito que tenía pinta de tener algún sitio donde desayunar. Enseguida nos hemos dado de morros con él. ¡Qué buen sitio! Hoy todo estaba saliendo mejor que bien… En el patio-terraza de aquello que parecía una posada (había también habitaciones disponibles), hemos desayunado estupendamente, con un trato cálido y muy acogedor por parte de la pareja que lo regentaba. Además de los cafés y tostadas, hemos comprado una barra de pan y una botellita de vino… por eso de tener con que envolver y empujar con algo más que agua un trocito del jamón y/o chorizo que nos hemos traído de Madrid; mención especial al chorizo, regalo de Isabel y Marco, a quien aún no conocemos pero que con un chorizo así y una hija como Ale, tiene que ser buena gente… eso seguro!

Tras la paradita en aquel acogedor y bien montado negocio para dar servicio al peregrino y vivir de él, sin abusos ni despropósitos como otros casos que nos hemos encontrado, reanudábamos la marcha por senderos y parajes parecidos a los anteriores, preciosos y llevaderos, sin apenas desniveles y muy, muy agradables para los sentidos.

 

 

Pasadas las 12:30 hacíamos la parada obligada para descorchar y catar el vino, con unos tacos de jamón y unas rodajas de ese riquísimo choricito, acompañados de pan de pueblo. Ha sido un almuerzo no muy copioso, lo justo para darle alegría a los últimos kilómetros. En 20 minutos estábamos nuevamente caminando y al poco empezábamos a caminar por las cercanías de nuestro destino. Hoy lo menos agradable de la jornada han sido los 2 o 3 kilómetros últimos, desde que se pisa el término municipal a la entrada de Porriño hasta que se llega al centro. Como suele ocurrir en las poblaciones relativamente grandes, el acceso suele carecer de encanto alguno, en el caso de hoy consistía en una larga recta que partía en dos una zona industrial a modo de polígono, donde lo más bonito siempre se intuye al final de la recta, después de donde la vista te alcanza…

 

 

A las 13:45 llegábamos a las puertas del Hostal Louro, donde tras despojarnos de la mochila hacíamos unos pequeños estiramientos antes de subir proceder a hacer la entrada en lo que será nuestra morada para la noche de hoy.  Etapa corta, preciosa, llevadera y sobre todo muy necesaria… mañana más!

Buen Camino!