4ª Jornada Cº Inglés

 

Betanzos – Hospital de Bruma 28 Km

Aludiendo a esa frase tan manida por mi en estos relatos, “El Camino es como la vida”, hoy el Camino, como en ocasiones ocurre en el día a día, la vida nos reservaba una muy grata sorpresa, y a demás se reservaba o contiene para dárnosla en el mejor momento, en este caso a última hora de la jornada, incluso antes de lo esperado…

Hoy teníamos milimétricamente programada la jornada. Por delante teníamos la mayor distancia en este Camino, 28 Km. Pero más que la distancia, lo que verdaderamente asustaba era que llegásemos al destino fijado, Hospital de Bruma, y no tuviésemos hueco/cama, solo por el hecho de que se nos hubiesen adelantado nueve o diez peregrinos.

Hacíamos el selfie “oficial” a la puerta del albergue de peregrinos Casa de Pescadería de Betanzos a las 07:26, cuatro minutos antes de la hora programada. El temor a la distancia y a llegar tarde al siguiente albergue, el Albergue de Peregrinos de Bruma, con capacidad para 22 peregrinos, pero reducida a 10 por las medidas preventivas e higiénico sanitarias, dadas las circunstancias, nos hacía apretar los dientes, el culo y salir antes con antes; más a sabiendas de que los cinco inquilinos que llegaron al albergue de Betanzos antes que nosotros el día anterior, habían salido antes; tres de ellos a las 06:30 (españoles), los otros dos a las 07:00 (italianos).

 

 

Comenzábamos a caminar por buen ritmo por las calles de Betanzos, después de lo vivido ayer desde el primer momento, hoy intentando entrar en calor lo antes posible para evitar que nos pillase por sorpresa la primera subida que nos topásemos. Muy pronto podía observar que el ritmo del rudo vikingo, venido a menos, era mucho más suelto, ágil y alegre que días anteriores, sin duda haber soltado el lastre, en forma de mochila, iba a influir positivamente durante la jornada de hoy.

La primera subida, no tan exigente ni tan larga como las dos primeras de ayer, y dejaba ver a las claras que el muchacho iba ya no solo feliz, sino que además no sufría… al menos por el momento.

Habiendo comenzado a caminar siendo aún noche cerrada, mi primer objetivo era dejar atrás cuanto antes la importante población de Betanzos, y con ello toda su contaminación lumínica, para, si fuese posible, disfrutar de un buen amanecer siempre que las condiciones climatológicas lo permitieran.

 

 

Cuando esta mañana, aún dentro del saco, consulte la previsión meteorológica para las próximas horas, lo primero que me llamo la atención era la diferencia de temperatura respecto a días anteriores. Si hasta ahora nos habíamos movido a primera hora entre los 16 y 17º, hoy la cifra en aquel momento era de 12º. No hacía frío pero sabía que la sensación térmica podría ser inferior a nada que hubiese un poquito de viento, o de que como parecía que indicaba la aplicación, hubiese algo de niebla. Esta información hizo que, a diferencia de los últimos dos días, optase por añadir el forro Terrex a mi habitual camiseta térmica, además de tirar de braga, algo que no molesta ni sobra, al menos a mi, hasta que el sol empieza a calentar de lo lindo.

Un poco antes de las ocho, sin aún haber amanecido completamente, podía guardar la linterna y apagar los led que llevo bajo la visera de la gorra y que tan prácticos son, tanto para ser visto de frente, como para poder ver por donde pisas cuando la noche es cerrada. Aún no había amanecido pero ya se podía ver perfectamente, incluso las indicaciones para ir por el camino correcto.

Aunque yo paraba de vez en cuando para hacer alguna foto, lo hacia con menos frecuencia que en días anteriores por varios motivos. Primero porque ni entornos ni parajes eran los del día anterior; segundo porque hoy, por prudencia, no se podía estar a setas y a Rolex; la prioridad era llegar a destino antes del corte, es decir, como mucho podríamos llegar después del octavo, si lo hacíamos después del noveno, uno de los dos no tendría hueco en el albergue, lo cual quería decir que como en este camino somos pareja de hecho; que no es que de hecho seamos pareja, sino amigos y compañeros de trabajo, pues si no había hueco para uno, tampoco lo había para el otro. Tercero, hoy el mozo iba sin carga e iba raudo y veloz, tanto en llano o falso llano, como en las subidas que se nos presentaban. O sea que hoy fotos si, pero las justas y sin recrearme en exceso que tenía más que perder que inmortalizar.

 

 

Durante las dos primeras horas únicamente ha habido paradas para alguna foto rápida y, sobre el kilometro nueve, para aprovechar el segundo establecimiento abierto que veníamos fuera de Betanzos para sellar la credencial y echar lo primero al cuerpo que no fuese agua, el habitual cortado con fría y el con leche templada, acompañado en esta ocasión por una magdalena retractilada. Parada que no iba a llevarnos mucho tiempo pero que nos ha llevado incluso menos cuando hemos visto que se paraba otro peregrino para lo mismo, un café y sello, y que detrás llegaba otro y tras el un pequeño grupito de al menos tres, cuatro o cinco, no he podido contar con exactitud cuantos eran por no perder tiempo…

 

 

Nuestra arrancada tras “el fugado”, ese que había parado justo después que nosotros y se había echado el café con leche por encima tras sellar, ha sido una arrancada demoledora, tengo que ver el video de las cámaras de tráfico de la zona para ver si verdaderamente hemos incluso chillado suelas y hay las marcas sobre el asfalto… en un suspiro hemos rebasado al “entrometido” y demarrado para intentar marcar una distancia de seguridad, no de las de dos metros de ahora, sino de las de verdad. Sin mirar atrás hemos mantenido un ritmo alegre y constante, tanto en subidas como bajadas o falsos llanos, consiguiendo no solo avanzar y acortar la distancia con el objetivo de hoy, sino además asegurar margen con los perseguidores.

Sobre la marcha, consultando “apuntes”, hemos fijado el próximo punto de parada sobre el kilometro dieciocho, de este modo, además de rebasar sobradamente el mojón psicológico de los 55 Km a Santiago (Meridiano particular de este Camino Inglés), habríamos rebasado también el meridiano de la jornada prevista para hoy, 28 Km, y estaríamos a diez kilometros o menos del destino, cifra también redonda y con entidad suficiente para reforzar psicológicamente posibles flaquezas.

Según lo que habíamos leído/consultado, en San Paio (kilometro 18,1) había un bar, un lugar fantástico para hacer esa parada rápida, soltar brevemente la mochila, limpiar gomas (vaciar de distintas impurezas, chinas, hojas y demás, el interior de las zapatillas), tomar algo rápido y rellenar las botellas de agua; tanto la botella de Cabreiroa de dos litros, como mi pequeña botella de cristal 1/2 litro y después, sin dilación, retomar el Camino para afrontar el tramo más exigente del día; una breve subida de algo menos de dos kilometros que daría paso a trazados más suaves, tanto en ascenso como en descenso, hasta llegar, unos siete u ocho kilometros después, a Hospital de Bruma, pero sin dormirnos en los laureles! Que no teníamos nada garantizado.

 

 

Alcanzado el kilometro 18,1, habiendo dejado justo en ese momento atrás una pequeña aldea, tomábamos conciencia de que había que cambiar de planes porque ese “bar” ya no estaba en el Camino y tendríamos que conformarnos con hallar algo parecido a un merendero, con una mesa un banco y una fuente (en el mejor de los casos), o al menos un pequeño murete o pretil donde poder apoyar ambos el culo, una vez soltada la mochila en mi caso, y ya de paso, si encontrábamos una fuente de agua potable, pues mejor que mejor porque empezaba a escasear el agua de manera seria.

Hemos alcanzado el diecinueve, coronado la exigente subida prevista, el veinte, alcanzado el veintiuno… y lo único que hemos podido hacer en este trayecto ha sido rellenar mi seca botella de cristal en una fuente de dudosa potabilidad. Por suerte, a las 11:45 hemos llegado a Veira, un pueblino que atraviesa la carretera AC-542 y, en la primera casa que he visto con señales de estar habitada (tenía las contraventanas abiertas, asi como las ventanas oscilobatientes), he llamado al timbre, esperado a que nos abriese y he pedido por favor que nos llenase la botella grande de agua, de este modo podría vaciar la pequeña, de dudoso origen y potabilidad y con esos dos litros tendríamos agua suficiente para poder llegar al destino de hoy, del cual nos distaban escasamente seis o siete kilometros. Amablemente los lugareños han atendido nuestra petición y hemos retomado el caminar por el arcen dela carretera.

 

 

Caprichos de la puñetera ley de Murphy, poco metros más adelante atisbábamos a la izquierda un indicativo marrón con letras blancas anunciando una fuente, y poco más a la derecha se podía ver lo que parecía un toldo con el logotipo de Estrella de Galicia. Hemos aprovechado para hacer la necesaria parada, en el Bar Casa Avelina, soltar la mochila, limpiar el interior de mis zapatillas y tomar un refrigerio liquido rápido y, justo cuando nos daban alcance y hacían su parada los dos perseguidores con los que habíamos compartido establecimiento en la primera parada, volver a recomponernos y arrancar con ímpetu para coger buen ritmo y no volver a parar hasta llegar a Hospital de Bruma.

 

 

Desde ese momento he ido con un ojo puesto en el trazado y otro en el móvil, controlando al mismo tiempo ir por el camino acertado y sabiendo que distancia nos faltaba hasta llegar al kilometro 28. Mi compañero de fatigas iba más fresco y ligero que ayer, pero ya perjudicado, con molestias en sus lesiones (ampolla puntual y fascítis plantar). Al descubrir que cubríamos el kilometro 23, se lo he cantado en voz alta girando la cabeza, el venía unos metros más atrás y ha gritado, “¡VAMOS!”, para después añadir, ¡ya he batido mi marca de ayer! ¡Ya solo nos quedan cinco! A los pocos minutos justo cuando llegabamos a otra pequeña población le he cantado… ¡CUATRO!… ¡Bien, esto está casi hecho!, ha dicho él.

Unos metros más adelante, cuando cruzábamos el pueblito, hemos visto a la derecha, como en un pequeño rincón hecho para descansar, a un pequeño grupo formado por tres peregrinos, enseguida hemos comprobado que eran tres de los cinco que habían dormido en la planta de abajo en Bentanzos, los españoles, los que habían salido una hora antes que nosotros, los habíamos alcanzado y estaban parados, era nuestra oportunidad de dar el tirón final para hacer, los algo menos de cuatro kilometros que nos quedaban, garantizándonos una plaza en el albergue. Reconozco que estaba eufórico! Pero no era nada para lo que me esperaba…

Justo cuando llegábamos a su altura, caminando a un muy buen rito con evidente intención de no parar, he levantado la mano saludando y ellos han hecho lo mismo, pero preguntando, ¿no paráis? ¿a donde vais a ir hoy? A lo que yo me he apresurado en contestar, NO! No! Ya no paramos hasta Hospital de Bruma! Y ellos ha dicho! Esto es Hospital de Bruma! Este es el albergue pero está aún cerrado.

Sorpresas te da la vida y gran sorpresa nos ha dado hoy el Camino acortando en cuatro kilómetros la larga y estresante jornada de hoy, garantizándonos además que tendríamos una cama en el albergue de reducido aforo de hoy al haber llegado 4º y 5º. Algo que mañana ya no tendremos que padecer pues tendemos reservado albergue al ser privado, y si, serán 24,8 Km… o no, porque en el Camino, como en la vida, por mucho que quieras tener todo previsto y controlado, nunca sabes lo que te puede deparar… pero eso será ya mañana, porque mañana, mañana, más!

 

 

Betanzos – Hospital de Bruma ¡¡¡¡24,37 km!!!!

#Buencamino