Camino Francés 2016 · 3ª jornada · PAMPLONA

Zubiri – Pamplona (17 de diciembre 2016)

Hoy el día comenzó temprano, algo que está siendo la tónica habitual desde el día que amanecí en Sant Jean. Si de manera ordinaria, en mi día a día en Alcalá (de lunes a viernes) pierdo el sueño unos minutos antes de que suene el despertador a las 05:45, desde el pasado jueves no hay día que salga del saco de dormir, para no volver a entrar, más tarde de las 5:00.

Después de levantarme, con sigilo para no romper el sueño de Inés (la polaca) y de los coreanos, Kim y Li (el y ella), Chemari (el italiano) nos abandonó ayer, tiro hasta el siguiente pueblo para dormir en el saco a la intemperie… me he dado la pertinente duchita mañanera, porque, igual que «el hábito no hace al monje», tampoco «el camino cochino al peregrino»; si alguno lo es, venía ya de casa siendo guarrete, seguro! Pues eso, ducha, recoger y organizar todos los bártulos, preparar y ajustar la máquina, con vaselina en los pies, cremita en gemelos y tibiales, desayunar, estirar y calentar un poco… comenzaba el camino de hoy a eso de las 07:45.

 

Aún era noche cerrada, al menos en esta altura del meridiano en el que estoy, pero con buena luna, aunque algo menor que la del primer día. Había que desandar, cruzar el puente que ayer me recibía en Zubiri, para coger un camino que sale a la derecha, con un fuerte desnivel ascendente por el que enseguida se abandona el pueblo y te sumerge por un sendero angosto en una zona de abundante vegetación a izquierda y derecha. La falta de visibilidad impedía distinguir el tipo y especie de árboles, apenas se veía a un par de metros, lo que alcanzaba el led blanco que llevo en el pecho (además llevo siempre activo uno rojo intermitente a mi espalda, sobre la mochila). Tampoco hacia mucho por intentar ver más allá, el sonido de la noche, la oscuridad, el desconocimiento del terreno y no querer pensar que me puede aparecer por ahí algo no deseado, me hacía concentrarme más en donde pisaba.

 

En pocos minutos la claridad ha ido desplazando, paulatinamente, la opacidad de la noche. El espectáculo nuevamente se servía ante mis ojos… hayas, helechos, hiedras, prados en la derecha, monte y bosque de pinos a la izquierda. Todo ello empolvado, a media distancia, y destellante, a corta… colmado por la blanca y brillante escarcha! Hoy se sentía el frío! No sé la temperatura. Una cosa es lo que pueda registrarse en las poblaciones y otra distinta en el campo, el monte… en la naturaleza.

 

El indicativo inequívoco de que estaba por debajo de cero era la superficie solida de los pequeños y dispersos charcos que encontraba en el sendero, fruto de la lluvia caída ayer. No era una capa de hielo muy gruesa, quizá comparable, en proporción, al caramelo que cubre una crema catalana… pero me confirmaba que no era una percepción mía, era un hecho. Hoy si hacia «rasca»… hacía frío.

 

 

Por suerte, a medida que la mañana se consolidaba y gracias a la ausencia de nubes, el sol iba dejándose ver y este iba templando el día, proporcionando intensidad a los verdes y contrastando con las mismas zonas aun en sombra, que continuaban matizadas por la escarcha. Un placer para la vista y que bien iban agradeciendo mis mejillas y la punta de la nariz…

 

Hoy el sentido afortunado ha sido sin duda la vista, no así el oído. Aunque ha habido aproximadamente un 15% del recorrido que se hace inmerso en plena naturaleza, el resto ha padecido la contaminación acústica de la era actual… primero una fábrica de magnesitas (que presume de llevar 70 años junto al camino de Santiago, según reza en un cartel en uno de los accesos) y posteriormente el tráfico de una nacional, que transcurre durante gran trecho paralelamente a unos cientos de metros del camino, separados ambos por el río Arga.

 

 

Hoy podría decirse que ha sido casi un paseo largo. La distancia de poco más de 20 km, además de que los últimos 5, desde Villava, se hacen por urbe, atravesando Burlada para llegar a Pamplona y tras unos 40′ de caminata al centro de la ciudad. Si a eso le sumamos que hoy sí me he encontrado «andarines»; es sábado y, al igual que yo en ocasiones cuando estoy en Alcalá, me he cruzado con cerca de una veintena de lugareños andando por los caminos…

 

Como vivencia de hoy destacaría algo que me ha ocurrido cuando llevaba algo más de hora y media andando… al poco de pasar Larrasoaña y Akerreta. Caminaba por un sendero prácticamente plano aunque levemente en subida, casi imperceptible, lo suficientemente distante del río Arga y la carretera como para no oír el tráfico, el camino era estrecho pero no excesivamente, frondoso a ambos lados pero con espacio, con un claro al frente, al fondo. El terreno era cómodo, despejado, sin peligro de tropiezos, resbalones o aparentes caídas… lo que se puede considerar un caminar normal, con la vista puesta al frente, a unos 3 o 5 metros, con la mente relajada, gozosa… de repente, en el claro que tenía unos metros más allá de la vista, en la pradera que empezaba a vislumbrar, veo moverse con velocidad algo que en principio me pareció, por color y forma un perro, mi asociación inmediata fue.. es un zorro? No imposible!!! Era más grande!!! Coño!!! Reacción inmediata, asir fuertemente el palo que ya llevaba en la mano derecha, buscar ansiosamente con la mirada una piedra de tamaño medio, algo fácil por el terreno, en 2,3 nano segundos tenía una piedra en la mano izquierda… las pulsaciones se habían disparado y el ritmo de mis pasos se había acelerado un par de puntos… sabía a lo que me iba a enfrentar… tenía que ser yo el que lo acojonase… estaba casi seguro de que era… un lobo!

No creo que hubiesen transcurrido ni 3 segundos del avistamiento, cuando estaba saliendo de la zona frondosa para descubrir a mi enemigo… sabiéndome ganador, bien armado con palo y piedra, gire la vista a la izquierda y… me quede helado! La tensión que seguramente mostraría en ese momento mi rostro, se debió descomponer al instante… en el centro de la ladera, en una pradera aún sombría, completamente escarchada, con un mural de pinos a unos 50 metros, tenía ante mis ojos, a media distancia, una pareja de corzos… mirándome…. a-lu-ci-nan-te ! ! !

Un acto reflejo me hizo soltar la piedra. Quería cambiar de arma! Sacar el móvil, quitar el cable de carga conectado a la batería externa, desbloquearlo, pasarlo a modo cámara, que se abriese la puñetera aplicación, enfocar… inmortalizar el momento. Nunca antes había visto algo similar en libertad… y no sé si lo volveré alguna vez a ver, solo espero disfrutarlo tanto como hoy, ser más sigiloso y desde luego no llevar una piedra en la mano sino el móvil o una cámara, no ser tan torpe como para volver a hacer un ruido como el que he hecho al soltar la piedra. Antes de que casi sacase el móvil del bolsillo, los dos ejemplares estaban poniéndose a cubierto en la frondosidad del bosque que había ladera arriba… y así me quede, flipadito! Con la boca abierta, el móvil en la mano, y ahora si, en modo cámara, enfocando sin encuadre, o encuadrando sin enfoque…

Pasado un instante decidí grabar un video, en el lugar de los hechos, para relatar, in situ, esta maravillosa experiencia y compartirla de inmediato con la familia…

 

En fin, que hoy el día no ha dado para mucho … he llegado a Pamplona, duchita, organizar la camareta, mi litera y taquilla (como en la mili), he ido a comer, a un sitio fantástico, La Raspa, un mítico y atestado de pamplonicas… de esos que se visten como si fuesen a pasear por la montaña, de zarcillos XL en ambos lóbulos y que el dinero de la pelu lo invierte en tomarla a lo grande los sábados al medio día, con su gente, en cuadrilla, como cualquiera que se precie y sea un disfrutón… solo que con su look. A mí en realidad, a simple vista y mientras no se saquen otros temas, no solo no me disgusta, sino que me molan… quizá sea porque solo es para un rato, o… quizá no…

Mañana será otro día y dejaré atrás la primera gran urbe que surca este camino francés, PAMPLONA, no sin antes decir, con el permiso del Apóstol Santiago, eso de… Gora San Fermín! Y responderme a mí mismo… GORA!!!

Buen Camino!