Camino PRIMITIVO 7ª jornada

Grandas de Salime – A Fonsagrada

En el Camino, como en la vida… no te puedes confiar…

Igual que ayer, sobre el papel, la jornada iba a ser super exigente, especialmente en la bajada desde el alto de La Mesa hasta el embalse de Salime, la de hoy era casi puro trámite con algún ascenso leve o moderado, y un último escollo, algo más duro, para acceder al destino… Pero siempre puede haber factores que modifiquen la idea preconcebida.

Ayer, en Grandas de Salime, a última hora, después de acabar mis escritos, acepte la invitación que me habían hecho algunos peregrinos con los que vengo coincidiendo, día sí, o día no, desde Tineo… habían quedado un grupo para tomar una cerveza en un local cercano al albergue municipal, al otro extremo de donde está el privado por el que opte ayer.

Cuando llegue, sobre las ocho y cuarto, la pequeña muestra de la torre de babel que es siempre el Camino ya estaba disfrutando de un ratito de charla… Rúben, de Zarauz; María, italiana residente en Barcelona; Gonzalo, Valenciano, y luego una mallorquina, Mirella, otra colombiana, Kelly, y un americano, de padre granadino y del que no recuerdo su nombre… Pedí una cerveza y me reuní con ellos fuera, en la terraza. La tarde-noche era muy agradable, hablamos un rato, de todo un poco en torno a este Camino… Coincidimos en que había más peregrinos de los que todos habíamos imaginado, y de que, incomprensiblemente, había un porcentaje elevado de no nacionales, aunque la muestra de aquella mesa no atendiese a la verdadera realidad, ya que éramos más nacionales. Fue un rato agradable, poco habitual en mis Caminos ya que no me prodigo en exceso en eso de socializar, pero que este Camino voy, poco a poco, poniéndolo en práctica…

La reunión, no fue nada trascendental pero si enriquecedora… no todos aportamos por igual en la conversación, pero fue un rato ameno y conociendo algunas curiosidades. No ahondaré mucho en ninguna, como no se hizo tampoco en la charla, pero, por ejemplo, me resulto curioso que la mujer mallorquina, por poner en situación… posiblemente habiendo cumplido ya los cuarenta pero aún muy lejos del cambio de decena, comentó que estaban haciendo el Camino tanto su marido como ella, esta el Primitivo, él por el francés, coordinados en jornadas, para coincidir el mismo día donde ambos caminos confluyen, en Melide, y desde allí continuar juntos para llegar tres día después a Santiago… nada relevante, pero si curioso.

Fue también gracioso el chascarrillo que se generó a raíz de un méme que mostraron. Creo que fue Kelly, la colombiana, quien lo mostró. Se veía a un monje budista mirar de soslayo el escote de una turista, a la que hacían una foto junto a él. Ella, vaya por delante, con un evidente “poderío”… algunos comentaban que, por muy budista que se sea… «tiran siempre más dos tet…  que dos carretas…» lo más simpático fue ver al estadounidense, de padre granadino, como tras entender que eran «dos carretas», traducía al americano (que no inglés isleño) la expresión, apoyándose en  gestos… poniendo primero manos frente así con las palmas y dedos extendidos mirando a su pecho y después, simulando arrear a los caballos de una cuadriga… fue una bobada, una chorrada, pero para mi, aquella simpleza, tuvo su gracia.

Los deje sobre las diez, tomando y charlando, sin mucha disculpa por mi parte, simplemente aludiendo a mi edad, a mi necesidad de acostarme pronto y a mi gusto por levantarme pronto y empezar a caminar siendo aún de noche, algo que algunos ya conocían… antes de retirarme, comentamos muy por encima la jornada que teníamos hoy por delante y si coincidiríamos en el punto de destino… prácticamente todos haríamos noche en A Fonsagrada, por lo que nos deseábamos “buen Camino” y nos emplazábamos a reencontrarnos en el nuevo destino. Antes de irme alguien comento que para hoy daban lluvias, pero que se anunciaban a partir de las tres de la tarde, alguno comento que para esas horas, por despacio que fuéramos, ya estaríamos en destino. Yo simplemente añadía que, en Galicia, donde desde hoy íbamos a estar, a la previsión del tiempo había que hacerla el caso justo… que igual se ponía a llover desde la madrugada, como no caía ni una gota hasta las ocho de la tarde… si caía, y con esas me retiré caminando hasta el albergue, al otro extremo de Grandas, es decir a cinco minutos, mientras la gente más joven, use quedaba apurando tragos y conversación.

Esta mañana salía del albergue justo cuando las campanas de la iglesia de San Salvador tañían haciéndolas sonar siete veces. Foto. Envío a la familia y a caminar…

La noche era muy agradable. Soplaba con cierta alegría el viento pero sin sensación alguna de frío. Cuando subía por la calle principal estuve pendiente del verde luminoso de la farmacia que en ese momento mostraba el número de teléfono al que llamar en caso de urgencia para después mostrar la hora, 07:03 y seguidamente la temperatura, 23º, algo que me pareció excesivo y recurro al móvil para verificar, bien la temperatura, bien mi creencia de que se trataba de un error… fue lo segundo! La aplicación del móvil me marcaba en ese momento en Grandas, 18º, que aún pareciéndome alta, se acercaba más  a la realidad aunque la sensación térmica fuese un poco menor dado el viento que reinaba a esas horas.

Según callejeaba para salir del pueblo, empezaba a notar que me caía alguna gota mínima, muy dispersa, casi inapreciable, como si me estornudase un gorrión, no se podía considerar lluvia, ni siquiera chispeó, pero era agua en sus mínima expresión.

Dejaba atrás la población, la luz de sus calles, y me adentraba en la oscuridad y en el Camino, hoy sin problemas para localizar las señales. Que yo acertase a ver, no me precedía ningún peregrino, ya que a lo lejos, cuando levantaba la vista no se vislumbraba el reflejo de ninguna luz de apoyo. Según iba ascendiendo levemente, el viento, en algunos puntos cogía fuerza y soplaba con fuerza, obligándome incluso a sujetar la gorra con el “invento” que tengo para llevarla asegurada al estribo superior de la mochila, evitando de este modo que se vuele en un fuerte golpe de viento, como ya me pasase tiempo atrás. Aprovechaba también para quitar las gafas de sol de la visera y colgarlas, por una patilla, de la correa izquierda de la mochila.

Sin ser meteorólogo, ni pretender serlo, por lo vivido en el Camino, los cambios de viento a mayor suelen ser el anuncio de lluvia, y efectivamente así era… el agua no tenia fuerza, pero si el viento que la lanzaba contundentemente de frente y por los costados. Yo no había salido preparado para la lluvia, lo había hecho como siempre, con solo una diferencia, hoy por primera vez no vestía camiseta bajo el terrex rojo, sino una térmica que, ayer cuando llegue, me enfundé cuando hice la colada, al haber metido en la lavadora la chaqueta roja, hoy la aprovechaba para después del uso de hoy, tras haberla sudado, apartarla como ropa sucia.

Ayer, en la jornada que me llevo desde Berducedo a Grandas, fue la primera en la que sudé por el esfuerzo, pero no porque pasara calor. Ayer ya se percibía cierto cambio meteorológico. Aunque en las horas centrales el sol estaba presente, no calentaba como los días anteriores. Hoy el cambio es evidente, sigue sin hacer frío, pero el tiempo otoñal se ha dejado caer sobre esta zona de golpe con la lluvia, el viento y los cielos completamente cubiertos.

La primera hora caminando, siendo de noche y sin visos de clarear a la hora de días anteriores, gotas débiles y dispersas me han acompañado de manera intermitente, hasta poco antes de llegar a Castro, el primer punto con algún servicio que hoy me iba a encontrar, a escasos cinco kilómetros del punto de partida. Poco antes de llegar, cuando ya se veían a pocos cientos de metros, en un alto las luces del pueblo, el viento se ha soliviantado de golpe y en menos de un minuto, el chispeo trivial se ha convertido en un calabobos con pinta de venirse a más en breve… he llegado casi al trote a la puerta del albergue de Castro, primera construcción en el Camino, y al resguardo que había me he descolgado la mochila para colocarle el chubasquero y yo hacer lo propio… sobre el terrex, a sabiendas de que podría no ser suficiente si el agua iba a más, me he puesto el cortavientos y chubasquero que utilizaba cuando montaba en bici y que este año he incorporado al ajuar del Camino, en sustitución del impermeable que llevé el año pasado y que no me acaba de convencer por ser demasiado voluminoso para llevar en la mochila y no abrigar lo suficiente en caso de necesidad.. recuperando mi antigua chaqueta “neopreno”, que son compatibles por volumen en la mochila y posiblemente lo sean para los días de agua… algo que creo voy a tener tiempo de testar desde mañana y hasta el viernes próximo que, si Dios quiere, llegue a Santiago.

La jornada de hoy ha sido, como todas las anteriores, muy bonita… pero mucho, incluso con tramos en los que se ha caminado en paralelo junto a la carretera. Además hoy he llegado al punto donde dejaba atrás Asturias para adentrarme en Galicia… me he despedido del principado con admiración, pues ha sido mucho más lo que recordar con agrado que lo que olvidar por desidia… ojalá algún día, desde las instituciones, se preste la atención, los recursos y servicios que sin duda merece el trazado del Camino Primitivo en suelo asturiano… no hay conciencia del potencial que este Camino Primitivo tiene.

A las diez y un minuto, hacía una foto en el punto geográfico que separa ambas comunidades, coincidiendo con un descenso por la pista de tierra por la que caminaba y poco después, antes de llegar al primer mojón con la vieira gallega, dejando atrás la simbología asturiana que me acompañó desde Oviedo, comenzaba a diluviar, con fuerza, con viento soplando de un costado y de repente del otro, igual que por delante o por detrás, zarandeándome hacia los lados, según soplase el viento y desplazando el bordón sin ser capad de mantenerlo completamente vertical.

La lluvia me ha acompañado con mayor o menor intensidad aproximadamente durante los últimos doce o catorce kilómetros, solo me ha respetado por completo, sin caer ni una sola gota, en la última subida, una rampa imponente, larga, de algo más de un kilometro, y con porcentajes de desnivel dignos de recordar y nada que envidiar al mítico alto del Poio en el Camino Francés…

El agua me respetaba en la subida y se despachaba conmigo nada más empezar a caminar por la calle principal de A Fonsagrada. Cuando he llegado a la puerta del albergue municipal jarreaba con saña. Me he hecho la foto para anunciar a los mios la llegada a destino, me he quitado la mochila para dejarla en la puerta, junto a la de Antonio, el gaditano de edad erótica, sesenta y nueve, y esperar cuarenta y cinco minutos a que abriesen el albergue, ya que la hora de apertura es la 13:00, algo que hemos hecho a cubierto del calor de un bar cercano, tomando una cerveza, un pincho y donde me he vuelto a encontrar con Javi, mi compañero de disfrute el día de Hospitales…

Ahora, ya con cama inferior en litera en el albergue municipal de A Fonsagrada, duchado, bien seco y habiendo disfrutado de un buen menú, con mi caldo gallego, plato favorito en mis caminos por tierras gallegas, acompañado de una generosa ración de secreto con patatas y habiendo descansado dando una cabezada de siesta… solo me queda, después de acabar de escribir, ir a picar algo para después encamarme y pensar en la jornada de mañana, que seguramente será también pasada por agua, pero espero ir mejor previsto para ello que hoy, pero eso, eso será ya mañana, porque mañana… mañana más!

#BuenCamino