Maudi, esa ¡gran mujer!

Este blog, que fue creado para albergar exclusivamente las crónicas de mis andanzas en el Camino de Santiago, hoy, de manera excepcional, acogerá un post especial, completamente distinto, en recuerdo y homenaje a mi madre, al tiempo que me servirá de terapia como ayuda a superar el vacío que me deja su marcha en unas circunstancias tan extremadamente atípicas.

Maudilla Escribano Redondo

13 Diciembre 1937 · 13 Marzo 2020

 

Cuantos recuerdos…

Voy camino de cumplir cincuenta y dos años, hasta donde me alcanza la memoria puedo recordar vivencias junto a ella…

Mis primeros recuerdos me llevan hasta allí, a nuestra humilde casa, en Vicálvaro.

Aquella casa que, siempre, desde el principio, fue punto de encuentro y convivencia en familia, porque aunque nosotros éramos solo dos, por aquella casa pasaron, para quedarse y convivir, muchos familiares. Ahora lo recuerdo con gran orgullo.

Como es lógico, no alcanzo a recordarlo, pero si me consta que en ella vivieron, y murieron, mis abuelos. Ella me lo contó ya siendo yo mayor, mi abuela había muerto en casa, en la cama de la habitación del fondo. Al poco murió mi abuelo. Ella siempre me dijo que de tristeza, de pena…

En aquella casa, entre sus cuatro paredes, en poco más de cuarenta metros cuadrados, bien aprovechados, han vivido y convivido, con ella y conmigo, en algún momento, durante un tiempo mayor o menor, por distintos motivos, algunos de sus hermanos y sobrinos. Aún a riesgo de dejarme alguno en el olvido, voy a intentar enumerarlos a todos, como algo simbólico y en cierto modo como recuerdo homenaje y agradecimiento a todos y cada uno de ellos.

Siempre tuve entendido que mi tío Paco vivió en casa al principio de comprarla, de hecho la escritura original tuvo que ponerse a su nombre ya que en aquellos años, finales de los 60, las mujeres no podían comprar una vivienda, y mucho menos siendo soltera. Obviamente esto no es un recuerdo de vivencia, sino el recuerdo de algo que me contaron en distintas ocasiones.

En aquellos tiempos Luis, el primo mayor, vivió en casa, hasta que sus padres, Manolo y Tere, compraron, también en Vicálvaro, su casa. La de veces que Luis y Paco me han recordado, entre risas, cuando para que me callase y dejase de berrear, me mojaban el chupete en anís y luego en azúcar para dármelo y, según dicen, era meterlo en la boca y cambiar el llanto por el ruido de chupeteo y succión para sacarle todo el jugo al chupete. Luis, el mayor de los primos, otro “grande” que nos dejó también hace poco y sin hacer mucho ruido…

Marisa, su hermana pequeña. Mi tía pequeña y en aquellos años de convivencia… una hermana mayor (sin hábitos de por medio). Cuando los colgó, vino a vivir con nosotros, que recuerdos… durante algunos años, hasta que se casó, los tres éramos una familia; recuerdo que Marisa era “mi profesora de refuerzo extraescolar”. No es que yo fuese mal estudiante, simplemente no era estudiante. Los libros los abría solo en clase y porque no me quedaba más remedio, únicamente miraba las fotos y dibujos, lo de leer, entonces, me daba pereza, y estudiar no sabía ni como se hacía… este fue el motivo de los primeros disgustos de mi madre por mi parte. “Yo todo el día trabajando de sol a sol y tú, que lo único que tienes que hacer es estudiar, no lo haces, me vas a quitar la vida.” Se me caía el alma y la cara de vergüenza al suelo cuando la oía decírmelo. Le prometía que no volvería a pasar y que iba a cambiar… pero volvía a suceder una y otra vez. En mi infancia y adolescencia siempre fui un transportista de libros, los llevaba y traía al colegio o instituto, pero ni los abría. En fin, cuanto le hice sufrir con el tema de los estudios…

Mi tío Nino y mi primo Miguel, “Migue” como le llamábamos. Ambos vivieron un tiempo en casa, creo recordar que coincidiendo con el ingreso de mi tía Maria en el hospital por una enfermedad. Convivir con mi primo Migue durante aquel tiempo, no recuerdo si fueron dos o seis semanas, fue una experiencia y vivencia que seguramente mejoró para siempre mi calidad humana. Que tío! Era digno de admiración su afán de superación, su personalidad y como se las ingeniaba para desenvolverse y hacerse entender.

Chari, mi prima Chari, también convivió con nosotros algún tiempo mientras estudiaba en la Universidad, y Francisco, su hermano. En sus primeros años de policía nacional, coincidiendo con que trabajaba en la comisaria de San Blas, había veces que cuando estaba de turno de noche, cuando salía de trabajar venia a casa a dormir.

Después, cuando ella se jubiló y vivía en Alcalá con nosotros, su casa seguía siendo la casa de la familia y siempre estuvo a disposición de aquel que la necesitase para hacer noche y evitarse unos kilómetros hasta su casa… recuerdo que Luismi durante un tiempo, algunos días, se quedaba a dormir en Vicálvaro para evitar ir a diario hasta Toledo, o Ainhoa e Iván creo recordar que también en alguna ocasión puntual.

Seguro que me dejo a alguien… Magdalena, por ejemplo, prima segunda, la hija creo recordar de Urbano ¿? O era la hija de Deo, del tío Deogracias ¿?… ella en alguna ocasión, cuando venía a Madrid, creo recordar que también se ha quedado en casa.

Luego están las que se montaban en casa en su cumpleaños, en el mío o simplemente un domingo porque sí, porque surgía y porque pocas cosas le podían gustar más que estar con toda la familia junta, y si además era en su casa, mejor que mejor, entonces irradiaba felicidad…

Como olvidar aquellas tardes de domingo en casa, todos los primos jugando al escondite, en una casa de cuarenta y pocos metros… mientras los mayores jugaban a las cartas, al julepe casi siempre, le encantaba aunque casi siempre, por no decir siempre, perdiese unos cientos de pesetas… o cuando se hacían dos mesas de juego, unos al julepe y otros, mis tíos, Antonio, Honorio, Paco y Vicente jugando al mus.

Y después todos cenando, picoteando o todos juntos en el salón o cuando éramos muchos o nosotros ya más mayores, los primos en la mesa camilla del cuarto de estar y los mayores en el salón. Luego la procesión de platos a la cocina y allí unas u otras fregando, nada de lavavajillas. Cuando se iban todos, acabábamos de reorganizar la casa, ella con una paliza en el cuerpo, pero plenamente feliz de haber tenido en casa a su familia.

Este simple hecho de que su casa fuera la casa de todos, de toda la familia, me recuerda abiertamente quien y como fue siempre mi madre.

Lo de reunirse en familia se daba con cierta frecuencia en casa de unos u otros y el ritual era más o menos siempre el mismo, comer, charlar, recoger, jugar, preparar picoteo, merendar, recoger y sobre todo disfrutar en familia… luego cada uno para su casa, pero habiendo mantenido contacto vivo con la familia… que feliz le hacían esos ratos en familia.

Uno de mis primeros recuerdos de infancia, en casa, junto a ella, era su trajín de las mañanas… antes de ir al cole.

Recuerdo perfectamente como se arreglaba. No había mañana que no se cardase su pelo, se rociase bien de laca y se arreglase bien arreglada. Se ponía bien guapa para ir a trabajar. La de veces que la dije que no se parecía a la mayoría de sus compañeras de trabajo, que ella no chillaba y se vestía muy bien. Y es verdad, no es que las compañeras se vistieran mal, pero no se arreglaban como ella, ella, a primera vista, podía pasar perfectamente por una trabajadora más del Banco o de Telefónica.

Cuando salíamos de casa para ir al colegio siempre lo hacíamos con la hora pegada al culo, siempre íbamos corriendo. A la pobre le faltaban horas ya que antes de salir de casa tenía que dejar todo en perfecto estado de revista, todo recogido, camas hechas y la cocina impoluta. Recuerdo ahora que cuando Migue y Nino vivieron con nosotros, mi madre llevaba a Migue a la ruta, y siempre el último trecho les tocaba hacerlo corriendo, Miguel muchos días se quejaba y le reprochaba, con cariño, gracejo y una sonrisa en la cara, a su manera “¡¡¡tía umn, hoy tía umn, ostia!!!” haciendo referencia al resuello que llevaban a la carrera para no perder el autobús de ruta.

Del colegio me recogía mi tía Tere, mi segunda madre durante muchos años. En su casa comía, luego volvía al colegio y después nuevamente a su casa hasta que, más allá de las nueve, llegaba mi madre de trabajar y me recogía para irnos a casa. Y el fin de semana… los recuerdo con ella en casa, siempre limpiando y cocinando.

Si hay un recuerdo en particular que siempre me acompañó y me acompañará fue una conversación que mantuvimos una mañana en el cuarto de baño mientras ella se atusaba su pelo como cada mañana. Yo creo que tendría cuatro años, no creo que tuviese aun los cinco, lo recuerdo como si lo acabase de soñar… entre en el baño y ella estaba de espaldas a mí, mirándose en el espejo, en la disposición original que tenia el baño antes de la reforma, con el lavabo al fondo a la izquierda, pegado a la pared que daba a la cocina. Le dije, “Mamá, ¿Por qué yo no tengo papá?”, ella paro de hacer lo que estaba haciendo, se quedo paralizada un momento y luego se giró, me miró y me dijo, “tu me tienes a mí, ¡yo soy tu mamá y tu papá a la vez!”, pero a mi no me valió y volví a replicarle, “ya, pero los otros niños tienen a su mamá y a su papá. ¿porque yo no tengo papá?” Mi madre me dijo, “hijo, aún eres muy pequeño para entenderlo. Cuando seas mayor te lo diré y lo entenderás”. Mi siguiente cuestión fue…”¿y cuando seré mayor?”, “Cuando tengas diez años!!!”. Recuerdo que ahí se quedo la conversación, supongo que ella con su reconcome de que pronto había empezado yo a tener inquietudes al respecto, y yo con el claro objetivo de ser mayor, de cumplir los diez años para volver a preguntar y entonces sí, obtener respuestas.

Recuerdo que aquello fue algo que tuve muy presente en mi infancia. Era un niño que jugaba como todos, con mis coches, mis animales y sobre todo mis Geyperman, pero muchas veces me rondaba por la cabeza cual sería el motivo por el que yo no tenía padre, pero lo que no iba a hacer era volver a preguntarlo, yo sabía, por su reacción, que aquello no era agradable, y que la producía tristeza. Alguna vez recuerdo haberla oído hablar con alguien de ello, en clave,  y la situación la podía. Me acuerdo perfectamente del día que cumplí diez años. Aquella mañana, cuando me desperté me dije, ya tengo diez años, ya soy mayor, era el día de preguntarle a mi madre… pero no lo hice… preferí seguir elucubrando con mi mente de niño, suponiendo y comentando con algunos compañeros del colegio y primos por qué no tenía padre, antes que preguntar otra vez a mi madre y que ella tuviese que pasar por aquel trago, ya habría tiempo de saberlo más adelante. El tema  no volvió a retomarse hasta mis dieciséis años, cuando un día le dije que yo creía que ya era momento de saberlo, y que prefería saberlo por ella, no por mis tíos si algún día le pasaba algo a ella. Accedió, dijo que hablaría con mi tía Rosario y lo organizarían para contármelo y que supiese la verdad.

Aquello a mi madre la generó dudas respecto a cual podía ser mi reacción. Yo no tenía padre pero él vivía y ella temía que pudiese intentar obnubilarme agasajándome con cosas materiales y dejase de quererla… era un temor posiblemente natural, pero infundado e imposible, yo solo buscaba saber, conocer el por qué, nada más. Lo que mi madre me había dado y demostrado día a día a lo largo de los años era tan solido que obviamente nada lo podía tirar a bajo, mucho menos aquella circunstancia que aunque importante para mi, era realmente algo bastante intrascendente, a aquellas alturas de  mi vida casi anecdótico.

Una mañana de domingo, quedamos en Toledo, en la plaza de la Magdalena, a tomar el aperitivo. Creo recordar que el sitio era el antiguo casino de Toledo, recuerdo perfectamente el local que hacia esquina, no así su nombre. Allí se produjo el encuentro con el que era mi padre biológico. Para mí fue simplemente ponerle cara. Supe que tenía su familia…mujer y seis hijos. Yo satisfice mi curiosidad y necesidad de información. Por el resto simplemente me quede acorde a lo que la situación requería… frío.

Posteriormente, su familia, al corriente de mi existencia desde hacía tiempo, forzaron un encuentro multitudinario en su casa e intentaron establecer vínculos que siempre creí absurdos e innecesarios. Nunca lo puse fácil, me escabullí siempre con uno u otro motivo sin importarme mucho que se notara mi dejadez y desidia. Nada me unía ni vinculaba a aquellas personas que, desde luego, no eran ni mi familia ni mi gente. Mi madre, que siempre fue escrupulosamente correcta, creo que en aquella ocasión agradeció mi incorrección.

Toledo! Qué recuerdos… Toledo siempre fue mi otro rincón. Allí me mandaba mi madre cuanto que me daban las vacaciones en el colegio.

En la infancia, en los veranos de la EGB, mi tía Rosario me “adoptaba” y me pasaba los veranos junto a mis primo Paco y el pequeño Luismi. Mi madre me mandaba allí sabiendo lo mucho que yo lo disfrutaba, como un enano. Ella estaba muy tranquila, sabiéndome perfectamente con mi tía Rosario y mis primos. . ¡¡¡Lo que jugamos Paco y yo en el barrio del Pozo Amargo!!! Sus amigos eran también los míos. Que bien nos complementábamos… jugando al fútbol (él siempre fue mucho mejor, yo era voluntarioso pero un poco torpe a su lado), jugando a policías y ladrones (una versión muy particular del escondite), al rescate, a churro media manga mancha entera, los primeros flirteos con las chicas del barrio… estábamos todo el día en la calle, mi madre llamaba a casa para hablar conmigo pero casi nunca me pillaba…

Unos años después llegaron los veranos de Villamiel de Toledo, en el chalet de Marisa. Igual, allí me mandaba mi madre cuanto que me daban las vacaciones en el instituto y allí que me iba yo mientras ella se quedaba trabajando; donde Conchita por la mañana (en la casa y en el estanco) y en Telefónica, limpiando, por las tardes. Los viernes por la noche cuando salía, o los sábados a media mañana, solía venirse a pasar el fin de semana, en su momento a Toledo y posteriormente a Villamiel. Nunca tuvo carnet de conducir, siempre decía que era su asignatura pendiente, que no se lo había sacado por falta de tiempo, y creo que era verdad, no tuvo ni tiempo ni ganas, pero tampoco lo necesitaba, se valió perfectamente del transporte público para ir de un lado para otro constantemente. Dese su llegada a Madrid, se movió en el metro, en las camionetas, tranvías y autobuses con una soltura envidiable para muchos. La verdad es que fue una mujer a la que nunca se le puso nada de por medio. Fue una echada para adelante, en algunas cosas una adelantada a su tiempo y siempre una luchadora, una trabajadora incansable, que no quería nada para ella, era feliz compartiendo y regalando a los demás.

Me consta que se sabía querida por toda la familia, yo además añado que era valorada, respetada y admirada por todos, sus hermanos, cuñados, sobrinos e hijos de estos, y por todo aquel que tuvo la suerte de conocerla. En su grupo de amigos del centro de mayores, donde echaba las tardes de los jueves, sábados y domingos, sé que era muy querida. Porque mi madre era una mujer discreta, pero que nunca pasaba desapercibida, una persona bondadosa que se hacia querer y que siempre, al recordarla, deberemos dibujar una sonrisa en nuestro rostro, buscando contagiarla cuando ella nos vea.

Mi madre, Maudilla! esa gran mujer! Te quiero Mamá!

Posiblemente… CONTINUARÁ