Camino Portugués 2025 · 5ª jornada (y última)
Rubiaes · Tui
IDEAS…
Hoy, con calma, que llegando a Tui se acabaron las vivencias del Camino por esta vez.
Era la última jornada en el Camino y mi cuerpo lo sabia. He dormido a placer y me ha despertado el despertador, primera vez en este Camino. Es más, lo he apagado y he seguido en la cama, dentro de saco, volviendo a cerrar los ojos. Acto que ha durado poco porque, al instante, abría de nuevo suavemente los ojos como para confirmar que la claridad que me había parecido observar, aún estando inconsciente, era real.
Y lo era, por la puerta de cristal, que separaba la habitación compartida de la zona de piscina, entraba una tenue claridad inexistente por completo cuando me acoste. Aparentemente todos los compañeros de alcoba seguían en su catre. No había sentido movimiento hasta las 05:30 que había sonado el despertador, ni lo sentía después de quitarme los tapones y ponerme los audífonos, tampoco sé si lo hubiera percibido en el sueño profundo en el que había estado, ajeno a cualquier sonido producto del aislamiento que me proporcionan los tapones de espuma.
Me he levantado con sigilo para no hacer ruido, he ido al baño para hacer las cositas diarias de costumbre a primera hora y después, como siempre, recoger, organizar y guardar todo. Esta vez lo hacia trasladando todo, poco a poco, a la zona de piscina, al aire, para evitar molestar a los peregrinos que aún permanecían en su litera y, como premio a mi civismo y buen compañerismo, el día me regalaba un amanecer, ya algo avanzado, pero con los habituales tonos azules, blancos y coral, aderezado con una temperatura, maravillosamente idílica, sin viento y con la humedad justa para sentir fresquito, pero no frio, esa que invita a echarse la rebequita sobre los hombros, para alcanzar el punto máximo de sensación térmica perfecta.
Era un poco más tarde que de costumbre en estos últimos días, tampoco tenía prisa, Tui me esperaba, pero sin hora. O sea que dedicaba un tiempo para hacer algunas fotos, intentando recoger esa agradable sensación que yo sentía, pero que la óptica del móvil, ajena a sensaciones y/o sentimientos, no era capaz de captar. Desistiendo del intento, llenaba la botella de agua en el grifo del fregadero de la cocina, metía la botella en la bolsa de plástico que, desde ayer a media mañana, me ha servido de transportín para poder usar la mano izquierda con libertad, al llevarla colgada del mosquetón donde antes pendía la botella olvidada en el albergue de peregrinos de Ponte de Lima.
A las 06:21, tras la habitual foto compartida con la familia, comenzaba a descender por la carretera dejando atrás el último albergue privado portugués, el ubicado en el rincón más recóndito y rural de todos en los que he pasado noche en este Camino de Santiago portugués, en su variante central, así daba la espalda a Rubiaes, fijando la vista al frente con el objetivo final de abandonar Portugal, para llegar a Tui y volver a pisar, caminar y vivir España.
La jornada, al igual que las dos anteriores, me ha ofrecido mucho más encanto en general que las dos primeras… podéis achacarme querencia a mis tablas, o llamarme patriota, pero sinceramente, creo que este Camino portugués central va ganando según se aproxima a la frontera gallega. Los senderos, paisajes, incluso construcciones rurales, a medida que avanzas, van tomando apariencia galleguiña.
Hoy no he tenido prisa, me he deleitado con ahínco, en todo, manteniendo un ritmo más pausado que el de costumbre, para algo era mi ultima jornada e intentaba extenderla, pero con mesura, pues tampoco quería que la verticalidad del sol me cogiese caminando y aún sin llegar a destino, pues como es sabido, el calor no es para mi un buen compañero de Camino. El resumen es que no he ido de prisa, pero tampoco lento. He parado para hacer algunas fotos, para escuchar el agua correr en alguna zona sombría mientras los pajaritos me regalaban sus mejores trinos, y luego seguir caminando, avanzando, pensando y dando gracias a Dios por lo afortunado que soy, la suerte que tengo y he tenido, una fortuna que me ha permitido volver a disfrutar de mi pasión por el Camino. Hoy en agradecimiento sincero y emocionado, he parado hasta en dos ocasiones en un par de capillas que he encontrado abiertas, para declarar mi gratitud en forma de rezo, más formal que el habitual a diario mientras caminaba.
Cuando he llegado a la última población portuguesa, la histórica Valença (impresionante su fortaleza amurallada y el recorrido como peregrino por el trazado en su interior), antes de llegar al centro histórico, he parado en una cafetería, más por placer que necesidad, como para alargar un poquito más mi estancia como peregrino. He dejado bordón y mochila junto a una mesita a la puerta y he entrado a pedir, no sabia todavía muy bien que. Una vez dentro y cuando me ha preguntado el camarero que iba a tomar, me he decantado por un café expreso con poquita leche, lo que viene siendo un cortado en España, y que quizá por estar tan cerca, el camarero me ha preguntado ¿un cortado?, si, eso un cortado! Y un pasteis de nata. Y a la mesita de fuera que me he salido a tomármelo tranquilamente. Mientras lo hacia, he visto que la cafetería tenia también como expendeduría de tabaco y Lotarias, Totoloto, Euromillones y demás… y me he animado y he comprado un par de apuestas de Euromillones… que seguro que no, pero y si si…
Era momento de continuar, me faltaba ya muy poco, menos de tres kilómetros y el sol iba ganando verticalidad e iba apretando, tampoco tenia sentido demorar más la llegada a destino. Retomaba el camino y el recorrido me introducía de lleno en la fortaleza de Valença a través de una puerta en la muralla, la misma por la que accedían en ese momento un grupo de turistas que había bajado de un autobús a la puerta y que apunto ha estado de impedirme ver la flecha amarilla que indicaba la dirección a seguir como peregrino.
Los primeros pasos me han recordado a las turísticas calles de ciudades como Toledo, en las que el comercio es exclusivo para los miles de turistas que la visitan a diario, souvenir por doquier, y en el caso de Valença, mucha ropa de baño, destacando las toallas y albornoces de todos los tamaños y colores, predominando el blanco y los tonos pastel rosa, azul y amarillo. Los que atendían el negocio, reclamando la atención de los turistas, no así de los peregrinos, me he sentido muy cómodo siendo invisible a sus ojos.
Al fondo de la larga calle comercial por la que transita el Camino, se alcanza nuevamente la muralla y las vistas cambian por completo, de repente ante los ojos solo hay piedras. Piedras por todas partes, cantos rodados en el suelo, como eran antiguamente las calles de casco histórico de Toledo, por ejemplo, la bajada al Pozo Amargo desde la Puerta Llana de la Catedral, o la llegada al mismo lugar, El Pozo, desde la plaza de Santa Isabel… estas como casi todas las calles, callejones y cobertizos de la ciudad Imperial, eran de canto rodado colocados a su caer de forma y manera completamente irregular, que aunque bien fijados e inmóviles, en bajada, te obligaban a posar bien el pie para no pisar mal, torcer un tobillo y darte de bruces con los cantos. Pues esa bajada por el interior de la fortaleza en busca de la puerta de salida me ha recordado exactamente a eso, al Toledo de final de los setenta y principio de los ochenta.
Caminar como peregrino ese tramo en descenso por el interior y salir de la muralla por aquella puerta y luego bajar aquella larga escalera, me ha traído muchos recuerdo de mi niñez jugando a “policías y ladrones” por las calles, callejones y cobertizos de Toledo. Una delicia de paseo y de recuerdos.
Atrás quedaba la fortaleza para de inmediato alcanzar el puente internacional, una mole, patrimonio cultural impresionante, en la predominan la piedra y el hierro, que une Portugal y España, Valença y Tui, sobre el río Miño, por carretera, ferrocarril y a pie. No es que sea precioso, pero si impresiona caminar los 400 metros que separan ambas orillas. Una vez en el otro extremo, lo primero que se puede ver son tres grandes carteles que anuncian, que estas en España, en la comunidad de Galicia y en la provincia de Pontevedra… y lo siguiente que he hecho ha sido mirar el móvil para comprobar que, efectivamente, había recuperado la hora española y perdido una hora del día, que no de vida, para mi, la vida no se rige por sistemas horarios ni relojes, sino por vivencias… momentos, situaciones, experiencias…y en estos cinco días, el Camino me ha dado mucho de esto y compensa sobradamente los sesenta minutos esfumados al alcanzar la orilla española del puente internacional.
He seguido el recorrido oficial del Camino para llegar al albergue, había consultado google maps y me marcaba un recorrido más directo y corto, pero además de insistir en que no tenía prisa, si puedo prefiero ser purista y seguir el Camino oficial, además, el albergue reservado en firme para esta noche estaba justo a espaldas de la Catedral de Tui… y que gran elección!
He llegado al albergue a las 11:58, ahora si hora española! He mandado la foto a la familia y así daba por cumplido esta nueva y maravillosa experiencia en el Camino, concretamente en el Portugués y por su opción central, hacia el check in y hasta la hora de acceso, las 13:00, me acercaba hasta la Catedral para volver a rezar y dar gracias por ser tan afortunado. Luego volvia al albergue para tras establecerme en mi habitación compartida de dos literas, cuatro camas, darme la sanadora ducha e irme a comer, para luego escribir las que serían mis ultimas palabras de este Camino Portugués 2025.
Se me olvidaba recomendar este fantástico albergue, uno de los mejores en los que he estado, y creedme conozco unos cuantos, pero claro, sinceramente, con este nombre… como no lo iba a ser… IDEAS PEREGRINAS!
Las mismas que este que escribe tiene a diario después de cada jornada en el Camino e intenta dejar, con mayor o menor acierto… escritas…las IDEAS PEREGRINAS de los Caminos de Rafa.
Y mañana, mañana… a mi casa!
#BuenCamino
Y sobretodo… GRACIAS a aquellos que seguís mis andanzas y mis chapas escritas aporreando el teclado con mis dedos de trapo…
#GRACIAS