Camino Portugués 2025 · 4ª jornada
Ponte de Lima · Rubiaes
Poder
En el Camino, como en la vida (hasta ahora no lo había escrito), las cosas normalmente pasan por algo, y suele ser para bien…
Si la jornada de ayer iba a ser corta y finalmente fue larga (+13 km), implicaba que la de hoy, que estaba pintada para ser larga, finalmente iba a ser corta (-13 km). Y cuanto me alegro de ello, oyes.
Dormir en un albergue de peregrinos público, municipal o de la iglesia, es siempre una “experiencia especial” y muy diferente de la que se vive en un albergue privado, aunque sea también en habitaciones compartidas. Lo normal es que la capacidad de un albergue público se superior o muy superior, al del privado. Por ejemplo, el de ayer en Ponte de Lima tenía una capacidad para 60 peregrinos. En este caso en dos plantas, con una habitación en cada una de ellas, 30 por habitación. Con dos baños, uno por sexo, y ambos en la planta 1ª, por lo que los peregrinos alojados en el dormitorio de la 2ª planta, la buhardilla, cuando tienen necesidad, han de bajar a la 1ª planta para hacer uso del baño.
El banheiro de hombres del albergue de ayer disponía de dos servicios en paralelo, compartimentados por una madera flotante, y una puerta para cada uno de ellos, abiertos por arriba y abajo, en frente, un lavabo corrido de acero inoxidable, tipo abrevadero, con tres grifos y un espejo con aparentes nevos congénitos, pero que no son de fabrica, sino de la erosión de la humedad por el paso de décadas y décadas. Al fondo un espacio diafano de aproximadamente 4m de fondo por 6m de ancho, con tres pulsadores y tres alcachofas en cada pared lateral, o sea capacidad para que seis peregrinos puedan ducharse al mismo tiempo. No recomendado para pudorosos, o para aquellos que hagan muchos aspavientos en la ducha cuando el agua no sale caliente, si no quiere tener roce con cuerpo ajeno en la ducha.
En estos alojamientos acostumbra haber unas zonas comunes; cocina, salón, normalmente con una gran mesa corrida, una zona de esparcimiento que puede ser en forma de patio o jardín, además de un rincón menos visible destinado al lavado y tendido de ropa. Por contra siempre suele haber también un lugar muy visible, y de obligada visita a la llegada y justo antes de partir… el muestrario de calzado. Dondé cada peregrino, a su llegada, antes de acceder a las zonas comunes ha de descalzarse para dejar allí sus botas o zapatillas, y así evitar sembrar de barro o tierra las zonas comunes. Y luego está el gran espectáculo, solo a la altura de una gran atracción del parque temático de turno, el Stun Fall de la Warner, el Red Force de Port Aventura o el Big Thunder Mountain de Disney Paris… en un albergue público esta atracción es siempre el barracón, o dormitorio… que en el momento cumbre, cuando se apagan las luces y tocan silencio, a veces parece el audio en off de un buen pasaje del terror… lo mejor es que no es igual en ninguno de los albergues, la sinfonía de ronquidos y demás sonidos en la noche, además del bamboleo que inevitablemente se siente estando acostado, producto del movimiento de tu compañero de litera… súper divertido, toda una experiencia…
Se podrá leer, entre lineas, que la noche ha sido un espectáculo, no de luz, pero si de sonido y balanceos, por lo que a las 05:10, he desistido de permanecer en la cama y después de ir por segunda vez al baño, más por hartura que por necesidad, he empezado con las labores diarias de aseo, recogida y organización de los enseres, siempre en la oscuridad, y con la mayor cautela, para “no molestar”. Algunos, los menos, intentamos respetar el descanso, el sueño es prácticamente imposible, de aquellos que deciden seguir en horizontal.
A las 06:05, después de rellenar la botella de agua en el grifo de la cocina, ya con la mochila y el bordón junto al muestrario de calzado, procedía al diario ritual… ese momento de bien de vaselina en los pies. Tip imprescindible para evitar las molestas rozaduras, o ampollas, cuando día tras día se camina durante cinco, seis o siete horas… IMPRESCINDIBLE. Pues eso, a las 06:05, abría la puerta del albergue, salía y me hacia la foto de rigor para enviársela a la familia, para después dar comienzo a esta 4ª jornada, corta, de alrededor de 20 k, y que me iba a traer hasta Rubiaes.
El día comenzaba con un regalo del Camino. Uno de esos presentes intangibles, porque no poder tocarse, pero que premia a todos los sentidos, excepto al tacto y el gusto. Esta mañana el premio era llegar a un rinconcito del Camino en el que los elementos que lo formaban eran… piedra, agua y vegetación, con protagonismo a partes iguales… la luz estaba presente pero aún le faltaban unos minutos para alcanzar la relevancia del resto… el obsequio lo descubría mientras caminaba por un sendero en el que, poco a poco, la vegetación empezaba a formar un túnel, ese al que ya me he referido en otras ocasiones… un túnel del espacio tiempo, que podría ser o pertenecerá a cualquier tiempo anterior, incluso siglos antes, porque por ese lugar parece no haber pasado el tiempo…
La presentación, embalaje o packaging era… a la izquierda un muro de piedra ancestral, invadido por liquen y musgo. Bajo los pies un sendero, de máximo medio metro, similar al muro de la izquierda, pero mayoritariamente sin vida verde y erosionado por las pisadas de miles, miles y miles de peregrinos a lo largo de los siglos. A la derecha el agua. Elemento inexorable de vida… tenia ante mi, bajo mis pies, sobre mi cabeza, estaba transitando por un pasillo perpetuo, observado durante cientos de años, con asombro maravillado, por todos los peregrinos que por allí hemos tenido la fortuna de caminar. Otro rincón para el recuerdo de los Caminos de Rafa.
Todavía andaba maravillado por lo que estaba siendo el inicio de la jornada, llevaba escasamente dos kilómetros, cuando… ¡HORROR! Error impropio en mi, al menos para el que escribe… había cometido una falta de atención que hoy igual podía no ser trágico, pero esta torpeza en jornadas vividas en otros caminos me hubiera supuesto tener que desandar los dos kilómetros que llevaba para enmendar el error.
Pues si, mientras caminaba ágil, despreocupado y absorto aún por el encanto de lo vivido minutos antes, de repente, me percaté, reparé en el pequeño pero importante detalle de que… no llevaba agua. La botella de agua. MI BOTELLA DE AGUA, la que cuelga siempre que estoy en el Camino de mi hombro izquierdo, prendida de un mosquetón, ¡esa! Pues esa, me la había dejado recién rellenada del agua del grifo de la cocina, sobre el expositor de calzado… donde la había dejado “un momentito” mientras me daba la vaselina y me calzaba…
Por suerte, había visto que en la jornada de hoy, en la primera población, Arcozuelo, había bar y comercio, pero claro, lo que no tenía tan seguro era que a esas horas, escasamente las 06:30, hubiera algo abierto… La jornada de hoy era corta, poco más o menos 20 kilómetros, pero afrontarla sin agua, aun desconociendo cual seria el perfil, era una temeridad. Cuando alcanzaba la primera población, Arcozuelo, podía leer en un pequeño cartel publicitario estratégicamente ubicado… “Café Casa Veiga – Open 06:00”” e indicaba una flechita que rezaba.. 50m. Hoy no quedaba otra, aunque hubieran sido 150 o 500 metros, tenia que ir y rezar para que estuviera abierto… Algo que no hice, no rece… pero nuevamente, Dios aprieta pero no ahoga. Estaba abierto y a menos de 100 metros.
Junto a la puerta, en una mesa, observe que había un par de peregrinas que ya había visto el día anterior. Rubias del perfil sueco de la pelis de Ozores (que en paz descase), de edad y relación entre ellas indefinida. Yo me limite a dejar el bordón apoyado en el reborde de la puerta y a entrar, sin soltar la mochila, porque lo único que quería era lo imprescindible y necesario… comprar agua!
Botella grande y fría , muy fría, a 1,50€. Pague y, por no hacerle el feo al apocado señor que me despacho el agua, selle la credencial tras decirme que podía hacerlo.
Con mi botella de agua, bien fría, incluso fría de más, en la mano, porque no podía colgarla sin mas del mosquetón, me encaminaba cuesta abajo para retomar el Camino que había abandonado para dirigirme al “Café abierto desde las 06:00”, y cuando estaba apunto de volver al Camino… ¡COÑE!!! El bordón!!! Que me lo he dejado apoyado en la entrada… otra vez a desandar la cuesta para arriba… obviamente el palo estaba donde lo había dejado, ni había dado tiempo a que nadie se hubiera percatado de su presencia, ni tampoco en el Camino los peregrinos cogen lo que no es suyo, bien sea por respeto a lo ajeno, o porque bien porque piensen que alguien lo haya dejado allí, de forma inverosímil, cual ofrenda o rito sin identificar en cualquier rincón del Camino en forma de piedra, escrito, estampita, símbolo, cinta, calzado maltrecho…
Cogí mi palo y ahora si, con agua, bordón y la cabeza centrada en la jornada de hoy, pensando en que, hasta el momento, las señales me indicaban que por mucho regalito que la jornada me ofreciera, yo andaba disperso…
Posiblemente mis torpezas se debieran a considerar que, tras la larga e improvisada jornada de ayer, lo de hoy era realmente un tramite. Tampoco me había preocupado de averiguar mucho más allá de lo relativo a las distancias. Sintiéndome y encontrándome bien fisicamente, solo me preocupé de la dureza de la jornada en distancia… tiempo caminando, no me preocupa nada más, mientras llevase agua, pero hoy, leyendo como Había leído en diagonal, no había tenido en cuenta un dato relevante de la jornada… el perfil… por algo la jornada estándar de hoy estaba pintada con solo 20 km y la de ayer con 35.
Nuevo error de sobrado “veterano”, no había puesto interés en saber como era le perfil de esta jornada, mucho menos después de las anteriores en las que necesitaba algo de sube y baja para matar “la maldita monotonía de la planicie”… hoy tenía otro premio reservado sin saberlo! Desde Codeçal, en el kilómetro 8, hasta el Alto de Portela Grande de Labruja, me esperaba una gran dádiva, concretamente un desnivel que iba de los 85 m, a los 400 en solo 4 km, y con unos desniveles carentes de envidiar a cualquier rampa, por muy mítica que sea, del mismísimo Camino Francés, por no hablar del firme a pisar… ha sido una jornada más dura de lo que podía haber imaginado, pero proporcional e igualmente bella, o más.
Hoy he disfrutado subiendo por rampas y suelos irregulares que parecían haber sido puestos a mala leche para medir las fuerzas de los peregrinos. Y después de las terribles subidas, y la puñetera bajada, que es donde se dan más posibilidades de cargar con una lesión, he vuelto a sentirme satisfecho… como ayer, pero hoy consenso protagonismo después de lo observado.
Antes de alcanzar los grandes repechos, cuando aún todo era idílico… las vistas eran espectaculares, bosque, sombra, el curso del rio a la derecha y el murmullo que el agua siempre declara mientras desciende sutilmente, o en ocasiones en cascada… después de haber rebasado a distintos peregrinos a lo largo de la jornada, me detenía un momento para intentar recoger en vídeo aquel nuevo embrujo del camino… naturaleza, un pequeño reguero de agua que forma un hilillo de cauce dirigiéndose a la corriente que fluía ladera abajo y, mientras intentaba encontrar la luz, el ángulo, la perspectiva, la toma que recogiera aquello que momentáneamente me embrujaba… siento en mi espalda a alguien… alguien que hacia unos instantes había rebasado cuando comenzaba moderadamente la ascensión y, en nada, en unos cuantos segundos, no minutos, volvía a estar a mi altura. Mientras tomaba el video, ella, respetuosa se paraba para que yo tomase la grabación, pero la pedia por favor que pasara, sin importar que irrumpiese en el video, y sobretodo para no romperle el ritmo… ella pasaba como buenamente podía, yo desistía de la toma, porque creía que tampoco era nada especia, y continuaba con la ascensión moderada para al poco, volver a alcanzar a aquella peregrina que, a simple vista estaba padeciendo en aquella moderada subida. La alcanzaba, volví a saludar y preguntaba… where are you from?… Lituania, and you?… España, I’m Spanish, y le soltaba un… Pleased to meet you… que es siempre muy diplomático y formal… mientras continuaba a buen ritmo ascendiendo y dejaba atrás a aquella peregrina que padecía ascendiendo por aquellas rampas moderadas de terreno suave de tierra húmeda pero no embarrada.
Después de todo lo padecido y, a la par disfrutado, durante la jornada de hoy, poco antes de las 11:30 llegaba a destino, el albergue de peregrinos de Rubiaes, albergue público con capacidad para 32 peregrinos, y por la hora que era y lo que se veía al rededor, sitio iba a tener sin problema… pero hoy, llamadme sibarita, exquisito, tiquismiquis o como queráis, pero hoy, estando en una aldea como esta, creada junto a una carretera local, con poco mas de una veintena de edificaciones, de las cuales, una es la iglesia, otra el albergue de peregrinos, otra el restaurante y dos son los albergues privados… todo ello disperso a algo largo de la carretera; viendo que del albergue de peregrinos al restaurante, por la carretera (no hay otra opción para llegar) son 500m by google, hoy paso de albergue público y me gasto lo más grande… hasta 15 o 18 euros por dormir en un albergue privado. Esos sí, en habitación compartida.
Nada mas llegar al albergue de peregrinos, que es lo segundo que te encuentras, lo primero es el desvío a la iglesia, me he dirigido caminando por la carretera para localizar la oferta de albergues privados y el restaurante “Bon Retiro”. Lo Primero que he visto ha sido el albergue Casa de sao Sebastiao, no tenía mala pinta, tampoco buena, pero destacaba algo que parecía podía ser una zona de piscina. He continuado por la carretera, he visto el desvío del Camino a la izquierda que tendré que tomar mañana, y he continuado andando hasta llegar al Bon Retiro, donde he preguntado por la ubicación del Albergue Niño y me ha indicado que estaba a 150 metros en dirección al albergue publico, es decir, me lo había pasado. Después de desandar, he llegado al albergue. La puerta estaba abierta, he entrado y las instalaciones también tenían el acceso disponible, pero nadie respondía a mi voz de “BON DÍA”, “OLÁ”, “HÁ ALGUÉM?, he examinado con cautela pero sin reparo las estancias y, no tenia literas, pero las camas estaban un poco amontonadas. Seis concretamente en la habitación grande, una al lado de otra, dispuestas en procesión perimetrando el nimio habitáculo, y sobre la entrada, que hacia las veces de cocina, sala de estar y comedor, un entresuelo con tres camas sin altura suficiente para poder sentarte en ella sin dar con la cabeza en el techo, aun así el clima generado era muy coqueto y apetecible, salvo por la disposición y condiciones para pasar la noche sin oler los pies del compañero procesionario, o sin riesgo de abrirte la cabeza si a media noche te despiertas e incorporas con intención de beber agua o ir al baño sin reptar…
He recogido los bártulos depositados en la entrada ante de la visita al interior, sin guía, y he desandado dirección al albergue de peregrinos para ver si podía también cotillear el otro albergue privado, el Sao Sebastiao, que tenía la puerta de acceso también abierta pero nadie en recepción, he husmeado discretamente, lo justo para tomar la decisión de que esa iba a ser la opción, siempre que hubiera disponibilidad de una cama libre en habitación compartida… el albergue tiene menos encanto que el visto anteriormente. La camas de este son literas, tiene menos detalles cuquis que el albergue Niño, pero tiene algo que no tiene el albergue Niño… una piscina que invita a tomar la decisión sin dudarlo.
Cuando esperaba pacientemente a que llegase la hospitalera o recepcionista, propietaria del peculiar complejo, montado con vistas a deslumbrar y dar cobijo al peregrino. Mientras estiraba el tren inferior y superior, al tiempo que contemplaba las vistas al frente. De pronto he visto como, una hora y media después de haber llegado yo a la altura del albergue de peregrinos, pasaba frente a mi la mujer lituana con la que había coincidido en los inicios moderados del ascenso y a la que pase en un par de ocasiones… enseguida he recordado la dureza de aquellas subidas posteriores, puestas a mala leche, que me han hecho sudar, sufrir y disfrutar a partes iguales, y que mientras ascendía, se me venia a la cabeza aquella lituana, con algo de sobrepeso, temiendo por lo que iba a tener que padecer para poder pasar todo aquello, tanto en la subida, como en la bajada posterior…
Pero una vez más el Camino me demuestra que siempre, siempre, siempre, por increíble que parezca, siempre se puede. Todos podemos hacer el Camino. Todo aquel que pueda caminar, da igual que sea deprisa o despacio, con mayor o menor sufrimiento, todo aquel que quiera puede hacerlo, porque cierto es aquello de… QUERER ES PODER.
Y yo mañana querré y podré llegar a Tui, donde finalizará este breve pero sanador contacto con el Camino habiendo descubierto un nuevo tramo, el Camino portugués central, que como todos, ha tenido sus cosas buenas y otras mejorables, sus encantos, sorpresas y durezas… y sobretodo me ha ofrecido el reencuentro con el Camino y me ha invitado a, en el futuro, espero que no lejano, acercarme a caminar por su ramal de costa, que según he podido saber… dicen es espectacular…. Pero eso será en otra ocasión, de momento mañana toca llegar y finalizar esta aventura en Tui… pero eso será mañana, porque mañana todavía, todavía hay más!
#BuenCamino