Camino Portugués 2025 · 3ª jornada

3ª jornada Camino Portugués 2025

Barcelos · Ponte de Lima

Satisfacción

Ante mi asombro e incredulidad, finalmente, ayer también dormí solo en la “suit junior” del Hostel In Barcelos & Guest House. De las ocho camas dispuestas en cuatro literas disponibles en aquella habitación de la tercera planta, solo fue ocupada la 106, la mía. Algo que es siempre de agradecer… era mi segundo regalo del día, más tangible, friki y banal que el primero, la experiencia vivida al encontrarme por sorpresa con aquel amanecer en el puente medieval de Zameiro, sobre el río Ave… perdurará sin duda entre los más destacados de mis recuerdos de lo vivido en el Camino.

Me acoste a una hora prudente, después de haber subido el post de lo escrito sin gran acierto ni trascendencia, y no tarde en dormirme. He dormido bien, nadie me ha molestado, me he despertado ligeramente un par de veces, pero me he vuelto a quedar dormido sin más. A las cinco cero cinco he abierto el ojo, prácticamente despejado, pero después de mirar la hora en el reloj, he hecho por seguir acostado para estirar un poco sobre la cama al tiempo que seguía descansando. La jornada de hoy era casi de trámite, no llegaba a 22 km, y tampoco era necesario salir muy pronto. Pero como soy un culo inquieto, a las cinco, veinticinco, estaba en el baño compartido, de uso exclusivo (de verdad que es un regalo), haciendo mis cosas, ducha incluida, para después recoger todos los bártulos, de haber estirado, moneado y llenado la botella de agua del grifo, entre otras cosas para no salir muy pronto porque la jornada era corta, a las seis, diecisiete, me hacia la foto a la puerta del hostel y comenzaba a caminar por las calles céntricas de Barcelos; una población grandecita, con bastante encanto y con apariencia de poseer cierto patrimonio histórico-cultural.

Me habrá llevado más de media hora dejarla atrás, incluido su extrarradio. Durante este recorrido todos los comercios permanecían “fechado”, al igual que los locales de restauración, todo esta “muito fechado”, muy cerrado. A penas he visto a algún residente que se disponía a empezar su semana de trabalho, al ser hoy, irremediablemente, segunda-feria, lunes.

Hasta las ocho menos cuarto, hora y media después de haber empezado a caminar, no me he encontrado con los primeros peregrinos. Eran dos asiáticas, en principio he pensado que eran coreanas, no por nada, pero creo que no ha habido ningún camino en el que no haya coincidido con algún coreano, eran, o parecían jovenes, bajitas, e iban a un ritmo suave, ya que no me ha costado nada alcanzarlas y superarlas tras cruzar nos un “bon día” y “bon camino”.

He continuado a mi ritmo, que no era malo, pero tampoco excesivo (el destino estaba cerca) y, al poco de haber pasado a las “coreanas”, el perfil ha picado un poco hacia arriba, ya era hora que se rompiese la monótona planicie, y he aprovechado para apretar un poco y comprobar como tenia la maquinaria después de más de un año y medio sin darme rienda suelta por estos Caminos de Dios… y bien! La verdad es que muy bien, me he sentido con fuerza, cómodo, apretando al cambiar a un par de piñones más grandes.

Cuando he coronado, contento y satisfecho por los resultados de la prueba, justo al mirar para cruzar una carretera local, he mirado a los lados, y he aprovechado para mirar atrás, quería consolidar mi ego por lo bien que me había sentido en aquella primera subida. Al girar por completo la cabeza he podido ver a las coreanas a bastante distancia. Me he sentido bien, no por haber “ganado” en la subida, siempre he pensado que el Camino no es una competición, ni contra el crono ni contra nadie, en el camino hay que seguir solo el ritmo que tu cuerpo te marque, el de nadie más, ni por arriba ni por abajo. Escuchar al cuerpo y aflojar, incluso parar, si te lo demanda, para evitar problemas.

He seguido caminando contento por las sensaciones, a un ritmo más tranquilo, no quería llegar muy pronto a Vitorino dos Piaes, concretamente como un kilometro antes, ya que es donde esta el sitio que localicé, Albergue Casa da Fernanda, que me servia como alternativa para acortar la jornada de hoy y ampliar la de mañana.

Sobre el papel, según están diseñadas en principio las jornadas (luego cada uno las hace como quiere o como puede), la jornada de hoy esta “pintada” de Barcelos a Ponte de Lima, de 34,5 km, y la siguiente, la de mañana, de Ponte de Lima a Rubiaes, de 17,4 km. Yo me planifique la 3ª y 4ª jornada para compensarlas y que la de hoy no fuese tan larga y la de mañana tan corta, sobre todo porque, aunque he hecho jornadas de esa distancia, y más… cada vez voy teniendo más años y mi cuerpo lo sabe. De cabeza, si me pongo, volvería a hacer los 42 kilómetros que hice en octubre del 19, entre El Burgo Ranero y León, con seis años menos, pero no sé si sería capaz de hacerlo ahora, incluso sin diluvio de por medio. Por eso mi estrategia fue coherente y clara… Barcelos – Casa Fernanda, antes de llegar a Vitorino dos Piaes, 21 km y mañana hasta Rubiaes, de 30 km, que si, que es una distancia, pero salgo antes, y siempre será más corta que de 34.

Un poco antes de las diez y cuarto alcanzaba el objetivo. En el propio Camino además, se pasa por la puerta. Albergue Casa da Fernanda… lo de albergue no lo pongo en duda, seguro que alberga, pero lo de casa… más bien chamizo!

Según me iba acercando, calculando más o menos que debía estar cerca, mi sensación era que, aunque había evitado llegar pronto, pronto iba a llegar. ¿Y que coñe hacia allí tan temprano? En medio de ningún sitio, porque el sitio sabia que estaba a kilometro y algo de casi ningún sitio, porque no es que Vitorino dos Piaes pueda considerarse un pueblo… más bien es una aldea con una docena de casas, muy rurales, dispersas y aún casi completamente en pie, y un complejo hostelero a la salida que ofrece habitaciones compartidas, individuales, comidas y cenas… lo había leído también cuando estuve preparando este Camino, y en pantalla me seducía casi menos que Casa da Fernanda…

El caso es que, cuando he llegado a la puerta, o valla de madera cerrada, por que estaba todavía “fechado”, la imagen del lugar me ha hecho rechazar la idea de manera categórica, si había una cosa que tenia claro es que aquella puerta no la iba atravesar, y menos iba a pagar 30€ para dormir en un chamizo en medio de un viñedo asalvajado y sin desbrozar. Por mucho que estuviese incluido el desayuno dentro del precio, y que la cena, según reza el reclamo, fuese comunitaria… vamos que los que están alojados cenan juntos de lo que tengan, “juntan fiambre” que decimos los amigos albarucos, y luego, si alguno no ha puesto nada, da un donativo… y es algo que he vivido en alguna ocasión en albergues de donativo en el Camino, y esta bien, es muy fraternal, entrañable y con grandes cargas de empatía, pero que no, que no me invitaba ni seducía la idea viendo solo lo que veía en ese momento desde fuera… que oye, luego igual, el sitio por dentro es la leche de maravilloso… súper zen-trendi-power-happy, pero… ya si eso, otro día, en otro Camino y porque el cuerpo no me permita ir más allá.

Sin pensar mucho más que simplemente allí no iba a pasar noche, he seguido caminando intentado reorganizar mis ideas y viendo alternativas… la realidad era que necesitaba encontrar un sitio abierto para comprar pan, y agua, o una fuente para llenar la botella, aun era pronto y ya hacia calor, solo llevaba la botella habitual de un litro y, aunque me quedaban casi tres cuartos, si decidía alargar la jornada hasta Ponte de Lima iba a necesitar agua si o si. Estaba cambiando de planes sobre la marcha, sin pararme a pensar, de manera literal, sin dejar de caminar. Que si, que puedo hacer dos cosas a la vez, sobre todo caminar y pensar (se me da de maravilla) pero necesitaba auto convencerme de que podía lanzarme a la aventura de correr los más de 14 km que tenía hasta la siguiente opción sensata, que no era otra que llegar a Ponte de Lima.

Como por arte de magia, media hora mas tarde del shock Chamizo de Fernanda, cual espejismo en medio del desierto, ante mis ojos se mostraba una única casa a pie de camino, algo parecido a un chalet tenia el portón abierto y en su interior algo parecido a un food track, a la portuguesa. Por suerte reaccioné rápido y pensando en comprar un mollete de pan (para acompañar al chorizo), entré y pregunté a una de las dos mujeres que había en la mesa aledaña al vending movil si tenían pan, porque no me acordaba que en portugués se dice frigideira, que no es fácil de acordarse cuando se es y se piensa muy en español, como es mi caso. Y pan tenían, pero con cosas. De las opciones de cosas que tenían, a la vista, he optado por algo parecido a un emparedado que contenía atún, lechuga, tomate y huevo cocido, ademas de una botella pequeña de agua.

La decisión ha sido muy rápida, sin apenas meditarla, si iba a tener que llegar a Ponte de Lima, comer algo no me iba a venir mal… que quizá podría llegar sin problemas y sufrir una pájara, pero que ya no tengo cuarenta y tantos, si no cincuenta y bastantes… comer algo no me iba a venir mal, y resetearme, reprogramar, replanificar la jornada… siendo lo cuadriculas que soy, me vendría seguramente mejor que comer… necesitaba visualizar como iba a sobrellevar el esfuerzo que me iba a suponer añadir 13 km más a los casi 22 que ya llevaba caminados, teniendo en cuenta todas las variables… necesitaba convencerme de que claro que era posible, sobre todo teniendo agua y habiendo repuesto energías.

Escasamente diez minutos después estaba caminando, convencido de que había tomado la decisión correcta y que iba a llegar, al nuevo destino, sin problemas, con algo de sufrimiento, sobre todo por el calor, pero seguramente de manera holgada y con margen para no perecer en el intento.

El resto ha sido más o menos como lo había imaginado, con momentos de buen ritmo y ánimo, con otros de sensación sofocante cuando el sol aplastaba a conciencia durante largos trechos en los que nada ofrecía una refrescante sombra, y tanto en unos como en otros, alcanzando peregrinos de distintas nacionalidades, que en pareja, en solitario, incluso algún trio y cuarteto en bicicleta, con los que he coincidido hasta en dos ocasiones, primero rebasándome ellos, como es normal sobre dos ruedas, y volviendo a rebasar tras haber parado para avituallarse en alguno de los tres o cuatro bares por los que he pasado, e ignorado, por no tener necesidad de nada, más que de llegar a destino.

Algo que he hecho a la una y cuarto. Esa era la hora en la que pasaba bajo el primer puente sobre el río Limia. Veinte minutos después, tras haber cruzado caminando el segundo puente, el larguísimo e hipnótico puente románico, por fin llegaba al Albergue de peregrinos de Puente Lima… pero estaba “fechado”. Y no abriría hasta las 15:00… horror!!! Durante la última hora caminando bajo el sol, mi deseo era llegar al albergue, soltar la mochila, quitarme las zapatillas y los calcetines, hacer el check in y después de dejar todo organizado en la litera, darme una refrescante ducha, luego ya vendría buscar un sitio al que ir tranquilamente a comer.

Pero no, el orden se ha vuelto a alterar. Pero manteniendo cierto orden de prioridades o necesidades. Lo primero, tras dejar el bordón en el suelo (así no se cae), soltar la mochila en el banco frente al albergue, lo segundo quitarme las zapatillas y calcetines, luego calzarme las chanclas dejando los pies al aire y colgar las zapatillas en la mochila. Luego localizar en google un sitio para comer que este bien y no muy lejos, enseguida he localizado uno que parecía que estaba bien, lo de cerca… a siete minutos según google, que si, que sé que google exagera, pero que había que volver a cruzar el larguísimo e hipnótico puente romano en el otro sentido era seguro, al igual que luego tendría que volver a cruzarlo, ambas veces bajo el sol, cargando la mochila, y la última, la de vuelta, con la barriguita llena tras comer, la idea no seducía, pero era la mejor opción, el bar que había enfrente del albergue estaba también “fechado”, y la otra alternativa era una pastelería… 

Me he vuelto sobre mis pasos hasta el bar localizado, O Escondidinho… el nombre de por si ya suena bien, incluso en portugués, ademas estaba a cincuenta metros del otro extremo del puente romano, o sea que allí que he ido y comido. Bastante bien, pero no tanto como ayer. Y la comparación es sencilla porque he pedido lo mismo, ternera guisada con verduras y arroz. Casualmente para beber he pedido lo mismo, cerveza, dos! Y hoy, además, un café, por eso de hacer tiempo y por no buscar otro sitio para tomarlo.

A las 14:55 estaba nuevamente frente al albergue, ahora con más peregrinos esperando a lo mismo, que abrieran, para poder hacer la entrada y todo lo que viene después, y que antes he relatado. Algo que por supuesto he hecho con sumo gusto, pero habiendo alternado el orden… incluido estirar, que lo he hecho después de darme una ducha que me ha sentado de lujo, aunque el entorno fuese más parecido, Dios me perdone, al de las duchas de un campo de concentración nazi. Después, ya limpio, estirado y con todo organizado, solo me quedaba entregarme a mi teclado para, hoy con algo más de inspiración, relatar lo que ha sido esta tercera jornada del Camino portugués 2025, la cual iba a ser entre Barcelos y el Chamizo de Fernanda, de tan solos 21 km, y ha terminado con final en Ponte de Lima, después de haber caminado casi 35 Km en la primera llegada a la puerta del albergue y superándolo después de las idas y venidas sobre el larguísimo puente románico y sin sombras… 

Me quedo con mi gran satisfacción de no solo estar vivo, sino de estarlo en las condiciones que estoy, y me quedo con que mañana la jornada será 13 km más corta de lo que tenia previsto… pero eso, eso será ya mañana, por que mañana… mañana más!

#BuenCamino